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Atrapados en el parque temático: la escatología como destino

Magazine

17 abril 2014
Imagen de la instalación Complex Shit de Paul McCarthy (2008)

Atrapados en el parque temático: la escatología como destino


El imaginario escatológico en su doble acepción semántica, en relación al imaginario apocalíptico, el desastre, la catástrofe, y también en su vínculo con lo activamente residual, los excrementos y la so called “materia oscura”. Son los ejes entre los que oscila Mierda y catástrofe. Síndromes culturales en el arte contemporáneo de Fernando Castro Flores (Editorial Fórcola, 2014). Un fragmentario mapa-guía de viaje-bitácora donde la crítica y la clínica se conjugan (aunque sin dejarse seducir por la paráfrasis deleuziana) para diagnosticar las enfermedades que asedian tanto a la institución del arte como a la teoría y la crítica.

El parque temático es la metáfora en la que más se insiste, y como en una trasnochada película de serie B (¡Atrapados en el parque temático!) el autor nos empuja a una intrépida carrera de una sala a otra para escapar tanto del contagio de la “transestética banalizada” como de la anhedonia generalizada para intentar una aproximación ética al arte contemporáneo. En tal sentido, diagnosticará una sintomatología provisional donde el parque temático mutará en feria de las atrocidades y después en clínica de rehabilitación de lo siniestro familiar, con Ballard y Freud como desencantados guías turísticos y ocasionales enfermeros, durante gran parte del trepidante itinerario. Según el autor, habitamos la realidad con un ritmo adrenalínico que impide la contemplación y la consecuente resistencia crítica:

“La intención del arte crítico de interrumpir la velocidad de ese flujo es tan imprescindible como desesperada, porque incluso el proceso artístico o teórico que intenta explorar las sombras, fallas y agujeros de la ideología dominante puede ser neutralizado a la carrera, catalogado y expuesto en las mejores vitrinas del Museo” (p.12)

Sin embargo, debemos señalar que su estilo ensayístico suele contagiarse de lo mismo que diagnostica. El ritmo entrecortado de su escritura con constantes vínculos, referencias y enlaces que interrumpen la lectura evidencia una admirable voluntad enciclopédica que se torna indigesta con las prolíficas notas y referencias de las notas y citas que ocupan un tercera parte del libro. Esta cadencia se desacelera en el capítulo “El arte (de perderse) en un bosque”. Aquí el autor analiza la obra de Robert Smithson y su operación de deconstrucción de las ruinas posindustriales, los vacíos monumentales y las arquitecturas espectrales. Operación que neutraliza toda huella de idealización romántica para formular una estética del desencanto basada en una apología de la deriva que el autor vinculará con las intervenciones de Richard Long, David Nash y Andy Goldsworthy. Y en la obra, sobre todo de estos dos últimos, analizará una inmersión epifánica en la fuerza transformadora de la naturaleza, que el autor asocia inesperadamente con la resistencia mimética y la defensa de lo intuitivo preiconográfico del Art Povera, antes que con el retorno al neolítico del Land Art.

Y en esta apología de la deriva, del viaje sin mapa, en la defensa de la experiencia contemplativa (con Thoreau como precursor) es donde escuchamos las sirenas de la ambulancia salvadora porque, según Castro Flores, como sociedad estamos a solo una tuerca floja, un cinturón sin ajustar para detonar la catástrofe en cuanto la mierda alcance el ventilador y acabar del parque temático en el hospital. Por lo tanto, el urgente diagnóstico de los límites evasivos del arte crítico y el arte fraudulento es la función que compete al crítico para evadir la escatología como destino inexorable de la cultura. Sin embargo, algunas preguntas siguen retumbando más allá del bullicio de las sirenas: ¿Es la metáfora clínica el lugar más pertinente para pensar el arte y la cultura del presente? Y si es así ¿Cuál es el lugar de la economía política? ¿No será este otro ejercicio forense, otra alegoría, otro símbolo cristalizado de la derrota?

A Ana le fascina zambullirse, acercarse con precaución a esos tentáculos que yacen en las profundidades y volver para contar lo que ha visto. Ha publicado «Este es el momento exacto en que el tiempo empieza a correr» (Premio Antonio Colinas de Poesía Joven), las novelas «La puerta del cielo» y «Hemoderivadas», «Constelaciones familiares» (relatos, Premio Celsius Semana Negra de Gijón) y «Érase otra vez. Cuentos de hadas contemporáneos» (ensayos). En la actualidad vive y trabaja entre Berlín y El Paso, Texas, donde es becaria del MFA bilingüe en Escritura creativa en UTEP. Algunos de sus textos han sido traducidos al portugués, italiano, polaco, lituano, alemán e inglés.

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