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¿Es cierto que la crisis propiciará la aparcición de obras excelentes? Parece una máxima a la que algunos se agarran como un clavo ardiendo. Pero el mercado del arte no parece tener ganas de cambiar, demasiado acostumbrado a las dinámicas de los últimos años.
Desde hace unos meses esta circulando una interesante teoría que esboza lo siguiente: “Debido a que el mercado del arte está deprimido desde hace más de un año por la crisis mundial, solo subsistirán en él las producciones artísticas de excelente calidad”.
Esta interesante teoría, suposición o análisis de mercadeo se asienta en la idílica necesidad de “limpiar” trincheras, y fronteras, de realizaciones artísticas invasoras de lo que se considera “buen” arte.
Porqué se necesita esa limpieza y a qué se debe la necesidad es lo paradigmático. El mercado siempre negocia, y también trafica, con lo que se vende. Lo que se comercializa no es directamente proporcional a buena calidad de producto, sólo es lo que se puede vender y lo que da dinero.
La producción artística, con todo lo que ella engloba como los propios artistas, los colectivos de producción, los museos, las galerías, los asesores de arte, los críticos, los investigadores y todos los diversos agentes o instituciones que la componen son los que determinan las incidencias del mercadeo.
Mercadear no es directamente proporcional a calidad, pero también mercadear incide en lo que se compra o no, y en lo que los coleccionistas (fuertes agentes de legitimación) puedan, o no, adquirir. Mercantilizar no determina la calidad pero puede subir la jugada de la legitimación, la cual parece ser primar hermana de la calidad.
Por otro lado el artista produce sólo una idea, o ejecución de arte, que engendra en soledad. En realidad esto es una falacia discursiva porque el artista no vive en una caverna aislado de la sociedad, su hacer se sustenta con todos los agentes e instituciones del campo del arte. La producción artística puede, o no, suscribirse en los parámetros de alta calidad, ya que algunos artistas cuestionan esos parámetros hasta los límites; otra cosa sería analizar si logran sus objetivos.
Así, dentro de las crueles reglas del mercado el artista inteligente debe surfear entre lo que considera obturación de su obra, venta sin riesgo o libre producción.
El mercado, como esta en estos momentos, en vías de aniquilación proto-capitalista debería suscribir –siguiendo esta idea- la afirmación teórica sobre el aumento de la calidad de la obra.
Todos se preguntan ¿qué pasara con la intensa producción que fue promocionada por él mismo y que ahora no tiene cabida? ¿Qué es lo que sucederá con las “nuevas reglas” internacionales que se están amoldando y mientras tanto hacen cerrar puertas de galerías o centros culturales? ¿Qué haremos sin dinero? se pregunta el mundo del arte.
El mundo capitalista nos empujo a los límites del análisis indiscutible de la relación entre capital y producción, nada más erróneo pensar de esta manera.
El dinero jamás será motor del deseo artístico, es sólo un complemento –significativo- de la subsistencia del artista o de los agentes de construcción del mismo.
El mundo del arte esta preocupado sobre lo que significa un cambio de paradigma en el sinceramiento de los mercados internacionales, también pide ver menos y mejor, y no más y de baja calidad.
El movimiento que se está produciendo con las disminuyes ventas internacionales, la nulidad de compra de los coleccionistas y todo el círculo de desempleo que ha generado la crisis internacional nos obligan a re-situarnos en un esquema de construcción virada.
Hagamos un análisis de nuestro pasado artístico, solo para recordar en un planteo de resignificación historicista. Pensemos en los movimientos más importantes del siglo XX como Dadá o Surrealismo, que verdaderamente cambiaron la historia del arte. Reflexionemos sobre los artistas que no mercadeaban durante su vida y que sólo lo hicieron post morten. Pensemos.
A vuelo de pájaro cavilamos que el mercado tiene solo una relativa incidencia en la producción artística, pero sí la incentiva. Lo que es relativo también es si la estimula en alta, o baja, calidad de producción.
La calidad de producción se refiere estrictamente a idea inteligente, factura óptima y construcción de discurso crítico: facetas complejas que hacen a la obra de arte.
Desde hace más de un año el mercado internacional contemporáneo ha cambiado, ya no se sustentan producciones mega millonarias, no existen los vernissages exuberantes ni se vende rápido y efectivamente a precios siderales. Cada mercado es un mundo diferente, paradójicamente – y al mismo tiempo- los semi-emergentes siguen vendiendo, pero sus precios no sustentan paradigmas de fastuosidad.
Lo que preocupa a muchos es eso: la relación del gasto visto como extraordinario – como inversión- y la obra de arte. Qué esta sucediendo con las bajas del mercado en cuanto a la producción artística son los termómetros que debemos analizar para comprender cuáles son las relaciones de semejanzas o diferencias que se vislumbran para razonar, si es que necesitamos, qué es lo que puede sucedernos en un futuro inmediato.
El arte no ha muerto, el mercado se está resignificando. La calidad no ha muerto, la mala obra tampoco. Lo que sí está cambiando es la relación que existía entre venta óptima y alta generación de producción. Lo que sí ha cambiado es la idea de megalópolis artística, una representación que siempre fue una construcción del mundo del arte.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)