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Exponer sin matar en el intento

Magazine

22 mayo 2013
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Exponer sin matar en el intento

Este año son muchas las exposiciones en grandes museos dedicados a mujeres artistas de las vanguardias o el modernismo, en un claro intento por revisitar la historia del arte y su construcción: Saloua Raouda Choucair y Mira Schendel en la Tate Modern, María Blanchard en el MNCARS, Hilma af Klint en el Moderna Museet o Eileen Gray en el Centro Pompidou. ¿Qué discursos se están articulando para presentar estos trabajos? ¿Cuál es el papel del formato expositivo en estas presentaciones? Analicemos algunos ejemplos.

Hilma af Klint es la exposición del año del Moderna Museet, que apuesta fuerte por introducir una nueva pionera en el tablero de las vanguardias: mujer, médium y sueca. Nacida en 1862, con formación académica en Bellas Artes, Hilma af Klint se dedicó a pintar paisajes naturalistas como profesión y a crear múltiples y enormes pinturas y dibujos abstractos como vocación. Para más inri, los ocultó al mundo hasta 1964, porque no veía a este capaz de comprenderlos. Al igual que sus contemporáneos Kandinsky o Malevich, se interesó por aquello que la vista no puede apreciar: lo espiritual. Se acercó a la antroposofía, a los descubrimientos científicos como los rayos X, y, como muchos en aquella época, al mundo de los espíritus. En 1892 formó junto con otras cuatro mujeres un grupo autodenominado «Las Cinco», que realizaba sesiones espiritistas. Juntas produjeron 20.000 páginas de escritura automática y muchísimos dibujos representando las ideas de los espíritus para explicar el universo. Hablamos de 1900.

Siguiendo esas instrucciones, Hilma af Klint realiza entre 1906 y 1915 las ‘Pinturas del Tempo’, varias series de cuadros que representan las leyes universales y la evolución del mundo. Son grandes formatos en la que los colores amarillo (masculino) y azul (femenino) se entrelazan creando formas de vida que, a través de símbolos, formas geométricas, abstracciones de origen vegetal y letras, ofrecen composiciones dinámicas desde la efervescencia de la vida al estatismo de la muerte. Es una exposición estéticamente hermosa, con grandes piezas que cronológicamente la colocan en el ranking de primera abstracta.

No obstante, mucha de la información que he resumido en estos párrafos es inaccesible en la exposición, como por ejemplo, el simbolismo de los colores, o el hecho de que «Las Cinco» se reunieran durante diez años antes de que Hilma empezara con ‘El Templo’, y continuaran haciéndolo semanalmente hasta su finalización. Las obras se presentan à la white cube: abstraídas del mundo, repletas de signos que no comprendemos, solas en la grandiosidad del lenguaje de la artista.

Sólo que Hilma no estuvo sola. Por una parte, es fundamental su relación con «Las Cinco», cuyos nombres ni aparecen en la exposición. Se dedica a sus sesiones, textos y dibujos una mísera salita sin transcripciones. Af Klint nunca negó su colaboración en el proceso de contacto, en la creación de los textos y de los dibujos. Y sin embargo, la historia del arte y su exposición fallan una vez más ante la necesidad de exponer trabajos colaborativos, de múltiple autoría, que sobrepasan los límites del Genio. Los grandes cuadros son de mano de af Klint, pero no se puede obviar la importancia de los dibujos automáticos como antecedentes.

Por otra parte, el hecho de enfatizar la lucha por ver quién fue el Número Uno en la vanguardia no hace sino obviar que Hilma af Klint compartió con sus “rivales pioneros” un sentimiento común, una preocupación más amplia que la que ocupa a un sólo individuo tocado por la musa. Af Klint no se coloca compitiendo con, sino entre un grupo de personas trabajando sobre conceptos similares. No sólo eso: el ejercer de médium suponía, en este momento, la posibilidad para muchas mujeres de tener una voz. No es casualidad que muchas de las sufragistas fueran también médiums. La carga política de un grupo de cinco mujeres conversando con los espíritus, representando el mundo a partir de sus voces, y sintiendo que deben esconder este resultado, queda absolutamente diluida en la exposición.

Todo esto ocurre por la resistencia de los grandes museos a renunciar a la ficción del héroe de vanguardia, y la insistencia en insertar mujeres sin plantearse qué llevó a su omisión en su momento; cuáles son los valores que la construcción «arte» ha fomentado y que han excluido tantas prácticas. En la línea de la anterior exposición del museo, «Picasso versus Duchamp», que, como en un partido de fútbol, pone a los artistas-genios a meterse goles. Como si no hubiera colaboraciones, compenetraciones, discusiones, relaciones con el mundo, con la política, con la música y el cine, con los objetos diarios y la vida en general.

La exposición de Hilma af Klint es una bella exposición llena de magníficos trabajos, y una oportunidad perdida. Una oportunidad de repensar qué valoramos en las historias del arte: si las relaciones y las colaboraciones, los y las artistas en su sociedad; o el combate por la fama (sin plantearnos cómo y en base a qué se construye esta fama). Con Hilma af Klint, el Moderna Museet ha incluido un comodín en la baraja sin plantearse la posibilidad de jugar a algo que no sea el póker.

A Haizea Barcenilla le parece que el arte no existe por sí mismo, sino dentro de varios sistemas sociales entrecruzados, enzarzado entre ideologías y formas de mirar, incluido en redes de intercambio, de venta y de compra, de producción y de exposición. Cuando escribe crítica le gusta ampliar lo más posible su objeto de estudio, comprenderse como parte de él, plantearse cuál es su posición. Le resulta imposible ver el arte sin todo lo demás, y todo lo demás sin el arte. Y a veces consigue entrelazar uniones entre todos los flancos.

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"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)