Bòlit. Bajo la incógnita del poder

El poder es la forma acabada de la representación: ya no representa nada ni a nadie más que a sí mismo. (Jean Baudrillard)

Podríamos empezar hablando de crisis económica, pero a estas alturas, ¿a quién le sorprendería?. No es que busquemos sorprender, o no gratuitamente, pero sí nos sorprendemos de que todo continúe impasible. Nos sorprendemos precisamente por la falta de reacción ante lo que está ocurriendo.

Siguiendo en esta misma tónica, las áreas desde las que abordar la causa de la escisión son múltiples, cierto, es por ello que más que plantear motivos económicos y reflexionar sobre lo que Stiglitz disecciona en Caída Libre en relación al hundimiento de la economía mundial, me interesa plantear cómo hemos dado visibilidad a lo que Baudrillard perfila en La agonía del poder. El mejor modo para no crear confusiones es a partir de casos concretos, así que vamos a ellos. Antes de proseguir, pido disculpas a los individuos y colectivos que aún encontrándose en situaciones similares, no se encuentren aquí citados, el listado sería casi interminable.

Pongamos el ejemplo: Girona. Concretamente: Bòlit, Centre d’Art Contemporani. ¿Qué ha pasado exactamente? Cuando en 2008 abría sus puertas bajo la tutela de Rosa Pera, a día de hoy, actual directora del centro, nadie imaginaba que su propio nombre se giraría en su contra. Bòlit es también el nombre de un juego catalán en el que dos equipos compiten en habilidad golpeando un pequeño palo, el bòlit. En este caso, la metáfora no podría ser más literal. Dos equipos que golpean la herramienta. Ésta se encarna no sólo en el espacio, también en el equipo humano que lleva acabo el proyecto, también desde su apertura y hasta hoy, un reducido número de 3 personas, Rosa Pera, Diana Sans y Farnés Cabra. Ellas tres han sido capaces de levantar el centro durante estos cinco años, llevando a cabo una tarea hercúlea. La idea inicial era levantar un centro dinámico, impulsado también por la ciudadanía y con algunos precedentes que sirvieron de propulsor, con el objetivo de promover la producción, la creación, la formación, la investigación y la difusión. Al cabo de estos años, se han ido sucediendo una serie de cambios que no han hecho más que desgastar aquello que en su día fue promesa e incentivo.

Cabe decir que se han logrado parte de los planteamientos, algunos de los que han quedado en el camino sí deben atribuirse a cuestiones de índole económica. Pero como decíamos, Bòlit ha sabido adaptarse a los cambios exigentes, a veces caprichosos, de la crisis, adaptando su programa a los tiempos que lo han visto nacer. Ya dijimos que no hablaríamos de números, sería uno de tantos, pero se torna necesario comentar que la programación que se ha realizado se ha hecho bajo mínimos. Con unos presupuestos que difícilmente habrían dado para un trimestre anual. Es por ello que la gestión ha sido, casi, impecable, improvisando, intercambiando y buscando los modos, otros, de crear constantes líneas de investigación a partir de agentes y contextos con los que sintonizaban conceptualmente. En algún momento, quizá, su tarea ha quedado incomprendida e incluso se ha visto expuesta a alguna crítica fundamentada en la falta de visibilidad local, pero un centro de arte no es un sala de exposiciones local, esto debe saberse.

Los artistas han tenido su lugar y la ciudadanía se ha visto involucrada. Han faltado propuestas curatoriales externas así como programas de residencia y, lo más sugerente, más diálogo. Sería injusto no decir que las causas debemos buscarlas en dos direcciones. Pero lo principal, el espacio, se ha visto cada vez más reducido y acotado. Los logros se han llevado a cabo con voluntad. No es poco, al contrario. Cinco años de programación que ha enlazado propuestas locales, nacionales e internacionales, con actividades vinculadas a múltiples espacios de la ciudad. Generando espacios alternativos casi sin tener espacio. De hecho, en el proyecto inicial también se incluía la construcción de un edificio que debía ser nueva sede, por decirlo prontamente, palabras en el aire. Hoy no se cuenta ni con el perímetro inicial, aquellas salas de las rambla han pasado a ser dominio del turismo. Bòlit se consagra hoy a un nomadismo que esperemos llegue a buen puerto. (ay, la fe!). Resumiendo, el mayor problema no es la crisis económica sino la crisis de ambición e interés por parte de las políticas culturales.

Podríamos sumar otras iniciativas independientes que deben su deriva a las mismas causas, festivales y colectivos con más de una década de historia que empiezan a ver como sus cimientos se tambalean: Festival de teatro, música y danza Temporada Alta, VAD festival de vídeo y artes digitales, festival de performance FEM, colectivo de danza Mal Pelo, entre tantos otros.

Sólo podemos esperar que el discurso institucional presente no se fundamente en ad captandum vulgos.