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Preferiría no saberlo o todo lo contrario. Adrián Melis en ADN Galería

Magazine

11 octubre 2013
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Preferiría no saberlo o todo lo contrario. Adrián Melis en ADN Galería


«Un contrato por el que a los jóvenes con formación o con menos formación se les va a dar un crédito equivalente al salario mínimo o al salario medio, según la formación, para que puedan cualificarse y formarse, para que puedan encontrar un empleo cuanto antes. Es una gran propuesta». Este es un fragmento del discurso que Zapatero pronunció a finales de 2010. Ahora hay posibilidades de escucharlo amplificado, junto con otras tres perlas de la oratoria política española, en el espacio de la galería barcelonesa ADN, como parte de la instalación «The Best Effort», de Adrián Melis.

Para poder oír estas palabras será necesario que alguien llame a uno de los cuatro anuncios de trabajo falsos que el artista ha publicado en diferentes páginas web. La llamada de cada interesado activa la reproducción en la sala expositiva de uno de los discursos.

La exposición del artista cubano lleva por título «Time to relax», y contrasta con la anterior «Nuevas Estructuras de Producción» (Abril/Mayo 2012). El tema de las obras ha cambiado: si bien el año pasado Melis hablaba de la desmotivación de los trabajadores cubanos, ahora hace referencia a diferentes problemáticas de la situación sociopolítica española. Y lo hace desde el punto de vista de aquél que descubre el contexto y se interesa por sus conflictos, pero también con un cierto tono maquiavélico, como el que lleva implícito «The Best Effort», ya que hace uso del engaño y sus consecuencias para que una obra funcione, para alcanzar unos objetivos que quien llama desconoce. Nadie responderá la llamada, y posiblemente nunca sabrá que está activando una obra que un joven artista muestra en una galería de arte. Quizá mejor así, que comunique y que pase a ser uno de los tantos intentos frustrados y olvidados de encontrar un trabajo.

La misma forma de ocultar una información para que terceros actúen de una forma concreta -y la obra funcione- la encontramos en otra instalación, «Light off». En este caso, sin embargo, las víctimas del juego somos los espectadores que entramos en la galería, vemos cuatro cubos que de vez en cuando cambian de color (rojo, azul o verde) sin criterio aparente. Debido a que su estética choca radicalmente con la del resto de piezas expuestas, no tenemos muy claro si se trata de una obra o de decoración. La ambigüedad del objeto hace que de algún modo lo ignoremos, tal como ignoramos que lo que provoca su cambio de color es el estado a tiempo real del Ibex35, porque sólo lo descubrimos cuando leemos la hoja de sala, y nos enteramos, también, que incluso podíamos habernos sentado encima de los cubos, y que la pieza funciona a nivel conceptual sólo cuando el espectador no la conoce como proyecto artístico, cuando se sienta, cuando no la tiene en cuenta; como seguramente no se tienen en cuenta tampoco los niveles de la bolsa.

¡Haberlo dicho antes! O no. Esta obra me provoca tanta contradicción que me da rabia. En cuanto conozco su críptico contenido, pierdo la oportunidad de ponerla en marcha.

Estas dos instalaciones contrastan a nivel formal y conceptual con el resto de obras de la exposición y denotan un posible cambio en las metodologías de Melis en la manera de utilizar y comunicar la información de sus obras. Mientras que las dos instalaciones mencionadas presentan el contenido de una forma críptica, las series fotográficas «Time to relax» o «Puntos de reposición» son de fácil lectura y comprensión. Además, la interactividad a la que están sujetas las dos instalaciones hace sentir que tu presencia es necesaria. Seguramente sea por este motivo que estas dos se aproximan a la realidad de los conflictos de una manera aparentemente menos superficial que el resto de obras de la muestra.

Es de celebrar que los trabajos de Melis, que podríamos clasificar como piezas digitales, escapen de la costumbre del «mira qué podemos hacer» y de la mera demostración de aptitudes técnicas que en ocasiones podemos criticar del arte digital, para ir más allá y crear situaciones condicionadas por unos factores que quedan fuera del alcance de todos nosotros.

Anna Dot nació un domingo de abril. Es de Torelló y trabaja entre dos mundos que no percibe separados de ninguna manera: el de la producción artística y el de la reflexión sobre los contextos artísticos a través de la escritura.

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