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Dejad que los turistas de acerquen a mí

Magazine

23 marzo 2011

Dejad que los turistas de acerquen a mí

Milán, ciudad en busca de una definición, inaugura un nuevo museo dedicado al arte del s.XX en Italia. La apertura de grandes buques sigue en marcha, la construcción de la historia del arte de nuestro tiempo mediante los «grandes nombres» también.


A una hora en coche del clima mediterráneo y a otra de las pistas de ski, más bien gris y lluviosa, demasiado calurosa en verano y /jodidamente/ nevada en invierno; sus medidas son de capital europea -pequeñas para los cánones chinos- y, aunque no ejerce, se le reconoce el título honorífico de ‘Capital Económica de Italia’. Motor industrial de un país claramente enfocado al sector terciario, la ciudad ha conseguido ser además capital mundial de la moda y el diseño.

Pero a diferencia de otras ciudades italianas, no es un key-point del lucrativo circuito turístico: no tiene el peso histórico de Roma; no tiene el encanto de Florencia ni el romanticismo de Venecia. Shakespeare no le dedicó ninguna obra y tampoco lo hizo Coppola. Sus arquitectos no fueron lo suficientemente incompetentes como para elevar una torre sobre arenas movedizas, y la última vez que su gran monumento apareció en televisión fue por partirle la cara al presidente.

Y por eso se tuvo que crear sus propios -y pandémicos- movimientos turísticos, atrayendo a un muy específico y refinado target para cada una de sus ferias y eventos. Dejaron de lado al guiri de gorra, mochila y souvenir -magnetizado solamente cuando se trata de hacer el hooligan- y se centraron en la práctica visita especifica de acontecimientos de calendario, la de negocios, la de corbata, la que no pasea; consiguiendo dotar/promover la marca Milano como un referente de calidad, sofisticación y business que muy a menudo pasa desapercibida a ojos del abundante /desbordante/ consumidor de ciudades vacacional.

Se estrenó el Museo del Novecento en la capital lombarda, y tras varios intentos que empezaron ya antes de ‘La Gran Guerra’ -el último try, el CIMAC, cerrado el 1998- parece ser el recinto definitivo que albergará las colecciones privadas cedidas para llenar este novísimo edificio de contenidos -ojo aquí, punto importante- italianos realizados exclusivamente en la centuria pasada. Todo lo precedente va a la histórica Villa Reale y lo posterior, de momento, se guarda a la espera de un almacén-exhibidor propio que dicen, no tardará tanto como el de su siglo anterior.

En un espacio nada fácil los arquitectos del italiano Gruppo Rota han remodelado dos superficies de 3000 y 2500 m2 aprovechando su antiguo exoesqueleto de piedra; que combinado con leds, cristales y mucho blanco, construye un circuito para nada intuitivo de curvas y escaleras mecánicas que, todo sea dicho, difícilmente se podía salvar de mejor forma.

En uno de esos zig-zags empieza la muestra.

Abriendo con la imponente -por tamaño y carga simbólica- escena de ‘Il Quarto Stato’, la estampa de esta revuelta obrera lanzada al estrellazgo por la mastodóntica película de Bertolucci con Depardieu y De Niro en su reparto -y con la que comparte nombre el espacio- asesta un buen primer golpe de efecto al visitante que en muchos casos aún estaba contemplando a la rampa guggenheiniada al estilo F. Lloyd Wright con la que inicia camino este raro recinto.

De hecho la imágen revolucionaria sirve más bien para clausurar de una sola pincelada el siglo pasado junto con todas sus viejas oligarquías. Y como advirtiendo de ‘lo que no vas a encontrar aquí dentro’ da paso a una nueva era que, con la ayuda externa de Vicente Todolí, el comité de la Direzione Centrale Cultura y la dirección del sector museos de la Comune di Milano trazan en un recorrido wikipédico compuesto por todos los movimientos con representación italiana.

Pero hablemos de nombres propios: ‘Ritratto di Paul’ de Amedeo Modigliani, ‘Forme uniche della continuità nello spazio’ de un Umberto Boccioni que llena salas de futurismo; pintura metafísica de Carlo Carrà, Giorgio Morandi y Giorgio de Chirico; ‘Struttura al neon’ y ‘Concetto spaziale’ de Luchio Fontana, la ‘Merda d’artista’ de Manzoni… Y así uno tras otro ¿Algo de más allá de los 70? Tampoco lo he visto. Parece que al entrar en los debates de la posmodernidad la cosa se diluye quedando en nada; silencio de radio y vayan pasando.

Entre tal surtido, más que ante las tarjetas informativas, sorprende ver que el visitante de este museo-al-uso se amontona alrededor de sus ventanas. Pero es que las vistas son espectaculares: a escasos metros del Duomo y frente a las galerias Vitorio Emanuele II, la magnífica panorámica con la que goza el edificio llama con fuerza la atención mostrando todo lo que el ryanero espera de la ciudad en un único marco de lienzo transparente. De foto.

Como de foto era la cola para entrar en su último dia de acceso gratis. Y es que el Museo del Novecento es un monumento para turistas del siglo pasado: mientras media Europa se preocupa por no ser aquella ciudad tachada con el tick de ‘ya vista’ que queda olvidada en beneficio de otras que aún no tienen la chincheta roja en el mapa; de esas que como locas buscan ser sede de ‘lo-que-sea’ que obligue el foranio a volver; Milano parece que va a contracorriente inaugurando un nuevo reclamo que sabe a poco, dirigido a viajeros que llegaran al compás de las ofertas de lowcost y que lejos quedan del, por ejemplo, anhelado ‘turismo de calidad’ con el que se llena la boca Hereu para su Barcelona del futuro.

¿¡Milano, qué es lo que pretendes!?

En fin… por suerte, en la privilegiada penúltima planta del museo se encuentra una sala-bar con restaurante que hace que en conjunto, todo esto valga la pena.

Si fuera rico sería filántropo. O eso afirma. Nosotros no estamos muy seguros. Dice que como nadie le ha dado aún esa oportunidad, se dedica, ahora que puede, a celebrar la mediocridad y el anonimato. Durante el día teclea y aprovecha la tranquilidad de la noche para construir un refugio por si finalmente no llega el apocalipsis.

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"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)