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Ciencia y arte. Dos palabras que, aunque parezca mentira, buscan lo mismo: ofrecer posibilidades, tanto de reconocimiento de nuestro entorno como de apliación de él mismo; métodos científicos en contextos artísticos, percepciones artísticas en el mundo de la ciencia.
“El arte es una especie de estación experimental”, a partir de esta sentencia que pronunciara John Cage, el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) en Móstoles, junto con la Laboral de Gijón, elaboran un discurso expositivo en el que arte y ciencia se entrecruzan.
En realidad siempre ha sido así, desde la teoría de las esferas pitagóricas ambas disciplinas siempre han evolucionado de forma conjunta. El arte, como la ciencia, no tiene un fin determinado, tan sólo el de investigar, experimentar o criticar. La muestra, comisariada por Virginia Torrente y Andrés Mengs, reúne a 29 artistas que se apropian de diferentes métodos científicos para analizar y descubrir nuevas formas de interpretar la realidad.
¿Qué es lo que puede aportar el arte a la ciencia? La creatividad del arte beneficia a la ciencia explorando nuevos caminos quizá menos evidentes pero llevando la imaginación un paso más adelante. Frente a otras exposiciones de arte y ciencia, donde la tecnología puntera ha sido la protagonista, lo que resulta llamativo de esta muestra es la intención de poner en relación el arte con el mundo científico desde el punto de vista de la investigación y la experimentación. Aquí lo que se muestra es lo inverosímil o improbable.
Destacable es también el hecho de que muchos de los seleccionados sean desconocidos para la gran mayoría, así como que haya un número considerable de artistas españoles. La exposición ha sido dividida conceptual y espacialmente en cuatro bloques temáticos: el laboratorio, el trabajo de campo, artefactos y mecanismos, y perdidos en el espacio. Todos ellos campos que pertenecen al dominio del científico pero que experimentados por el artista deviene en ciencia ficción.
Habría que decir que en el espacio expositivo estos bloques no se encuentran del todo delimitados, lo que puede causar confusión en el usuario, aunque de cualquier modo la asociación entre las distintas obras no le aleja del concepto.
Una instalación que produce un tornado con agua de vapor y dos ventiladores; un gato que flota en una habitación sin gravedad; un herbario de plantas artificiales que el artista ha ido rescatando de distintas ciudades del mundo; unos libros imantados; una guitarra eléctrica a la que hace sonar aleatoriamente un mecanismo activado con la presencia humana, unas bombas de fabricación casera que se activan con la conversación en Skype de dos personas. Aquí la tecnología es casi doméstica, y los artistas, lejos de esconder “el truco” o artificio lo exhiben, ayudando al visitante a comprender su funcionamiento.
Icarus 13 fue la primera expedición humana al astro solar impulsada por el gobierno de Angola. El artista Kiluanji Kia Henda nos muestra a través de una serie de fotografías los preparativos de dicha expedición, y hasta una maqueta de la nave utilizada. Por supuesto, estamos aquí ante un relato ficticio, una historia inventada que ni la NASA ha planeado aún. No exenta de ironía ni de connotaciones políticas, la pieza muestra cómo toda historia se convierte en mitología al ser narrada. Al imaginar un futuro del todo improbable el arte se convierte en ciencia-ficción, pero también en un dispositivo capaz de transformar-criticar la realidad.
La ciencia, debido a su complejidad y hermetismo, resulta hoy en día incomprensible para la gran mayoría, y lo mismo ocurre con gran parte del arte contemporáneo. Sugerente es en este sentido la pieza de Luis Bisbe: el artista abre una gran ventana en una de las paredes de pladur del museo dejando a la vista los entresijos de la sala. Frente a ella, coloca un banco que construye con ese mismo trozo del hueco de la pared. Siéntense y vean: esto es lo que hay.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)