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LLevar el trabajo artístico al límite provocó el naufragio y la muerte de Bas Jan Ader. Su desaparición no es más que el ejemplo máximo de consciencia y coherencia artística, aceptando que la muerte es una de las posibilidades que puede aparecer en trabajos artísticos donde lo conceptual se da la mano con la cruda realidad.
El 18 de abril de 1976 los tripulantes del pesquero gallego Eduardo Pondal avistaron la popa de una embarcación fondeada que flotaba a la deriva mientras faenaban en las aguas del Gran Sol. Era un pequeño velero de cuatro metros y medio de eslora, un “Guppy 13 Pocket Cruiser” pintado de amarillo, rojo y blanco. Consiguieron subirlo al barco con la intención de trasladarlo a tierra. Cuando atracaron, lo dejaron amarrado en el muelle de San Diego, al lado del antiguo campo de redes del puerto de A Coruña, de donde desapareció misteriosamente un mes después.
A bordo solo encontraron alguna ropa aprovechable, documentación –un pasaporte, un par de cartas, alguna tarjeta– y un sextante mediante el que la tripulación del Ocean Wave podría conocer su paralelo en medio del océano. Por el estado en el que se encontraba el barco, se calcula que llevaba unos seis meses a la deriva. Mediante los datos del pasaporte supieron que quien viajaba en el era el artista holandés Bas Jan Ader.
En la publicación “In Search Of The Miraculos. Bas Jan Ader, 143/76. Discovery File” (Veenman Publishers. Rotterdam, 2006), se recoge toda la información relacionada con este hecho; sus autores son Koos Dalstra y Marion van Wijk, dos artistas holandeses que llevan trabajando juntos desde 1993 sobre Bas Jan Ader a la espera de publicar su biografía. Cuando supieron que el Ocean Wave había sido encontrado por un pesquero gallego, contactaron con Pedro de Llano, que pasó a formar parte de su equipo en 2005. Él les ayudó a acceder a la información del archivo de la Capitanía Marítima de A Coruña.
El CGAC presenta ahora “In Search Of The Miraculous: trinta anos despois”, una exposición comisariada por Pedro de Llano. La muestra se presenta como un recorrido por el trabajo del artista a través de sus obras más significativas y alguna documentación referente a las mismas. Parte de un enfoque retrospectivo con la voluntad de centrar la atención en los aspectos del trabajo que profundizan en el diálogo de sus planteamientos con lo trascendente o la riqueza de influencias y de lecturas presentes en cada obra, para evidenciar la presencia constante de las motivaciones que lo llevaron a navegar en solitario a través del Atlántico como un proyecto artístico.
Bas Jan Ader comenzó su viaje en 1975 como parte de la obra “In Search Of The Miraculous”. Era un experto navegante y tenía en mente el viaje desde su llegada a California trece años antes, tras cruzar el océano por primera vez junto a Neil Tucker a bordo del velero “Felicidad”: desde Casablanca, Marruecos, hasta San Diego, California, pasando por Martinica y Panamá. A su llegada se instaló en Los Ángeles, donde desarrolló su carrera al lado de la primera generación de artistas conceptuales en un momento en el que la ciudad todavía no se había convertido en el epicentro artístico de los Estados Unidos. Había comenzado a trabajar en este proyecto en 1973. Tras ultimar los preparativos, abandonó la ciudad y cruzó el país en coche con el Ocean Wave en el remolque, hasta la Costa Este. El nueve de julio salió de Cape Cod, en Chatam, Massachussetts, para seguir la Corriente del Golfo que lo ayudaría a navegar mar adentro. Se dice que lo vieron por última vez cerca de las Azores, pero nadie tuvo más noticias suyas hasta que el hallazgo del barco en el que viajaba confirmó su desaparición.
El viaje era la parte central de un tríptico: así estaba estructurado “In Search Of The Miraculous”. La obra funcionaría como un tríptico clásico, abierto, pero con la posibilidad de cerrarse sobre sí mismo. La primera parte, “One night in Los Ángeles”, se expuso antes de su partida en la Galería Claire Copley. La parte central consistía en cruzar el océano, y se formalizaría en una exposición en el Groninger Museum tras su llegada a tierra en noviembre; llevaba a bordo cámaras y otros medios para documentar la experiencia, pero no se encontraron. La tercera parte funcionaría como un reflejo exacto de la primera, “One night in Amsterdam”.
La exposición del CGAC concluye con la revisión del proyecto “In Search Of The Miraculous”. En una sala se reproduce la exposición en la Galería Claire Copley: la imagen de un coro acompañado por un órgano cantando canciones de marineros –actuaron en la inauguración–, con su correspondiente audio. En la pared, las partituras de las siete canciones interpretadas formando un ciclo, la primera y la última se titulan “A Life On The Ocean Wave”. Y por último, una serie de dieciocho fotografías en las que el artista, linterna en mano, comienza un recorrido por la ciudad de Los Ángeles que dura desde el atardecer hasta el amanecer, caminando desde las colinas hasta el mar, para terminar en el lugar donde trece años antes había llegado a bordo del “Felicidad”. En cada una de las fotografías hay un texto escrito a mano con fragmentos de una canción de The Coasters: “Searchin”.
Lo único que existe de la tabla central del tríptico es el folleto de la exposición. En el lugar que ocuparía la obra hay ahora una historia elaborada a partir del la documentación sobre los preparativos y el final del viaje. Multitud de bibliografía entre la que están casi todos los libros de navegación en solitario publicados hasta ese momento. Una grabación del artista trabajando en el barco y una entrevista con una de las últimas personas que lo vio antes de partir. Mapas marítimos, rutas de navegación y en medio, el sextante. También está el expediente 143/76 de la Capitanía Marítima de A Coruña al completo. Fotografías del Ocean Wave cuando llegó a puerto, y también del Eduardo Pondal. Como colofón, un breve documental realizado con los testimonios de marineros y algunas personas relacionadas con el hallazgo del barco.
El misterio que rodea a la desaparición del artista no consigue esfumarse después de ver todo esto. Es más, puede acrecentarse si uno le echa un vistazo a uno de los libros que se exponen en la primera vitrina: “In Search Of The Miraculous. Fragments Of An Unknown Teaching”, del ruso P. D. Ouspensky.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)