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La escritura de crítica de arte siempre ha supuesto un salto al vacío por parte de quien escribe. Escribir, mostrar opinión, analizar y cuestionar obligan a un posicionamiento individual frente a lo presentado. Un lanzarse a mostrar una aproximación subjetiva en un contexto donde, habitualmente, se evita comentar lo ofrecido. Sigue siendo muy difícil encontrar foros donde se hable de contenidos, donde se amplien las posibilidades, donde se generen nuevas lecturas y aproximaciones desde una voluntad constructiva. Seguramente se trata de un sistema de defensa; defensa del propio contexto (la crítica se ve aún como un campo donde se muestran flaquezas y, por lo que parece, en arte siempre tiene que ser todo perfecto) y defensa individual (opinar públicamente significa buscarse enemigos, así que mejor dejarlo para esas conversaciones informales entre la risa y el cotilleo, jugando con las cartas de las situaciones informales de poder).
La crítica escrita tenía su doble espacio en los periódicos (más cercana al periodismo) y en las revistas especializadas (más cercana a la teoría). Un doble espacio suficientemente legitimado, donde la persona que escribía crítica tenía una estructura (fría, inhumana, máquina) detrás que le permitía no estar absolutamente sola. Qué pasa cuando llega la red? nos encontramos con la posibilidad de la aparición de infinitas plataformas, de espacios y tiempos que no necesitan de un capital importante para lanzarse hacia la crítica y la opinión. Espacios basados en la singularidad de quien escribe y que parten de otro modo de entender las relaciones, las posiciones y el tiempo. Existe entonces la posibilidad de otra crítica, de una crítica “bruta”, directa, que no espera el tiempo de edición pero que, al mismo tiempo, queda para siempre a la disposición del lector. Una crítica compartible y opinable, abierta al diálogo. Una crítica que pide, también, conocimiento, posicionamiento y capacidad, que necesita justificarse por si misma por motivo de que los sistemas tradicionales de legitimación ya no están aquí.
Los tiempos de la crítica cambian, las vías de difusión también. ¿Y qué pasa entonces? nada, no pasa nada. Frente a la posibilidad, el mundo del arte va quedándose en una situación similar a la que estaba. Igual que con la prensa, serán las instituciones quien decidan “quedarse” con la red, creando sus propios espacios para los comentarios, creando sus programas para la escritura, creando sus estrategias para que todo siga dentro del mismo guión. En algunas ocasiones, desde el marco institucional se ha intentado redefinir las propias estructuras, buscando un análisis crítico que llevara a dar un salto hacia adelante. En otras ocasiones la voluntad ha sido otra: que no se escapara lo que se tenía, que todo siguiera bajo los mismos parámetros.
De todos modos, existen espacios y tiempos posibles para la crítica, formas desde las que replantear los contenidos, pensar en otras comunicaciones, difundir otros contenidos, generar otras lecturas otras visiones. Es casi un acto de irresponsabilidad olvidar que, todas estas otras lecturas y acercamientos terminan siendo algo constructivo para el contexto del arte. Con más opiniones y crítica más capacidad de análisis, con más observadores críticos más necesidad de definir mejor los proyectos previamente. La crítica forma parte de lo que significa el arte. Sin la posibilidad crítica (o para la crítica) nos acercamos peligrosamente a un espectáculo anodino.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)