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La incapacidad de poder formular un mañana. Sigo teniendo muy presente la muerte de David Bowie, es como si hubiera un antes y no un después, marcado de un modo dramático. Y Leonard Cohen. Tuvimos –con sus muertes- elementos emocionales que nos demostraban que todo se venía abajo y que el marco referencial no era nada estable o ya se había superado. También Bauman. El marco estaba desapareciendo, el vacío conllevaba oscuridad y al mismo tiempo una posible reformulación, pero la velocidad parecía dificultar la opción de reformulación misma. Y no únicamente la velocidad.
Todo cae y sigue cayendo. Bien, ya caíamos en las Twin Towers, caíamos durante la represión en Egipto después de esas primaveras, caíamos de lleno en el miedo como normalidad y caíamos frente a poderes mediáticos que destrozaban toda opción de cambio de sistema en España. El 15M y su derivación política mainstream fueron arrasados medialmente para que el status quo se mantuviera -sin importar su grado de corrupción- y se imposibilitara la reformulación. El cuestionamiento del régimen –también en Catalunya- recibió cargas de odio mediante la fuerza y una imposibilidad no ya de diálogo sino simplemente de comprensión mutua.
Buscamos entonces vías de escape en el amor y en la fragilidad para descubrir que evidentemente también incorporan dolor. Ingo Niermann, Chris Kraus, Nathalie Djurberg, Kathy Acker, Sara Ahmed. Las tablas de salvación ya no eran suaves sino que tenían en su definición un precipicio. Y un miedo. Pasamos a compartir y a buscar en otros modos de formulación más allá de lo aceptado. Destrozamos la historia ya que el presente no se dejaba, investigamos el futuro como vía de escape también emocional. Salir de aquí ahora mismo pero sin tener ni idea de hacia dónde. Salir ya, intentar dejar este presente continuo que ha cambiado la monotonía por el desconcierto.
Pero en esta fragilidad se clavan algunas miradas y algunos cuerpos empiezan a ser otra potencia. Hace algunas semanas quedarse clavado mirando un enorme cartel anunciando una exposición de Rineke Dijkstra. Una mirada –no la mía sino la que me interpela en la imagen- que incorpora un algo así como una enorme complejidad en su interior. Una mirada que ya es histórica y que, ahora, crece en tamaño. Una mirada que, de algún modo, es ahora mismo distinta. O a lo mejor es que este “ahora” es lo que es distinto y obliga a revisar todo lo que nos rodea una vez más.
Las chicas retratadas por Rineke Dijkstra y su mirada a cámara, sus cuerpos frente a la cámara. Pero leído desde un cambio contextual que es histórico: #metoo. Esos cuerpos empiezan a ser parte de algo más grande, no son ya seres individuales que sufren y pueden sufrir desde el silencio sino que son un grupo que ha dicho basta. Y el cartel –en la fachada de un museo- es enorme. La fragilidad ha pasado a ser potencia, la mirada es desde arriba y además incorpora su propia historia y lo sabe. Y la relación entre fragilidad y miedo es distinta. El cuerpo es presente, no se esconde. La violencia -si llega- será magnificada y tendrá la misma visibilidad que este cuerpo, así que cuidadito con la violencia. Y violencia es sistema.
Comentábamos hace unos días en una reunión un posible cambio de paradigma: La posición feminista activa –como apunta Sara Ahmed- se ha leído como ese killjoy que genera malestar. En una fiesta, decir que ese comentario era machista, que esa mano mejor te la pongas el el bolsillo, que esas bromas no hacen gracia o que ese hombre habla todo el rato sin escuchar era recibido habitualmente con desaprobación. Venga, que no es tan importante, que estás exagerando, que nos estás rompiendo la situación. Era en una fiesta, en una reunión, en una exposición, en una cena y en tantas situaciones más. Y con #metoo ya no hay killjoy como única opción, lo que hay es un cambio de papeles y una serie de miradas compartidas a gran velocidad, gente que ya no necesariamente se va a sentir sola e incapaz de acompañarse de cierta empatía. Se genera un nuevo grupo que se sabe con capacidad de acción. Que se sabe y se define en el compartir y entender el pasado, el presente y una opción de futuro. Y con capacidad de espera, algo importante.
Las imágenes de Rineke Dijkstra modificándose, los cuerpos dejando de ser poseídos para ser posibilidad de acción. Y, aún así, desde una fragilidad que implica que los pasos no se pueden hacer demasiado rápido ya que, como sabemos, en la velocidad nos han eliminado. Una situación que implica tener un plan compartido y aguantar hasta una futura explosión para que no reviente en nuestras manos. Lentamente. Ver si ese entuerto que se llama realidad de 2017 hacia 2018 y que no podemos entender –ni nadie puede- se convierte en la base desde la que cambiar mucho de lo que nos ha llevado hasta aquí, ver que las estructuras informales piden a gritos que las hagamos visibles para dar paso a la criticalidad. Todos estos accidentes que pasan.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)