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Según Wikipedia, “Rendición extraordinaria es una expresión utilizada en los Estados Unidos para procedimientos extralegales mediante los cuales los sospechosos de terrorismo son enviados a otros países diferentes de Estados Unidos para encarcelamiento e interrogación”
“Vivimos en una época de resultados electorales ficticios que deciden la elección de un presidente ficticio que nos envía a la guerra por motivos ficticios”. Así se expresaba el cineasta Michael Moore en la edición del año 2003 de la ceremonia de entrega de los premios Oscar. En realidad, los políticos ya no gobiernan el mundo. El verdadero poder de decisión está en manos de “lobbies” e intereses comerciales. Las guerras estallan en horario de máxima audiencia televisiva, el presidente del Estado más poderoso del mundo visita a las tropas en guerra el Día de Acción de Gracias llevando pavos asados de attrezzo, las estrellas del fútbol tienen más glamour y fotogenia que cualidades como futbolistas, la publicidad ya no vende productos sino estilos de vida, la denominación de ciertas operaciones político-militares es cada vez más tendenciosa, por no decir terriblemente cínica (“libertad duradera”, “eje del mal”, “rendición extraordinaria”…)
¿Puede garantizarse la fecha de caducidad de la libertad? ¿Responde el mal a unas coordenadas geográficas determinadas o, más bien, dichas coordenadas se relacionan con los recursos naturales? ¿Se puede realmente cuantificar el nivel de riesgo ante un posible ataque terrorista e ilustrarlo con una gradación de colores? ¿Puede una rendición no ser extraordinaria?
Organizar una exposición a partir de un tema tan complejo no es tarea fácil. ¿No está claro el posicionamiento de una exposición que se presenta con este telón de fondo? ¿Cuál es, entonces, su papel? ¿Cuál su finalidad? Las posibilidades de aproximación son numerosas: desde la exposición-libro-documentadísima en la que los trabajos artísticos reciben un tratamiento de ilustración o, peor, de notas a pie de página hasta la exposición-documentales-de-la-2 que incluye más horas de proyección de documentales que horas de apertura de la exposición al público.
Comisariada por Latitudes (Max Andrews & Mariana Cánepa Luna), “Rendición Extraordinaria” parte de una postura inteligente que apunta ciertos aspectos que configuran un retrato claro del presente, para dejar que sean los trabajos artísticos los que señalen los hechos y sus derivaciones, contribuyendo a la aparición de los interrogantes. Todo ello desde una variedad de actitudes artísticas que incluyen la crítica, la ironía, el humor, el absurdo, el mimetismo o la distancia.
Por eso (y porque se presenta en un contexto galerístico y no en uno museográfico) la información sobre los trabajos presentados no se autoimpone. La publicación de un periódico permite la identificación de las obras y que el espacio de reflexión que la exposición propone continúe una vez terminada la visita. Y si el riesgo es uno de los aspectos que la exposición aborda (cómo nuestra sociedad intenta protegernos del riesgo, pero al mismo tiempo cómo intenta caer en una sobreprotección que se convierte en una paranoia del peligro) el riesgo está presente en el recorrido que la exposición nos propone. Puede ser que al entrar en la exposición el visitante se quede tan absorto observando la “Alert Painting” de Christopher Knowles que pise la combinación letal de grasa, jabón y plátano de Wilfredo Prieto. Pero si sobrevive a esta trampa, otro peligro le acecha en los 220 Voltios de la pieza de Carsten Höller. Aunque ante el peligro, o en caso de emergencia, siempre podemos utilizar el martillo de emergencia de Roman Ondák que encontramos junto a la puerta antes de salir. Sin duda, el sentido del humor es una buena estrategia para hablar de temas serios. Por eso, como un descubrimiento casual y muy cotidiano Natasha Sadr Haghighian nos muestra la letra pequeña del contrato que (casi) todos aceptamos sin leer al bajar programas de Internet: “de acuerdo con los derechos de uso del programa Adobe, es ilegal bajar Photoshop en “estados fallidos” como Cuba, Siria, Irán y Sudán y a cualquier ciudadano de estos países les está prohibido usarlo”.
De alguna manera, “Rendición Extraordinaria” nos alerta de que hay que tener los ojos bien abiertos para percibir todo lo que pasa, de lo contrario no veremos (u oiremos) algunos de los trabajos que están pero que no son obvios, aceptaremos contratos digitales que apoyan causas que van en contra de nuestros principios o dejaremos que las noticias fluyan por Internet a una velocidad y una caducidad de vértigo. Por eso, Rainer Ganahl se toma la molestia de pintar a mano las noticias que aparecen en los buscadores de Internet, porque fácilmente se convierten en un titular de rápido consumo (y olvido). Por eso, Mariana Castillo Deball realiza una serie de grabados a partir de unos hechos históricos relacionados con el expolio, pero también con la creación de falsas expectativas y la instrumentalización de las ilusiones. Por eso también, Gaidar Eide Einarsson toma fotografías de los espacios públicos de Estambul afectados por el atentado del año 2003 y ocultados para que no se conviertan en una presencia extraña durante la celebración de la Bienal de Arte que tuvo lugar en los días inmediatamente posteriores.
¿Qué podemos hacer ante semejante panorama? Podemos hacer oír nuestra voz, podemos manifestarnos. Pero, como muestra Josephine Meckseper, al margen de su utilidad, las manifestaciones también se convierten en rituales con códigos bien definidos listos para ser incluidos en el apartado de tendencias y revivals.
¿Cuál es, pues, la propuesta de “Rendición Extraordinaria”? ¿Debemos rendirnos a la evidencia y dejarnos llevar por las circunstancias? ¿Debemos ser políticamente correctos? Latitudes propone la creación de un espacio de pensamiento crítico, que desde la ironía, el sentido del humor y el rigor, otorga visibilidad a ciertas dinámicas y evidencia los mecanismos que determinan nuestro presente. Por tanto, se nos invita a tomar conciencia y actuar en consecuencia. Decididamente, lejos de sesudas consignas, preferimos aferrarnos a la frase de Emma Goldman: “If I can’t dance, I don’t want to be part of your revolution” y defender que el pensamiento crítico es perfectamente compatible con el sentido del humor, la celebración y el disfrute.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)