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Una cuestión de expectativas

Magazine

11 abril 2011

Una cuestión de expectativas

Dos exposiciones con artistas de origen latinoamericano que reciben poca atención mediática. ¿Cómo se define lo que es interesante y lo que no? ¿dónde se marca que algunos artistas latinoamericanos sean importantes para los media y el sistema? ¿Qué importancia tendrán estas exposiciones para sus artistas? ¿y en qué lugares destacarán?


Patricio Gil Flood (Argentina, 1977) y Paulina Silva Hauyon (Chile, 1980) son una pareja de artistas sudamericanos que viajaron a Barcelona para participar en dos proyectos expositivos que tuvieron una repercusión prácticamente nula en el contexto artístico de esta ciudad. Invitados por la galería Sicart dentro del Ciclo Perspectivas Latinoamericanas, un programa de residencia-exposición donde trabajaron en un taller abierto al público. Allí crearon siete piezas, dibujos, pinturas e instalaciones, que continúan expuestas en la galería de Vilafranca del Penedès. Confiesan los artistas que durante el período de trabajo –casi un mes- recibieron pocas visitas, ni siquiera de los vecinos por pura curiosidad. Es evidente que una galería de arte está lejos de ser un polo de atracción para el público general. Sin embargo, tampoco aparecieron por allí críticos, artistas o comisarios residentes en la ciudad, interesados en conocer a las jóvenes prácticas artísticas del cono sur de América. Ambos artistas poseen una activa y emergente trayectoria en esta región. No es su primera exposición en España. Gil Flood expuso anteriormente en Sicart (2007) y Luis Adelantado de Valencia (2010) y Silva Hauyon acaba de ganar el primer premio de pintura de la Fundación Guasch Coranty. Sin duda, la apuesta de Sicart es segura desde un punto de vista económico, pero ingenua ideológicamente, ya que pretende plantear “una exploración de la producción en relación a lugares poco conocidos y a nuevos contextos sociales”. Vilafranca y, seguramente, Barcelona, han aportado poco al trabajo de esta pareja de artistas chileno-argentina y su breve estancia en este “nuevo contexto social” ha pasado desapercibida. ¿Por qué?

El otro caso. Aprovechando el viaje y estancia de estos artistas, Die Ecke- Barcelona, una especie de “sucursal” de la galería chilena del mismo nombre, presenta la muestra «Superficies de conspiración». Aquí, Patricio Gil y Paulina Silva exponen junto a Walter Andrade (Argentina, 1984) y Paula Massarutti (Argentina, 1976) cinco piezas que probablemente ofrecen un acercamiento certero a lo que puede estar ahora cociéndose en esas latitudes. No es difícil vincular los trabajos: las portadas de vinilos de Patricio Gil, donde se ha borrado con tinta negra toda la información dejando exclusivamente la imagen, dialoga sin dificultad con la serigrafía de Paula Massarutti, donde una de las imágenes de la instalación Hollywood de Maurizio Cattelan, se reproduce en tinta negra sobre un pliego también negro. Este juego de ocultación está presente también en la fotografía de Paulina Silva, un autorretrato donde su rostro desaparece tras un destello de luz estratégicamente ubicado. Completan la exposición dos piezas del joven Walter Andrade: una guirnalda de papel y un sello de goma con mensajes ocultos detrás de su aparente literalidad. Cinco obras correctas, quizá demasiado correctas, pero que ofrecen una ventana a la vital escena artística argentina. Cuatro jóvenes artistas que hoy pujan en el mercado americano -no olvidemos que ambas iniciativas surgen de galerías. Sin embargo, más allá del circuito comercial ¿qué resulta de este intercambio? Nuevamente cabe preguntarse por qué pasan desapercibidos. ¿Falta difusión por parte de las galerías o la ausencia de relaciones y contactos locales hace mella en su visibilidad?

Ni Sicart ni Die Ecke, una galería joven y desconocida en el circuito español, poseen el tirón mediático de museos o centros de arte que acogen en estos días sendas exposiciones de artistas latinos. Nombres que además tienen una trayectoria internacional reconocida: Carlos Garaicoa, Alfredo Jaar o Roberto Jacoby. Sorprende que Sicart, por ejemplo, no haya acompañado esta residencia-exposición con otro tipo de eventos que permitiesen un auténtico intercambio entre los artistas y la ciudad que les acoge temporalmente. Esta es sin duda una tarea pendiente en casi la totalidad de espacios que ofrecen residencias para artistas en España. Pero puede que haya que ir un poco más al fondo del asunto y plantear si España es el lugar idóneo, si Madrid o Barcelona, las dos grandes capitales de la península, son realmente el puente entre América Latina y Europa. Se ha escrito mucho sobre esta compleja relación, sobre este parentesco impuesto por una historia trágica, de la que hoy sólo sacan provecho las multinacionales españolas instaladas en el continente. La utilización de una misma lengua no ha servido de mucho; quizá la literatura ha sido más beneficiada en este intercambio, mal que nos pese, el castellano no es la lengua oficial en el mundo del arte.

Romper la endogamia de los circuitos artísticos no es nada fácil, en tiempos de crisis aún peor, pero quizá haya algo más profundo. De las teorías post-colonialistas, es interesante reflexionar sobre la idea de subalternidad del arte latinoamericano respecto al europeo. A mitad de los años ’80, Gayatri Spivak se preguntó ¿Puede hablar el sujeto subalterno?. Una pregunta que hoy sigue teniendo validez al igual que preguntarse ¿Puede hablar el artista latinoamericano? ¿y ser escuchado?. Es evidente que hay excepciones, pero la historia de esta relación está llena de frustraciones. Es probable que exista un choque, un cruce de expectativas no satisfechas. Es decir, quizá los artistas y el propio establishment de América Latina espera de España algo importante, sobretodo, que se transforme en un puente expedito hacia Europa. Por su parte, los artistas y el establishment español también tiene expectativas sobre lo que debe cruzar el Atlántico e instalarse en sus salas de exhibición. Expectativas que parecen estar cumpliendo en el último tiempo, por ejemplo, los artistas cubanos (Los Carpinteros, Wilfredo Prieto, Carlos Garaicoa) que viven un auténtico momento de gloria. Pero, cuando estas expectativas estéticas, plásticas, conceptuales, incluso políticas, no se cumplen, ciertos trabajos y ciertos artistas, por mucho valor que tengan a nivel local, pasan completamente desapercibidos, ya no en el mercado, si no en el contexto, en la escena del arte contemporáneo en España. No hay intermediación posible, no hay “voz” para estos artistas y si la hay, no es escuchada. Luchar contra esta realidad de subalternos puede que conduzca al completo anonimato. Quizá se trate de infiltrarse poco a poco o de perforar la estructura desde abajo o quien sabe. Quizá se trate de aprender otro idioma.

Patricio Gil y Paulina Silva ya han regresado a La Plata, la ciudad donde viven y donde tienen una visible y reconocida actividad artística. Toda esta tesis les resulta ajena, para ellos la experiencia ha sido positiva y no dudan que les reportará una serie de beneficios. Sus trabajos continúan expuestos en Sicart y Die Ecke de Barcelona hasta fines de abril.

Andrea Pacheco nació en Santiago de Chile, vivió 14 años en Madrid y retornó a su ciudad natal no hace mucho. Su interés en el trabajo de los artistas contemporáneos es sincero y profundo. Cuando escribe sobre alguno de ellos, tiene siempre en mente la célebre frase de Salvador Dalí: lo importante es que hablen de tí, aunque sea bien.

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