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La exposición como espacio público

Magazine

26 abril 2011

La exposición como espacio público

La exposición como espacio de presentación define comportamientos y maneras de uso, ofrece recorridos y organiza contenidos y contenedores. La conexión entre el pensar una exposición y el pensar desde el urbanismo es importante. En el momento en que el urbanismo cede paso al peso de la economía global ¿qué papel puede jugar la exposición?


El urbanismo dejó paso al sector económico en su papel definitorio de la sociedad. Si los tejidos urbanos modernos marcaron una época, nuestro tiempo no es precisamente el de los proyectos que buscan un comportamiento social mediante el espacio urbano, sino el de la economía definiendo nuestro ritmo de actuación.

Los espacios de encuentro social público dieron paso a los centros comerciales, los planteamientos «radicales» del pensamiento moderno -con sus lugares de relación- fueron eclipsados por otras formas en las que la ideología quedó eliminada por bien de la economía.

Pero en todo momento, las exposiciones siguieron existiendo. Si las exposiciones internacionales marcaron el devenir de varias ciudades en varios momentos (Paris el 1851, Barcelona el 1889 y mucho más el 1929, New York ya el 1939), también las exposiciones de las vanguardias tenían como objetivo crear otras formas de relación. Tatlin y Malevich, mediante las presentaciones del constructivismo y el suprematismo, plantean contextos en los que se definen unas formas distintas de acercamiento al arte y a la vida, y Duchamp genera discurso, malestar e historia con las propuestas expositivas que le convierten en un «proto-curator».

La conexión arte-vida de algunos destellos de las vanguardias siguió con los situacionistas y específicamente con Constant Nieuwenhuys y la New Babylon, utilizándose el espacio del arte para ofrecer ideas sobre un posible nuevo modelo de ciudad para los tiempos venideros. Alrededor del mismo 68, pero en latitudes distintas, se plantea una queja absoluta frente a los planes económicos liberales para la región argentina de Tucumán: «Tucumán arde» utiliza la exposición como lugar en el que presentar otras formas, demostrar la queja y hacerse fuerte socialmente frente al poder.

Los tiempos globales llegaron y las propuestas itinerantes necesitaron (en el mejor de los casos) adaptarse a lo local. En «Cities on the move», Hans Ulrich Obrist y Hou Hanrou lograron que cada lugar en el que se presentó la exposición se partiera de un punto de vista «local», planteándose distintas soluciones formales así como apuntándose contenidos e ideas según el lugar. La ciudad se entendía como espacio de creación, buscándose al mismo tiempo nuevas y actuales definiciones de lo urbano.

Las exposiciones internacionales siguen ahora convertidas en un dudoso motor económico, moviendo cantidades ingentes de capital por el bien de un supuesto futuro y generando, en algunos casos, situaciones complejas como la vista en Sevilla después de su Expo, ofreciendo más un problema urbano que no una solución. Las «otras» exposiciones, donde los contenidos son el punto de partida, intentan en el mejor de los casos marcar huella y generar maneras y miradas nuevas, posibilidades para la percepción crítica de nuestro entorno así como de las prácticas artísticas.

La ciudad, como tema en sí, ha formado parte de la exposición artística en múltiples propuestas pero ¿podemos pensar en la exposición como trama urbana? ¿podemos pensar en la exposición como un elemento definitorio y al mismo tiempo propio de la ciudad? Si el arte tiene la doble vertiente de observación y participación de lo real, lo lógico es que sus dispositivos de presentación también incorporen esta dinámica. Resulta una evidencia el hecho de que la exposición conlleva un planteamiento previo de recorridos por parte de sus usuarios, que juega con el espacio y el tiempo mediante una serie de elementos (sean obras, trastos, cine, documentación, eventos, conferencias, talleres…) en las que se define un modo y un tono de actuación. En cada exposición la posibilidad de experimentar sobre el tipo de aproximación, lectura, recorrido y relación por parte de los usuarios puede conllevar una revisión de los términos propios del urbanismo.

Y en el momento en que el urbanismo perdió su factor social, resulta factible entender la exposición como ese lugar de encuentro social perdido, como ese lugar de definición ciudadana, como ese tiempo donde es posible articular un entramado social y político. Un modo de actuación que, aunque urbano, parte de la idiosincrasia de lo artístico, donde el error y la fragilidad son mucho más aceptados y suponen un riesgo seguramente menor pero no menos interesante. La exposición, si la entendemos como un elemento dentro la trama urbana y también definitorio de ella, ofrece posibilidades para reformular aún más nuestro contexto. Existe el «peligro» de caer en lo propio, de entender la exposición como «nuestro» lugar, cerrándose la posibilidad a una interacción y abusando de los códigos del arte para eliminar cualquier posible salida de tono. La lectura casi utópica de la exposición como espacio de trabajo común para la realidad social, urbana y política choca en muchos momentos con la falta de conexión con sus usuarios. La dificultad para encontrar públicos es notoria si no hablamos de grandes instituciones y hasta de sus blockbusters, pero al mismo tiempo resulta interesante pensar quién deben ser los usuarios activos de la exposición, qué cantidades económicas manejamos al definir estas propuestas y compararlas con otros espacios de intercambio social. La capacidad de incidencia puede ser alta, mejor de lo que a priori pueda parecer.

De nuevo, la idea de responsabilidad en la exposición puede resultar útil: Un lugar para la investigación pero en tiempo real, una base desde la que generar un discurso crítico y generar posibles modelos. La revisión constante de la exposición como formato, con su adecuación a las variaciones sobre la idea de producción, con la incorporación de eventos múltiples, con el acercamiento a grupos de público identificados, puede también leerse como una necesidad para dar un sentido pleno al dispositivo de presentación por excelencia en un contexto donde los lugares de encuentro para la definición común tienden a desaparecer.

Director de Index Foundation en Estocolmo, comisario de exposiciones y crítico de arte. Sí, después de Judith Butler se puede ser varias cosas al mismo tiempo. Piensa que las preguntas son importantes y que, a veces, preguntar significa señalar.

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