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¿Por qué los curadores insisten en que su trabajo se realiza al margen del mercado? ¿Por qué insisten en aparentar una especie de pureza frente a movimiento económico del arte? Sobre todo cuando todos sabemos que no es así y menos en un mundo en el que todas las actividades están contaminadas por lo económico y lo comercial, o es que pervive una idea romántica y nostálgica del intelectual separado del mundanal ruido y las necesidades mundanas. Marcela Römer ataca un tema que parece tabú y exige la valentía de asumirlo en positivo.
El ámbito curatorial es un espacio de múltiples cruces y diversas construcciones intelectuales. Ser curador es como ser una especie de coordinador general, o gestor cultural, que organiza y piensa todo lo referido a una muestra de arte. Así, el curador se ocupa de pensar la exposición, de elegir artistas, de ver el espacio de montaje, de escribir el catálogo o de conseguir sponsors. No siempre debe realizar todas estas tareas, eso depende del encargo curatorial o de la institución en dónde se realiza la muestra. Algunas de ellas tienen ayudantes o secretarios que resuelven algunas de estas tareas. Lo que sí siempre efectúa el curador es pensar la idea total de la exposición y supervisar la logística general.
Cuál es la relación de una muestra de arte dentro del mercado y qué incidencia posee el curador en este panorama es lo que en esta oportunidad deseo repensar.
En estos días pasados asistí a una charla dentro de la feria Arteamericas que se realiza en Miami desde hace siete años. En uno de los paneles, referido específicamente a la curaduría varios colegas se preguntaron sobre la típica relación entre la figura del curador y el precio de las obras en el mercado de diferentes artistas.
Todos los curadores, más algunos asistentes, coincidieron en que este no incide de manera directa en el precio de mercadeo de un artista. Algunos no estuvimos de acuerdo con estas apreciaciones; ya que la figura del curador -ese espacio de “poder”- que tiene que ver con cuestiones simbólicas y también con el mercado incide de diversas maneras con el precio que se puede obtener de determinado artista.
Me refiero específicamente a dejar de lado la romántica idea de que el curador es solamente una persona que piensa sobre el arte, o realiza una muestra, sin trascender las fronteras que parecen “mancharlo” de una nube semi gris hacia el mercado capitalista.
En la contemporaneidad artística sigue existiendo esta falaz concepción de que un curador no realiza nada concreto para que determinado artista suba sus precios en el mercado. ¿Quién de nosotros no posee un amigo galerista al cual le habló para que trabaje la obra de su amigo artista? ¿Quién no se ha interesado por algún artista fallecido que nos pareció interesante y ha realizado un catálogo razonado muy bien investigado y eso hizo que sus herederos puedan comercializar la obra con mayor soltura? ¿Cuál de nosotros no ha trabajado varios años con algún artista joven que nos ha fascinado y lo hemos introducido en diversas muestras con artistas ya consagrados para insertarlo en el mercado simbólico, y al mismo tiempo capitalista?
Al estar sentada –como espectadora- en una importante feria escuchando un discurso curatorial bastante irónico y tergiversado sobre el mapeo real, me preguntaba: porqué no analizar la realidad tal cuál es, o porqué no decir la verdad sobre la problemática curatorial, o porqué no contar lo difícil que nos resulta sostener con dignidad y ética la figura que nos hemos construido. ¿Cuál es la necesidad de seguir insistiendo en que sólo somos intelectuales y que no tocamos jamás el dinero? Esta es una gran falacia desde que el capitalismo se ha instalado a nuestro alrededor, y eso sucedió ya hace mucho tiempo atrás.
Lo interesante, como dije anteriormente, es repensar porqué poseemos este prejuicio de “contaminación” del mundo del arte en relación a los aspectos monetarios. Creo que la problemática radica en una especie de “culpa” intelectual en dónde parece que se debe cumplir el rol de libre pensador sin necesidades materiales concretas. Todos sabemos, que a los fines prácticos, esto es una gran mentira.
Sinceramente creo, que si los colegas curadores tuvieran claro estos aspectos, sería mucho más fácil trabajar en un corpus concreto y pragmático sobre determinado artista, grupo de artistas o curaduría específica.
Si pensaran al mercado como un aliado, y no como aquel viejo enemigo que leímos en los libros, la tarea curatorial sería lo que debe ser: una organización creativa en dónde todos los que la componen (artistas, curadores, diseñadores, directores de instituciones, montadores y otros) realizan su trabajo en relación directa a lo que las leyes del mercado actual nos especifican.
Y si así lo lográsemos, la vieja contradicción de que el sujeto que compone el mundo del arte debería, o no, poseer un trabajo remunerado desaparecería por completo.
Insto a los colegas a pensarse a sí mismos dentro del sistema, y si les parece que negar una realidad ayuda, en alguna medida, a cuestionarla o a cambiarla, les preciso mi posición al respecto: he colaborado para que los precios de mercado de diversos artistas suban, lo he hecho adrede para que su legitimación sea mayormente efectiva. Creo que si el precio de una obra sube de una manera inteligente y no tan precipitada en el mercado global, eso hace que el artista se revalorice. Después él debe lidiar con otras problemáticas, como por ejemplo el “mantenerse” dentro de este sistema si es que le interesa. Si no, puede retirarse a esos “cuarteles de invierno” que la literatura tanto nos ha hecho disfrutar.
Curaduría y mercadeo es un tema actual, interesante y cuestionador. Estimados colegas: no se queden en el discurso romántico, porque ese lugar es fácil. Elaboren paradigmas de contemporaneidad para realmente “construir” discurso crítico. Uno de los objetivos éticos de un curador es ese, y justamente ese es uno de los que sí puede lidiar con el mercado.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)