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Regina José Galindo: ladinas muertas, lirios blancos

Magazine

23 noviembre 2012
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Regina José Galindo: ladinas muertas, lirios blancos

Regina Galindo nace un día de 1974. A los segundos los médicos cortan el cordón umbilical que la unía a su madre. Treinta años después, Regina está comprando ilegalmente seis cordones umbilicales metidos en una botella de Pepsi-cola con formol. En Guatemala se puede comprar cualquier cosa imaginable por los cauces más insospechados. Lo que hará es atarse desnuda a una cama con esos cordones umbilicales por las cuatro extremidades. Está embarazada de ocho meses. Esa performance, “Mientras, Ellos Siguen Libres”, hace referencia a las masivas violaciones infringidas por los soldados durante el conflicto armado a miles de mujeres, embarazadas o no. La mayoría perdieron a sus hijos.

La pequeña Regina juega en las calles de Ciudad de Guatemala, que no es ciudad para niños. Ni tampoco para mujeres. Tiene la tasa más alta de feminicidios del mundo. En ese entorno crece esa niña, que hablará de la muerte y de la violencia contra la mujer cuando desarrolle su labor como artista. Lo hará de una forma muy gráfica en su obra “XX”. Colocará 52 lápidas de cemento sobre las fosas donde descansan 52 personas sin identificar en el Cementerio de la Verbena, donde cada día llegan cadáveres desconocidos para ser enterrados acompañados por el más absoluto silencio. Galindo resalta un detalle: florecen lirios blancos sobre las tumbas. Dice que esas flores nacen de la descomposición de cadáveres. Los lirios blancos son símbolos de la inocencia, y en la iconografía cristiana, de la pureza. La leyenda cuenta que crecen sobre las sepulturas de los inocentes condenados a muerte. Así aparecen, por ejemplo, en “La pasión de Sacco y Vanzetti” de Ben Shahn.
En el año 1982 Regina tiene 8 años. En Guatemala Efraín Ríos Montt declara natural la muerte violenta. Es una forma poética de decirlo, pero si quieren me pongo prosaico: durante los 17 meses en lo que Ríos Montt estuvo en el poder se le acusa de ordenar la ejecución de 1.171 indígenas, además de más de un millar de violaciones sexuales en contra de mujeres menores de edad. Durante esos meses, en Guatemala no había habitantes, sino potenciales víctimas y potenciales criminales. A veces ambas cosas. Esa época de terror deja una huella imborrable en la joven, que veinte años después se preguntará “¿Quién puede borrar las huellas?”. Caminará descalza desde la Corte de Constitucionalidad hasta el Palacio Nacional de Guatemala dejando en las aceras un rastro de pisadas ensangrentadas. Es una referencia a las víctimas de Montt, que no pueden recorrer esas calles, pero también una denuncia de la candidatura presidencial del ex-militar en ese 2003.

En la adolescencia elabora una poesía muy apegada a la realidad y sensible con la mujer. Con los años esa poesía se convertirá en acción, en la primera aparición pública de Regina como performer: “Lo Voy a Gritar al Viento” (1999): como un ángel ladino, se cuelga del Edificio de Correos de Ciudad de Guatemala y lee sus poemas voz en grito. Arranca las páginas y las lanza a la calle, donde la gente se pelea por los trozos escritos. La lectura poética de una realidad trágica se desliza en todas las obras de esta artista.

Regina se nos hace mayor y piensa en qué hacer con su vida. Estudia para secretaria y consigue un trabajo en una agencia de publicidad. Se resigna a ser una ama de casa, propia o ajena, como lo son miles de mujeres en la capital del país. Con mucho humor tratará ese tema en “Angelina”. Se disfrazará de empleada del hogar durante un mes completo, realizando su rutina con esa identidad. Para registrarlo tomará fotos con una modesta cámara de fotos. La podremos ver en un bar, en el transporte público, con su familia…donde no la podremos ver más es en su trabajo real, la agencia de publicidad decidió echarla por ir disfrazada al empleo.

Así que Regina José Galindo se quita el disfraz y se encuentra sin empleo, con pocos recursos pero una convicción. No tenía dinero para elaborar una propuesta multimedia, solo tenía su cuerpo. ¿Qué hacer? trabajar con él. Como artista.

Con la misión de seguir mejorando en la escritura de la crítica de arte, lo demás es disfrutar y aprender a través de las propuestas contemporáneas, elaborando otras estrategias de relación, ya sea como colaborador de revistas, editor de una, curador o conferenciante. Como crítico de arte mochilero ha compartido momentos con artistas de Centroamérica, México o Chile. Y la lista aumentará. Combatiendo el arte interesado, aplaudiendo el arte interesante.

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"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)