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Federico Vladimir Strate Pezdirc y Jorge Tur Moltó: documentales de verdad

Magazine

13 julio 2013
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Federico Vladimir Strate Pezdirc y Jorge Tur Moltó: documentales de verdad


En la década de los 50 surgió una corriente documentalista llamada Cine Directo que confiaba ciegamente en que las cámaras podían ofrecer un registro objetivo de la realidad. La aparición de unos equipos mucho más ligeros permitían una aproximación “natural” a los individuos y a los hechos. Algunos cineastas con una actitud un tanto inocente pensaron que aquel sería el detonante para iniciar un acercamiento definitivo a la verdad.

Sesenta años después, aunque resulte innegable la influencia que dichos cineastas ejercieron e incluso sigan vigentes muchas de las prácticas que empezaron, las cosas no son como se suponía que iban a ser: no existe una realidad con mayúsculas, sino que existen múltiples realidades entre comillas: la objetividad no es posible; no puede existir una única visión. El director, por mucho que lo intente, siempre está ahí y nunca podrá desaparecer del todo. El director está ahí por el mero hecho de encuadrar, de elegir un plano, de decidir su duración, de influir en el montaje, y aunque pretenda ser un mero observador, su sola presencia influirá inevitablemente en el transcurso de los acontecimientos.

Dos documentales presentados recientemente en Barcelona nos llevan a reflexionar sobre todo esto: ‘A Gallon of Monster Foam’ de Federico Vladimir Strate Pezdirc (Buenos Aires, 1983) y ‘Dime quién era Sanchicorrota’, de Jorge Tur Moltó (Alcoy, Alicante, 1980). El primero fue proyectado en El Palomar dentro del marco de la exposición ‘In the future we will all be deers’, y el segundo como colofón de la 12ª temporada del Xcèntric en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

La obra de Federico Vladimir Strate Pezdirc es un collage narrativo en el que hay algunas piezas que no encajan, una autobiografía incompleta, una reflexión sobre el propio medio. ¿Por qué y para quién grabamos? ¿Por qué elegimos ciertas imágenes y no otras? ¿Qué sucede con la responsabilidad moral cuando grabamos a los demás? ¿Tiene sentido intentar reconstruir algo que sabemos de antemano que ya está perdido? En A Gallon of Monster Foam, Federico realiza moldes del cuerpo de su abuelo, enfermo de Alzheimer. Acerca la cámara a la cama en que yace el anciano. Gradualmente, muy despacio, día a día, centímetro a centímetro. Registra silencios y tiempos muertos durante horas con la esperanza de que suceda algo. Recorre algunos lugares que recorrió su abuelo en un intento parecido al que realizó el protagonista de La Vida Sublime (Daniel Villamediana, 2010): el de recomponer aquello que nunca podrá ser recompuesto. Un cometido imposible, sí; pero también inevitable. Una labor similar a la realizada por Jorge Tur en Dime quién era Sanchicorrota. Tur recorre las Bardenas Reales de Navarra intentando reconstruir la historia de Sanchicorrota, un bandolero del s. XV que, como Robin Hood, robaba a los ricos para dárselo a los pobres. ¿O tal vez no? Tur pregunta a los escasos habitantes del lugar aun a sabiendas de que no averiguará gran cosa sobre dicho bandolero. Y así influye en las respuestas, manipula, está presente todo el tiempo aunque no lo veamos. Sanchicorrota, al fin y al cabo, no es más que un MacGuffin, una excusa que le sirve para hablar de muchas otras cosas. De la memoria colectiva, por ejemplo. De cómo se conforma. De cómo se transforma. De cómo se cuestiona.

Decía Beckett que mientras que la escritura de Joyce tendía a la omnisciencia y la omnipotencia, demostrando todo aquello de lo que la literatura es capaz; sus textos, sin embargo, trabajaban con la impotencia y la ignorancia para llegar a la conclusión de que nunca podría conseguir lo que pretendía con ellos. Como Federico Vladimir Strate Pezdirc. Como Jorge Tur Moltó. Como muchos otros. Afortunadamente.


A Marla Jacarilla le resulta difícil definirse, aunque lo intenta de modo obstinado desde que hace algunos años le explicaron que sería bueno que tuviese un statement. Hace arte (o al menos lo intenta), escribe sobre cine y reflexiona de vez en cuando sobre cosas que suelen pasar desapercibidas. En cierto modo, todo esto se sitúa a un mismo nivel: la obsesión por esas letras que forman palabras, que forman frases, que forman párrafos, que forman capítulos que nos cuentan historias.

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