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Coincidiendo con el inicio de su andadura como director del MACBA, A-Desk entrevista a Bartomeu Marí. Aprovechamos el encuentro para hablar largo y tendido sobre los aspectos más significativos del presente del museo. Un momento de cambios y perspectivas de futuro que se sitúa a medio camino entre la herencia propia de la tradición anterior y una nueva voluntad de renovación.
DA: Actualmente, el MACBA es un espacio de arte contemporáneo de fuerte relevancia en Europa. Un museo medio que ha sabido confeccionar un discurso y una programación sólida a la vez que una identidad bien definida. Tú has formado parte activa de todo ello como responsable del departamento de exposiciones, y ahora pasas a liderarlo como director. ¿Va a significar esto un cambio de modelo para el museo?
BM: De entrada, pienso que la caracterización del MACBA como modelo ha sido más bien una etiqueta que una definición. Mi antecesor tuvo un gran acierto en identificar una posición, así como en explicarla, defenderla y materializarla tanto en exposiciones como en un amplio programa de actividades. Algo planteado además con originalidad, calidad y brillantez. De todos modos, más que la idea de modelo, a mí me interesa la noción de tradición. El MACBA ha creado una tradición propia, tanto para su funcionamiento interno como en relación al paisaje de instituciones dedicadas al arte en Europa, nuestro terreno natural. Mientras que los modelos funcionan a través de condicionantes y situaciones que vienen dadas en momentos dados, las tradiciones se enriquecen de otro modo y no se dejan agotar con claridad. Creo que el museo vive ahora un cambio de perspectiva y un aumento de sus consideraciones y maneras de aproximarse al arte, y quizás será ahí donde se puedan ver diferencias que seguramente percibáis antes desde fuera que nosotros desde dentro. El hecho de haber estado cuatro años en el departamento de exposiciones, me ha permitido participar directamente de la visión que cultiva el museo.
DA:Pese a la calidad de propuestas que apuntas, y junto a su capacidad por reformular la historia del arte reciente, así como el papel público del museo como espacio de discusión en presente, una de las cosas que frecuentemente se le cuestionó al MACBA de Manuel Borja-Villel fue cierto hermetismo en relación a la ciudad. Buenas ideas en el ámbito de la teoría con dificultades tangibles en el terreno de la práctica. ¿Cómo recibes ese peso?
BM: Creo que el modo de entender el papel del MACBA en la ciudad pasa por situarlo dentro de una red amplia de instituciones que conforman el clima del arte contemporáneo en Barcelona. Una especie de galaxia en la que encontramos asociaciones de artistas, centros de arte, galerías, medios de comunicación, la propia crítica, la academia… y cada una de estas entidades debe jugar un papel específico dentro de dicha red. Es cierto que toda la relación con el contexto local sería mejorable pero pienso que se nos podría acusar más por no haber cultivado la situación o el paisaje territorial de un modo más amplio. Mi respuesta a esto es que el museo no debe hacerlo todo. Puede subrayar esa tensión con lo local a través de una actividad casi química, relativamente impredecible e inmedible. Por ejemplo, si nos fijamos en el programa de exposiciones o en la misma colección del museo encontraremos un vínculo bastante sólido con lo que es la creación artística catalana y con Barcelona. Otra cosa bien distinta es que los discursos y opiniones que el museo ha incitado hayan tenido repercusiones intensas o masivas en dicho contexto. Es posible que hayan repercutido más fuera del mundo del arte. Quizás lo que hay que ver es que la literalidad no era la intención y que el clima local se ha visto beneficiado más de lo que algunos piensan. Me refiero sobretodo a como una serie de artistas, historiadores, intelectuales, teóricos… que han venido a Barcelona dentro de los programas del MACBA y como se han recibido o han sido utilizados en mayor o menor medida por diferentes sectores de público, en los que evidentemente se encuentra la escena artística local.
DA: El proceso de designación del director del MACBA ha sido complejo y difícil. Cierta lógica propia de las dinámicas de la institución te apuntaba como la mejor opción de continuidad y renovación. Algo que, tras resolverse posteriormente como concurso público, se ha mantenido de un modo unánime por parte del jurado La transparencia del concurso público ha llegado a las mismas conclusiones que la sucesión automática planteada inicialmente. ¿Qué podría ser mejor?
BM: Soy el primer interesado en que el proceso llevado a cabo haya sido el del concurso público, puesto que da más tranquilidad para desarrollar mi tarea. El hecho de contar con un jurado de este tipo para tomar una decisión desde la institución, por lo menos da signos de madurez, cuando en muchos otros sitios se continúa haciendo la política del nombramiento y despido “a dedo”. No sólo es el método el que garantiza esa objetividad, sino la manera como se utiliza el método. Por mi parte, me parece importante también que el proceso se haya hecho con gran rapidez. Mi preocupación siempre fue que dicha sucesión, fuera cual fuera el resultado, no se alargara y sumiera al museo en un gran paréntesis de incertidumbre que le iba a perjudicar.
DA: En relación a la manera de funcionar del MACBA, hablas por tanto de futuros cambios de perspectiva. Cambios que de un modo progresivo irán alterando y redefiniendo la posición discursiva del museo. Pienso por ejemplo en la colección y en las nuevas adquisiciones…
BM: Es un gran acierto que el núcleo fuerte de la colección del MACBA se sitúe en los años sesenta y setenta, ya que es ahí donde puedes leer las grandes rupturas e innovaciones planteadas en relación a la tradición del arte que todavía hoy son relevantes. Es importante ver como durante los años ochenta, noventa e inicios del siglo XXI (aunque caigamos en la generalización por décadas), se ha mantenido una producción importante que de una manera u otra ha ido desarrollando intereses que pasaron desapercibidos por una cuestión de gustos y de ausencia de atención mediática. Un ejemplo claro lo encontramos a finales de los noventa cuando, contrariamente a lo que promulgaba la generación anterior, cambian fundamentalmente los materiales del trabajo artístico. Es el momento en el que se incorporan aspectos literarios, el lenguaje cinematográfico y la noción de narración en contra del estatismo casi pétreo de la producción artística hasta mediados de los noventa, la escultura en concreto. Así vemos como el tiempo, que era una elemento distante que no afectaba a la obra, pasa a ser determinante para su existencia. El tiempo vuelve a ser un material de la obra de arte y no un elemento externo a ella. Es interesante como un museo como el MACBA puede ligar eso con toda la tradición de la performance y el cine experimental de los sesenta y setenta, pero desde una generación de artistas que trabajan influenciados por y en reacción a las industrias del espectáculo, las gramáticas del cine, la radio y el acceso a los medios tecnológicos. Un cambio muy fuerte que, si no somos capaces de estudiarlo y reflejarlo ahora, no será posible hacerlo dentro de diez años.
DA: Otro de los aspectos determinantes del MACBA hasta ahora ha sido su compromiso con la formación. Quizás por la ineficacia de las universidades el museo asumió un papel activo desde ciertos modelos de aprendizaje como el Programa d’Estudis Independents (PEI). ¿Cómo entiendes el papel del museo ahí?
BM: Más que hacer algo que otras entidades – como la universidad – no hace, la razón del MACBA de situarse en esa línea de formación especializada es que el museo no es un espejo neutro que refleja lo que pasa delante, sino que es una institución que emite opinión y que quiere participar activamente de la construcción del espacio público de debate y discusión que debe ser el terreno de la cultura. Un programa como el PEI ayuda a identificar al museo proporcionándole identidad para llevarlo más allá que una simple sala de exposiciones. Es decir, un lugar en el que el usuario tiene muy diversas opciones de comportamiento y uso. No obstante, la exposición también me parece un buen instrumento de formación. Un dispositivo que no sólo entretiene sino que comunica un determinado conocimiento por otros medios. Pero sabemos también que las intenciones de los artistas y de los productores de conocimiento en nuestra sociedad se han diversificado mucho –y se han debilitado– y gran parte de las ideas que se abordan no pueden explorarse únicamente desde la exposición. En definitiva, y sin ignorar que la formación especializada en nuestro país es un desastre, un programa como el PEI es un instrumento necesario para Barcelona.
DA: El MACBA tiene desde hace tiempo problemas de espacio. Algo que llevó a incorporar otros edificios de la plaza como La Capella dels Àngels (adaptada ya a la programación expositiva) o el Centre d’Estudis i Documentació ¿Así el museo es realmente completo?
BM: Realmente, no soy un fan de las cualidades expositivas de los edificios de Richard Meier, pero tampoco me voy a quejar. Me gusta pensar que los edificios son de goma y puedes hacer con ellos lo que quieras. En los últimos años, el MACBA ha ganado algunos espacios como La Capella dels Àngels, un espacio además históricamente singularizado y radicalmente opuesto al cubo blanco del edificio de Meier. Un tipo de espacio que debería incitarnos a pensar más en la relación entre la obra de arte y los lugares donde se nos da a conocer. El caso del Centre d’Estudis i Documentació es más singular porque ofrece una apuesta más bien en términos de conocimiento y formación que expositivos; un crecimiento en neuronas y no en ladrillos. Por lo tanto, pienso que, por unos años, estamos bien de espacio. Hemos de hacerlos rodar un tiempo hasta que se queden pequeños por naturaleza. Aparte de esto, ahora mismo estamos estudiando que el edificio Pantalla pueda servir además de laboratorio para nuevas tipologías de exposición; como banco de pruebas para propuestas que quizás el museo antes no presentaba y que pueden ofrecer al público un uso diverso y plural situado entre el placer, la experiencia y el conocimiento. Un museo nunca está completo ni acabado …
DA: Has hablado también de cierto interés en un retorno a cualidades físicas y emocionales del arte; algo (la emoción) que no ha sido frecuente – al menos como intención inicial – en las exposiciones del MACBA (quizás más ancladas en la necesidad de una revisión histórica). Recuerdo emocionarme en la exposición de Peter Friedl que comisariaste en 2006.
BM: No voy a buscar grandes explicaciones teóricas o filosóficas sobre esto. Primero, no creo que la emoción haya estado ausente del museo, y segundo, si me pregunto porque me interesa el arte, he de responder por qué de algún modo u otro me cambia la vida. Dicho así, evidentemente es una razón muy subjetiva y no se trata de querer cambiar la vida a todo el mundo, pero creo que el arte, como espacio de resistencia, produce la capacidad de crear otras condiciones u otras maneras de percibir y pensar, y entre la percepción y el pensamiento se encuentra la emoción. Algo que muchas veces no se puede explicar de manera racional, y de lo que muchas veces no nos atrevemos a hablar. Yo mismo tendría mucho reparo en comunicar esas connotaciones tan subjetivas que me aporta una obra de arte, pero espero que las provoque en el público también.
DA: Ya para acabar, se habla mucho de la crisis cultural que vive actualmente Barcelona. Una crisis que parece no afectar al MACBA pero sí a la mayoría de espacios y centros dedicados al arte contemporáneo en la ciudad.
BM: Como hablábamos al principio, una de las misiones del museo es contribuir activamente al enriquecimiento del clima artístico y cultural de la ciudad a través de todos sus medios. Una manera posible se encuentra en introducir en el panorama local autores, pensadores, exposiciones, ciclos de cine… que en otros sitios no formarían parte de nuestro día a día barcelonés, y creo que eso es lo que hace el MACBA asumiendo una red con muchos otros nodos. Una ciudad como Berlín o Bruselas tiene una efervescencia creativa que no es correspondida con instituciones de gran envergadura y ello se explica por el hecho de que los espacios para vivir y trabajar son baratos y eso atrae a artistas. Barcelona es extraordinariamente cara, y el mercado continúa siendo muy modesto. Esta no es una ciudad que invite a artistas de otros lugares a instalarse aquí. Barcelona podría ser en este sentido mucho más cosmopolita de lo que realmente es. Por ejemplo, en el terreno de la crítica, hace veinte años podías encontrar varias revistas de arte en los quioscos de Barcelona y ahora ninguna. Se ha producido una reducción del espacio de la crítica. La información circula pero la crítica no, y eso es bastante grave en el contexto de la ciudad. Por otro lado, el panorama institucional ha crecido mucho y el arte se ha convertido en un objeto de consumo. Es importante pensar que nuestros públicos son más exigentes y están más informados de lo que creemos. Los turistas serán muchos pero no son tontos. De todos modos, no tengo una sensación negativa de la situación cultural de Barcelona. Entiendo que es un terreno muy ambiguo y que depende en gran medida de la mirada y la posición desde la que se analice. Si comparas Barcelona con otras ciudades similares de Europa parece ser que existen aquí bastantes recursos. Entonces piensas, ¿qué está fallando? Pues quizás no una sola cosa sino muchas al mismo tiempo. Cosas que fallan en lugares en los que existe una elite creativa bien situada que capitaliza los medios y una gran base del iceberg que lucha entre condiciones duras y precarias para llevar a cabo su trabajo. De todos modos, si lo comparamos con otros ámbitos como la literatura o el cine, podemos pensar que tampoco nos podemos quejar tanto. Quizás es porque el panorama del arte es el más permeable debido a que, en el fondo, es una artesanía y la literatura y el cine una industria. Ahí, una gran infraestructura como el museo hace cosas que se leen a gran distancia. No hay que pedirle resultados inmediatos.
Vídeos de la rueda de prensa de Bartomeu Marí como nuevo director del MACBA
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