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Delta – A Post Believe Manifesto

Magazine

09 junio 2013
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Delta – A Post Believe Manifesto

El espacio está oscuro, de fondo, una melodía grave avanza, una luz tenue revela a tres personas. Visten de negro, llevan la misma peluca y el mismo maquillaje. Las tres giran, dan vueltas siguiendo una coreografía basada en una estructura triangular, sobre la que inscriben círculos, ellos mismos y alrededor de ellos. Con un ritmo constante llegan a hipnotizar al público, los movimientos varían, las tres figuras se unen y separan, se coordinan, sincronizan sus movimientos por un instante, y luego se vuelven a separar. La melodía sigue un paso marcado llenando de intensidad la sala, las luces varían, el público se abstrae y de golpe frenan, la música se apaga, las luces cesan, vuelta a lo oscuro.

Esto sintetiza lo que hemos visto en Delta – A Post Believe Manifesto, la pieza de Aimar Pérez Gali en el Mercat de las Flors de Barcelona. Una co-producción del Mercat y el centro BUDA de Bélgica, creada junto a Clara Tena y Carme Torrent y con música de Sara Fontán. La pieza es resultado de una investigación sobre el minimalismo y las prácticas performáticas de los últimos sesenta y primeros setenta, cuando en Nueva York imperaban el gesto, la combinación y variación de unos mismos módulos, en un lenguaje que buscaba las esencias del hecho-arte, un momento de ebullición, creación y riesgo. Pérez Gali hace de su obra una acumulación de resonancias, con un claro sentido de exploración y reacción a aquellas prácticas, llevándolo a unos niveles de obsesión donde la repetición deviene geometría, espacio creado, construcción de significado.

A menudo, me gustaría poder definir algo que se vive y es difícil transcribir. Una emoción va más allá de la palabra dada, y sólo algunos retienen la capacidad de nombrar algo y crear un universo. ¿Como entonces hablar de este universo sin palabras? Es en esta esencia del trabajo, en esta búsqueda perpetua de las posibilidades del vivir donde podemos encontrar la intensidad. Una vibración que es cuerpo, movimiento y tensión, la translación de la cuál deviene para el público en un mecanismo de auto-contemplación. “Estoy mirando el mar o el fuego arder en la chimenea” me dice una persona sentada a mi lado, “me estoy mirando a mi”. Desde las butacas el público se lo hace propio, se ata a la cola de los giros, vive en ellos y desarrolla un momento suspendido. A diferencia de los Derviche, aquí la experiencia, el trance, es para el público, los performers siguen concentrados en los pasos de la partitura. Podemos contraponer aquí formas de interactividad de creación seriada, industrial, incluso tecnológica y veríamos como, en esencia, los procesos mediados son los mismos, pero en la comunicación entre cuerpos la afectividad resulta crucial.

Los zapatos rozan el suelo emitiendo un estallido, chirrido que accidental o no, se incorpora a la sucesión hipnótica. Unas lentejuelas destellan en el rostro de los bailarines provocando algo inquietante, que junto a la estética negra en que se baña la pieza, nos adentra en el espacio de lo sublime (tabú). Creencia y descreencia de una construcción poética. En este trío, los movimientos pueden ser devastadores, y un giro envuelve un momento vital, una postura, una anécdota que se hace repetitiva y a la vez única.

Pérez Gali nos da un marco para la emoción, haciendo un guiño al minimalismo hecho a mano, como las líneas de Sol LeWitt; como las coreografías de Lucinda Childs, o como la música de Philip Glass. La primera de las Sentences on Conceptualism, de Sol LeWitt dice: “Los artistas conceptuales son místicos más que racionalistas”, una afirmación que si bien entró en su momento en contradicción con el anti-ilusionismo en los objetos de Robert Morris, abrió una grieta por donde buscar la trascendencia, tanto en la producción como en la recepción. Como nos sugiere Aimar Pérez Gali, hay cierta generación con ganas de volver a creer, aunque sólo sea por un minuto, en que una nueva construcción es posible.

Xavi Acarín está fascinado con la experiencia como motor de la cultura contemporánea. Ha trabajado para centros de arte y organizaciones culturales tanto en Barcelona como en Nueva York, con especial atención a la performance y a la instalación.

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