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William Forsythe, coreógrafo estadounidense de gesto tranquilo y mente explosiva, pertenece a esa estirpe de artistas que prefieren dinamitar las tradiciones a pulirlas. Desde los años 1970, ha revolucionado la danza estirando los límites del ballet académico, liberando al cuerpo de los corsés de la técnica clásica y expandiendo el vocabulario dancístico.
Nacido en Nueva York en 1949, Forsythe desmonta el ballet clásico con la precisión que Derrida deconstruye un texto. Pero aquí no hay nostalgia por lo desarmado, sino la euforia de un nuevo lenguaje. Con ese enfoque deconstruido y experimental dirigió el Ballet de Fráncfort durante 20 años (entre 1984 y 2004). Sus obras funcionan como sistemas vivos, rizomas donde cada bailarín es un nodo que decide y donde el espacio se pliega según lógicas cibernéticas. Tras dejar Fráncfort, fundó The Forsythe Company (2005), dedicada a la danza contemporánea y performances interdisciplinarias.
Hoy, sus piezas son clásicos modernos, de ahí el homenaje que el Staatsballett de Berlín le dedicó en plena Semana Santa poniendo en escena tres de sus obras fundamentales.
Imaginen un escenario poblado por veinte mesas metálicas. Catorce bailarines se deslizan entre ellas como electrones en un acelerador de partículas, evitando choques con miradas calculadas al milímetro. Los bailarines se guían por indicaciones sutiles (miradas y gestos) para sincronizarse mientras rozan los metales y contienen el jadeo. Esto es One Flat Thing, reproduced (2000), una obra donde el espacio ya no es un contenedor, porque Forsythe no organiza cuerpos, los libera en sistemas autoorganizados, como si cada intérprete fuera a la vez solista y arquitecto de un orden efímero.
Es aquí donde el arte de geometrías perfectas se conviertenen un rizoma salvaje, enredado e impredecible. No hay centro ni jerarquías, solo conexiones que nacen y mueren en tiempo real. Forsythe demuestra que la danza puede ser una reflexión sobre cómo habitamos el mundo, cómo negociamos la libertad dentro de los límites, y cómo, en el caso de este pieza, entre mesas que obstruyen, el cuerpo inventa caminos insospechados. No es igual verlo que contarlo.
One Flat Thing, reproduced en el Staatsballett de Berlín, abril 2025. Foto: Yan Revazov
La obra aplica contrapunto musical al movimiento entrelazando patrones independientes pero complementarios a la vez que explora la paradoja creativa de la restricción espacial —las mesas limitan pero también intensifican la inventiva— convirtiendo cada performance en una partitura viva donde los bailarines resuelven problemas coreográficos en tiempo real. El título refleja esta dualidad: «One Flat Thing» alude a las mesas como eje central, mientras «reproduced» sugiere una reelaboración de la investigación de Forsythe sobre la deconstrucción del ballet.
Tras 17 años alejado del ballet tradicional, Forsythe regresó al lenguaje clásico con Blake Works I (2016) creado para el Ballet de la Ópera de París. Aquí, desentierra el vocabulario de la escuela francesa y los torsos que parecen sacados de un cuadro de Degas, pero los sumerge en los siete temas del álbum The Colour in Anything del joven cantante, compositor y productor británico James Blake, conocido por su mezcla de música electrónica, R&B y soul cargada de emociones. Los violines se esfuman; quedan sonidos de piano que gotean melancolía, beats y un falsete que convierte el dolor en belleza.
Si en One Flat Thing… Forsythe dinamitaba las jerarquías con mesas metálicas, en Blake Works I el sabotaje es más sutil, un ballet clásico infiltrado por los beats de James Blake.
Por último, Approximate Sonata, también de 2016, es un juego de equilibrios imposibles. Una serie de pas de deux donde los bailarines no se limitan a ejecutar, sino que negocian también en tiempo real cada peso, cada respiración compartida. Las formas coreográficas —frágiles, volátiles— se sostienen apenas un instante antes de desmoronarse o mutar. Ambos cuerpos escuchan y se contradicen. Forsythe convierte la técnica clásica en un ejercicio de fe mutua, les bailarines caen hacia el vacío sabiendo que el otro estará ahí para recibirlos.
Forsythe no coreografía el caos: lo descompone en gestos precisos. Lo que vemos es la exactitud de una rebelión, cuerpos que se organizan sin líderes, donde cada decisión es colectiva y cada movimiento un acto de autonomía.
(Imagen de portada: One Flat Thing, reproduced en el Staatsballett de Berlín, abril 2025. Todas las imágenes cortesía de SSB. Fotos: Yan Revazov)
María Muñoz Martínez es gestora cultural y educadora formada en Historia del Arte e Ingeniería de Telecomunicaciones, esa hibridez forma parte de su naturaleza. Ha sido profesora de «Historia del Arte de la primera mitad del siglo XX» en ESDI y actualmente imparte la asignatura de «Arte en un contexto global» en el Master de Gestión Cultural IL3 de la Universitat de Barcelona. Además, a caballo entre Berlín y Barcelona, colabora habitualmente en diferentes medios escribiendo sobre arte y cultura y haciendo hincapié en la confluencia entre arte, sociedad/política y tecnología. Le apasiona la imagen en movimiento, la música generada electrónicamente y los medios digitales.
Retrato: Sebastian Busse
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)