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La totalidad como representación

Magazine

04 julio 2013
© Jacob Hoff / Haus der Kulturen der Welt© Jacob Hoff / Haus der Kulturen der Welt

La totalidad como representación

La recién finalizada exposición “The Whole Earth” en la Haus der Kulturen der Welt de Berlín apunta a ser una de las más recordadas de toda la temporada. Comisariada por Diedrich Diederichsen y Anselm Franke, la exposición partía de la imagen de nuestro Planeta Azul en su primera representación difundida por la NASA en 1967 (captura realizada por un satélite). Un año más tarde, en la víspera de la Navidad de 1968, un astronauta de la expedición Apolo 8 realizaba una toma todavía más inquietante; la imagen del planeta Tierra vista con un trozo de la luna en primer plano. La Tierra desde otro cuerpo celestial. Estas icónicas fotografías transformaron por completo la imaginación del mundo. La investigación de “The Whole Earth” –literalmente un ensayo textual y visual transportado a un espacio expositivo–, se centra en los efectos que estas representaciones en la conciencia de la época; desde el nacimiento de los movimientos environtmentales a la contracultura hippie pasando por una renovada imaginaría en plena Guerra Fría.

Se insiste aquí en que esta imagen terráquea vino a suplantar esa otra representación especular dominante desde el final de la Segunda Guerra Mundial; la gran nube hongo de la explosión nuclear. El descubrimiento del Planeta Azul sirvió como un símbolo calibrador de prácticamente todos los sistemas de representación, desde el poder hegemónico determinado por el control del espacio a una nueva conciencia global –la antesala de la actual globalización– fundada en una noción de totalidad orgánica donde todos los sistemas aparecen interconectados. El subtítulo de la exposición resultaba en este sentido clarificador: “California and the Disappearence of The Outside”. Con ello, lo expuesto se ha centrado en las consecuencias que esta nueva imaginería en la representación y la conciencia del arte, la música, el cine así como en los movimientos contraculturales, con California como epicentro.

El activista Stewart Brand sobrevuela alto. Fue él quien en 1966 lanzara una decisiva pregunta a la NASA, “¿por qué no hemos visto todavía una fotografía completa de la Tierra?” Brand es aquí una figura pivotal, pues en 1968 ilustra el primer número de su revista Whole Earth Catalog con esa misma fotografía difundida por la NASA un año antes. Los sucesivos ejemplares de esta revista sirvieron como manual para los modos de vida comunitarista tan en boga en los Estados Unidos – se calcula que entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta alrededor de 10 millones de estadounidenses vivían en comunas o a partir de modos de vida alternativos-. El Whole Earth Catalog ayudó a romper la oposición entre cultura, tecnología y naturaleza, promulgando una nueva concepción de la cibernética como un territorio naciente. No en vano, es en California donde el desarrollo de la informática y los ordenadores personales va a tener lugar en décadas sucesivas (léase Silicon Valley y Apple).

El siguiente proyecto de Brand, ya en los ochenta, la comunidad virtual The WELL (acrónimo de Whole Earth ‘Lectronic Link), deja claro que la evolución natural del zeitgeist comunal es el mundo virtual y, claro está, Internet. Del Whole Earth Review a Wired.

La desaparición del afuera a la que se refiere el subtítulo debe entonces enmarcarse en la pérdida de hegemonía de todo lo relacionado con el espacio exterior, en una nueva configuración de los bordes en un retorno a la tierra como un todo o sistema interconectado. Las visiones holísticas, de completitud, vinieron entonces a inaugurar una nueva armonía cósmica. Esta idea de lo completo o la totalidad (aquí bajo el término whole) está desarrollada por los comisarios a partir de diferentes teorías científicas, ecológicas y contraculturales. Estas nociones sistémicas son muy ricas y abren toda una serie de interrogantes. Sin embargo, los comisarios no introducen la categoría de totalidad (totality) tal y como éste concepto ha venido dándose profusamente dentro del marxismo occidental (de Lukács a Jameson pasando por Adorno). No obstante, esta totalidad fue sugerida por el propio Franke en la conferencia al invocar la noción del Capital.

He aquí una exposición que habla acerca de los misterios de lo existencial sin ser existencialista. He aquí una exposición historicista sin quedarse en el simple archivismo. He aquí una exposición y un debate contemporáneos. Cuando ya no es posible colonizar el espacio exterior, se pasa a la colonización del alma, dijo Diederichsen en un momento. Sobre esto va el neoliberalismo; la cibernalización del alma y la subjetividad. El recorrido trazado va entonces desde las influencias de las filosofías orientales y el nuevo espiritualismo en los setenta, a los manuales de autoayuda y equilibrio Zen de cualquier directivo de marketing hoy. Siguiendo con toda esta impresionante narrativa, la conferencia se celebró los días 21 y 22 de junio en loor de multitudes. En un solo día se pasó de la eco-psicodelia al neo-liberalismo de Internet, de Marcuse en California a complejas lecturas (muy alemanas) acerca de lo “contra” y la negatividad (Hegel mediante). Un libro publicado por Sternberg Press recogerá todo esto y más. Todo un must.

Peio Aguirre escribe sobre arte, cine, música, teoría, arquitectura o política, entre otros temas. Los géneros que trabaja son el ensayo y el metacomentario, un espacio híbrido que funde las disciplinas en un nivel superior de interpretación. También comisaría (ocasionalmente) y desempeña otras tareas. Escribe en el blog “Crítica y metacomentario”.

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