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Spotlight

23 enero 2025

A TRAVÉS DE LAS LUCHAS SE CREA UN SENTIDO DE COLECTIVIDAD

Conversación con Carme Arcarazo, portavoz del Sindicat de Llogateres

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El Sindicat de Llogateres ha sido fundamental en la defensa de los derechos de la vivienda en Barcelona desde su creación en mayo de 2017. A lo largo de los años, el sindicato ha lanzado diversas campañas, empoderando a los vecinos y exigiendo regulaciones específicas a la administración. Es importante recordar que la crisis financiera de 2008 comenzó en el sector de la vivienda. Desde finales de los años noventa —y antes incluso— España implementó una serie de políticas públicas, reformas legales y medidas económicas relacionadas con la recalificación de terrenos, hipotecas y créditos. Si bien estas permitieron una sobreproducción de viviendas, también crearon una burbuja inmobiliaria que eventualmente estalló, causando una de las crisis más graves en la historia reciente del país. Aunque algunos movimientos en España ya estaban protestando contra la crisis de la vivienda en 2006, como V de Vivienda, o con el famoso lema «No Tendrás Casa en Tu Puta Vida», el colapso de 2008 emergió como una crisis sistémica, provocando una ola masiva de protestas. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) se convirtió en una de las principales organizaciones que abordaban los impactos del colapso, y junto con otras, estuvo en el origen del Sindicat de Llogateres. Uno de los efectos de esta crisis, especialmente en España, fue la llegada de grandes fondos de inversión que compraron grandes cantidades de propiedades. A medida que la crisis se extendía, se produjo una precarización general en Barcelona y su población. Esto, en retrospectiva, permitió el crecimiento del turismo masivo y la gentrificación como principales soluciones económicas a la recesión. Desde su creación, el sindicato ha estado activo en proponer medidas específicas para regular los precios del alquiler, como el mandato de que el 30% de las viviendas públicas se incluya en cada nueva construcción. La campaña Ens Quedem («Nos quedamos»), en la que los inquilinos que se niegan a desalojar sus pisos continúan pagando su antiguo alquiler, forzando negociaciones colectivas con grandes inversores y fondos buitres, es también una de sus iniciativas. Asimismo, fue parte de la organización de una huelga de alquileres durante la pandemia y la defensa de una propuesta en el Congreso para presionar al gobierno español a aprobar una nueva ley de vivienda.

Hoy en día, Barcelona está llena de habitantes y negocios nómadas. Está orientada hacia turistas que han destruido el carácter de la ciudad y muchas relaciones locales. El desplazamiento de la población de Barcelona corre el riesgo de hacer que la ciudad se asemeje a Venecia, un decorado vacío para habitantes estacionales que pueden permitirse vivir allí durante unos meses y consumir una experiencia falsa y genérica. En los últimos treinta años, Barcelona ha sido transformada por eventos como los Juegos Olímpicos de 1992 y el Foro Universal de las Culturas de 2004, operaciones para posicionar la ciudad internacionalmente e implementar una transformación urbana, presionando a la ciudad y a sus ciudadanos a asimilarse a agendas neoliberales y modelos y productos espaciales globales. El año pasado, en 2024, Barcelona fue la sede de la Copa América y de la Bienal Manifesta.

La primera es una competición de vela que atrajo a 2 millones de turistas, además de los 26 millones de turistas que suelen llegar cada año, en una ciudad de poco más de 1,5 millones de personas, que ha soportado una grave sequía durante los últimos tres años. Esta afluencia abrumadora implica un enorme coste social y ambiental. El segundo evento, Manifesta, la bienal de arte contemporáneo que se centra en una ciudad europea diferente cada edición, se ha vuelto instrumental para cambiar la narrativa de ese lugar, utilizando la cultura para gentrificar áreas y atraer visitantes e inversores. La 15ª edición se extendió por 11 municipios en la región metropolitana. Aunque Manifesta no tenga el mismo impacto mediático y público que la Copa América, promueve la región metropolitana a una población internacional, ya que muchos son, y serán desplazados o forzados a mudarse en los próximos años como otro resultado del proceso masivo de gentrificación de Barcelona.

A la luz de estas consecuencias previsibles, se sabe que Manifesta fue comprada por la ciudad (por entre 6 y 8 millones de euros, dependiendo de la fuente) como una concesión de la administración de Ada Colau a la escena del arte contemporáneo en Barcelona, ya que los había apartado desde el principio de su mandato —a pesar de que la comunidad artística fue uno de los sectores que más apoyó su candidatura a la alcaldía. Al parecer, una vez que Colau se convirtió en alcaldesa, un asesor le dijo que el arte contemporáneo era un juguete para gente adinerada y, por lo tanto, la escena artística sufrió. De todos modos, no está claro qué beneficios ha traído Manifesta a la comunidad artística local, dado el muy bajo número de artistas locales participantes y el hecho de que la precariedad habitual y los problemas estructurales del arte continuan intactos después de que Manifesta «se haya marchado» para conquistar otra ciudad en Europa.

Carme Arcarazo es la portavoz del Sindicat de Llogateres y ha abogado por una política de vivienda integral que, además de regular el alquiler, aumente los proyectos de vivienda pública y cooperativa. Hablamos con ella sobre el futuro del Sindicat de Llogateres y las formas en que la mercantilización de la vivienda son parte de la misma lógica extractivista sobre la naturaleza, la tierra y la ciudad como recursos pasivos para ser explotados, y sobre cómo transformar la situación y abordar las crisis de vivienda y ecológica paso a paso.

Michael, Maria Inés, Xavi: El Sindicat de Llogateres ha generado mucho revuelo desde 2017. ¿Cuál ha sido vuestro momento más álgido hasta el momento?

Carme Arcarazo: Es muy difícil mencionar solo uno. Normalmente, solemos pensar en las victorias como los momentos de orgulloso, pero sorprendentemente, también se me vienen a la mente las derrotas. Tuvimos un caso con Juan y Lidia, que vivían en Gràcia. Se negaban a aceptar un aumento de alquiler, que en ese momento era completamente legal, ya que el propietario podía subir el alquiler tanto como quisiera, así que decidieron quedarse y seguir pagando la cantidad anterior. El conflicto con el propietario duró mucho tiempo, y hubo varios intentos de desalojo, en los que se reunieron cientos de personas para proteger el edificio y evitar que la policía entrara. En el último intento, la policía lo consiguió; teníamos a cientos de personas organizadas, pero la policía entró por el sótano y logró desalojar a la familia. Aparecimos en todos los informativos, y Lidia, hablando frente a la cámara, dijo que la única batalla que se pierde es la que no se libra, la que no se pelea. Y ella luchó hasta el final para mostrar lo absurdo de la situación y cómo necesitábamos un control de alquileres para evitar prácticas abusivas. Así que, creo que gracias a personas como ellas, que ven su lucha como una lucha colectiva, es lo que marca la diferencia. Igualmente, luchamos un largo caso con CaixaBank, el mayor propietario de inmuebles en Cataluña, que poseía una gran parte del parque de vivienda pública asequible con cláusulas muy abusivas, implementando aumentos de alquiler y obligando a sus inquilinos a tener cuentas bancarias y seguros en su propio banco. Durante años intentamos negociar y acordar temas básicos: no desahucios, no aumentos de alquiler, mantenimiento de sus edificios, y así sucesivamente. Fue imposible hacer que se sentaran a la mesa, y pensábamos que iba a ser muy difícil porque CaixaBank tiene un poder enorme en Cataluña. Pero decidimos llevarlos a los tribunales. Por primera vez, el sindicato participó en un juicio. Teníamos 50 bloques y más de mil inquilinos, y este verano, en medio del juicio, CaixaBank acordó vender esos bloques al gobierno. Así que sí, lleva tiempo, y es una lucha constante. Ahora en España tenemos una nueva ley de derechos de la vivienda, pero nunca se llegará al punto en que el sindicato no sea necesario. No nos vemos solo como un movimiento social. Somos un sindicato, y estamos organizados porque necesitamos defender nuestros derechos.

MMX: ¿Cuál son los siguientes pasos en el sindicato?

CA: Ahora tenemos más de 3.000 hogares afiliados en Cataluña. Contamos con un censo, fue una de las decisiones que tomamos al principio, porque queríamos saber cuántos éramos y tener independencia económica para poder, por ejemplo, llevar a los fondos buitres a los tribunales, organizar formación para nuestros miembros y tener un fondo de huelga que nos permita apoyar a las personas que se atrevan a hacer huelga. Así que queremos consolidar esto. Estamos viviendo un proceso de acumulación de propiedades, estamos hablando de grandes propietarios, por eso ahora estamos organizados no por barrios, sino por propietarios, como Blackstone. Eso es muy importante porque nos da poder para presionar al reunir las fuerzas de los inquilinos de todo el país. Nos costó mucho tiempo que se aprobara una ley de control de alquileres, porque el sector inmobiliario siempre encontrará vacíos legales para desobedecer la ley, y no les importa involucrarse en comportamientos ilegales. Así que, para nosotros, aunque no suene muy atractivo, también se trata de garantizar que las leyes se respeten y nuestras victorias se consoliden, obligando a los grandes propietarios a obedecer a la ley.

MMX: No hay nada más sexy que estructurar un sindicato de inquilinos. Es impresionante el nivel de organización que habéis conseguido, y cómo habéis logrado presionar a gobiernos y medios para centrar la atención en la crisis de la vivienda. ¿Cómo ves la intersección de vuestro trabajo con el de los ambientalistas?

CA: Es un tema crucial, y casi no se habla de él. En el Reino Unido, parte del movimiento por la vivienda y el movimiento ambientalista se han distanciado mucho y, de hecho, han chocado entre sí. Nosotros creemos que eso es muy problemático y necesitamos entender que ambas luchas están conectadas. Algunas partes del movimiento por la vivienda en UK están a favor de construir nuevas viviendas, mientras que los ambientalistas están en contra, por el impacto ecológico de la construcción como responsable del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para nosotros, la única manera de resolver la crisis de la vivienda es cuestionando la escasez de oferta, una narrativa que constantemente nos bombardean los medios. Antes de construir más, deberíamos evaluar la situación y ver cuántas viviendas se usan como segundas o terceras residencias, propiedades de Airbnb o tiendas comerciales. Deberíamos centrarnos en cómo utilizar el stock actual antes de construir más, porque la nueva vivienda daña el medio ambiente. Nuestras luchas colectivas son para transformar el entorno construido en algo que no esté basado en el beneficio privado, lo que supone una confrontación directa con las mismas personas que están destruyendo el medio ambiente. Las huelgas de alquiler también son huelgas ecológicas.

MMX: ¿Qué opinas sobre la bienal Manifesta que ha tenido lugar en Barcelona y otras formas de instituciones culturales que participan en el proceso de gentrificación?

CA: Cuando se trata de eventos como Manifesta, necesitamos verlo dentro de un contexto más amplio. Es parte de una serie de proyectos que se utilizan para mostrar la ciudad de una manera específica, y estos espectáculos son muy eficientes porque traen inversión y atención mediática a la ciudad. Por supuesto que sabemos que el problema no es el arte en sí, sino cómo se usa el arte. Lo mismo ocurre con los deportes y la música. Necesitamos ser críticos y ver cómo la cultura y el arte están siendo instrumentalizados por las dinámicas capitalistas y neoliberales. Este problema no es específico de Barcelona, está sucediendo en todo el mundo. Al mismo tiempo, entiendo lo difícil que es para los artistas, y estoy segura de que muchos de ellos son conscientes y no quieren ser utilizados como peones. Necesitamos pensar en formas alternativas de organizar eventos culturales que estén alineadas con las luchas de la gente que vive en la ciudad.

MMX: En Barcelona tenemos turismo masivo y un proceso de gentrificación rampante que convierte a la ciudad en un parque de atracciones para ricos. A veces, esto se ve en edificios vacíos y en la concentración de personas sin techo en ciertas zonas. [Esta entrevista se hizo online, pero Michael muestra la calle donde está ubicada su Free Music School, allí unas antiguas instalaciones deportivas están rodeadas por un campamento de personas sin techo]. ¿Qué medidas específicas podemos imaginar para evitar aún más la destrucción de la ciudad?

CA: El número de edificios y apartamentos vacíos en Barcelona es un tema muy debatido. No está nada claro cuántos hay. Se han realizado varios estudios sobre esto. Muchas veces nos han criticado por querer implementar una ley de control de alquileres, con el argumento de que no sería rentable para los propietarios alquilar sus apartamentos, y como consecuencia sería más barato para los dueños mantenerlos vacíos. Por supuesto, esto es ridículo, porque una práctica común entre los grandes fondos de inversión es comprar edificios enteros y dejarlos medio vacíos para aumentar su valor y crear una sensación de escasez. Esta práctica ha aumentado en los últimos años y no tiene nada que ver con el control de alquileres, sino con estrategias especulativas que utilizan nuestras ciudades como forma de hacer dinero. En Barcelona, ahora tenemos las superilles (super-manzanas, grandes zonas peatonales que consolidan la vida vecinal, aumentan el espacio verde y controlan el tráfico). Estas superillas suelen verse como una razón para subir los alquileres, aunque deberíamos poder tener ambas cosas: derecho a un entorno saludable y respirable y control de alquileres que asegure que la vivienda sea asequible. La forma de conseguirlo es mediante leyes más fuertes y su cumplimiento. Uno de nuestros casos más conocidos, Casa Orsola, está ubicado en una super-manzana. Quieren expulsar a 27 hogares. Así que, para nosotros, es completamente necesario tener regulaciones que permitan a las personas vivir en sus barrios, en los lugares donde crecieron, en este caso, el centro de Barcelona.

MMX: En las asambleas creáis un sentido de colectividad, y lo hacéis utilizando el catalán como idioma del sindicato. La lengua de la calle en Barcelona no es el catalán. Entonces, ¿que experiencias tenéis sobre como conectar a personas de orígenes tan diversos?

CA: Pues es muy importante porque nos damos cuenta de que, si estamos juntos, podemos ganar. Por ejemplo, hemos tenido personas racistas que han asistido a las asambleas, pero a través de su compromiso se han dado cuenta de que el enemigo no es el migrante, que la narrativa de la escasez es falsa, y que todos estamos compartiendo los efectos de un mercado de la vivienda diseñado para beneficiar a los propietarios. El problema no es la persona que tienes al lado, sino la que está por encima. Para nosotros, también es clave celebrar nuestras victorias: cada contrato renovado, cada persona que recupera su fianza es una victoria para todos, lo que nos permite sentirnos parte de una comunidad más grande y generar conciencia de clase. Mientras que en otras partes de Europa los sindicatos de inquilinos existen desde principios del siglo XX, en España no eran comunes, por lo que estamos construyendo una nueva subjetividad que involucra a muchas personas diferentes. Desde el principio, hemos usado el catalán en nuestras asambleas, lo que es relevante porque el catalán es una lengua minoritaria que está en peligro. A pesar de que muchas personas no lo saben, hacen el esfuerzo, y, por supuesto, cambiamos a español o a otro idioma si es necesario. Pero es impresionante ver cómo y lo que se aprende al compartir sus luchas.

MMX: Desde los Juegos Olímpicos, Barcelona ha organizado grandes eventos para lograr grandes reformas urbanas y atraer inversores y turistas. El año pasado tuvimos la Copa América y Manifesta, que son eventos dirigidos a públicos diferentes, pero quizás tengan más puntos en común de lo que se podría esperar. Mientras que la Copa América atrae a un público elitista del deporte, Manifesta parece estar diseñada para convencer a los locales de mudarse a otras ciudades del área metropolitana. Uno de los espacios de Manifesta fue las Tres Chimeneas en Sant Adrià de Besòs (también conocida como “Chernobyl”), donde está planificado un gran desarrollo inmobiliario.

CA: Sí, Manifesta no ha estado tan presente en el debate como la Copa América, y es difícil para las personas que no forman parte de este sector conectar con una bienal de arte contemporáneo. Pero la opinión general de la gente en Barcelona hacia estos grandes eventos está empezando a cambiar. Tenemos que cuestionar quién se beneficia de estos eventos, y, en el caso de la Copa América, todos los partidos políticos estaban a favor, y sus efectos ya son un desastre para la ciudad, con aumentos en los precios de los alquileres, el uso de códigos QR para que los vecinos de La Barceloneta entren en sus casas, y la privatización del espacio público. Algunas personas del sector cultural sí son sensibles a la situación de la vivienda, pero la gentrificación no ocurre solo porque algunos artistas se muden a una zona donde el alquiler es más barato. Es una estrategia organizada para inclinar la inversión pública, la zonificación y las políticas fiscales a favor de determinadas agendas económicas. En los últimos años nos han dicho que no hay suficiente espacio en la ciudad para todos, y que, inevitablemente, tenemos que mudarnos a otras ciudades y pueblos del área metropolitana. ¡Casi tenemos que pedir disculpas por vivir en las zonas centrales de Barcelona!

MMX: La pasada primavera, el sindicato organizó en Barcelona una reunión internacional de sindicatos de inquilinos. ¿Qué estrategias se están compartiendo y cuáles son las perspectivas de crear alianzas y construir solidaridad entre países?

CA: Fue muy importante para nosotros reunirnos en Barcelona. En dos años tenemos otro gran evento, se llama The District, una feria inmobiliaria donde se reúnen inversores de todo el mundo para discutir tendencias y presionar ciertas políticas. Para nosotros, organizar una Reunión Internacional de Inquilinos en Barcelona también fue una respuesta a esta provocación, para mostrarles que nosotros también estamos haciendo conexiones internacionales y planeando futuras acciones entre países, compartiendo conocimientos. Necesitamos tener una huelga global de inquilinos y compartir más luchas, así que aprobamos la Declaración de Barcelona y estamos trabajando en comisiones, desarrollando una estructura internacional que es muy interesante.

Casa Gomis, 2024. Foto © Manifesta 15 / Helena Roig

Web del Sindicat de Llogateres

(Foto de portada: Las tres chimeneas, 2024. Foto © Manifesta 15 Barcelona Metropolitana | Arnau Rovira)

Xavi Acarín está fascinado con la experiencia como motor de la cultura contemporánea. Ha trabajado para centros de arte y organizaciones culturales tanto en Barcelona como en Nueva York, con especial atención a la performance y a la instalación.

Michael Hart es un artista que vive entre Barcelona, España y Saint-Cirq-Lapopie, Francia. Nacido en New Orleans, Louisiana en 1981, creció en un suburbio de Fort Worth, Texas. Su madre es una profesora de escuela retirada y su padre es un reconocido fotoperiodista ganador de un premio Pulitzer. Las fotografías de Hart han sido publicadas en Art Forum, The Boston Globe, El País, The Guardian, Haaretz o The New York Times Style Magazine, Vogue Magazine, Wall Street Journal entre muchos otros.
www.hartharthart.com

María Inés Plaza Lazo es editora, comisaria y estratega comprometida con el desmantelamiento de las jerarquías capitalistas en el arte y la comunicación. Nacida en Guayaquil (Ecuador), opera entre Berlín y el mundo, configurando marcos para el pensamiento y la acción colectivos. Formada como historiadora del arte en la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, integra la teoría crítica y el análisis histórico en su práctica. Es cofundadora, junto con Paul Sochacki, de Arts of the Working Class, una revista que se vende en la calle y que aborda las intersecciones entre pobreza, riqueza, arte y sociedad. Editada junto con Amelie Jakubek, Dalia Maini y una red de colaboradores, la revista amplifica las voces de distintas disciplinas e idiomas, al tiempo que redistribuye los recursos: los vendedores se quedan con el 100% de las ventas, lo que convierte cada número en una herramienta de supervivencia y solidaridad.

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