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Gaza: más de un mes de bombardeos, más de mil muertos… Y más efectos colaterales: una maquinaria de instrucciones ideológicas en paralelo. En una región con pocas esperanzas y en la que las personas que creen en la libertad están asediadas por todas partes.
Mientras escribo este artículo (16 01 09) Israel reinicia su ofensiva sobre Gaza tras las tres horas de tregua que ha establecido para ayuda humanitaria. Por su parte, Hamás ha rechazado la propuesta para un alto el fuego en la franja. En estos momentos me es imposible sustraerme a estos hechos y hablar de los problemas del arte internacional o local. También porque hace apenas veinte días estaba a menos de trescientos quilómetros de Gaza, en el Mar Rojo, en Taba, la última población egipcia y frontera con Israel. Allí en Taba hace sólo un par de años colocaron un camión bomba en el hotel Hilton. Desde entonces el turismo, en uno de los parajes más bellos y cargados de significación (desde la costa egipcia es posible divisar con claridad la costa jordana, de Israel y de Arabia Saudí), ha desaparecido. No es extraño, el recorrido atravesando el desierto del Sinaí desde El Cairo (donde había ido por motivos profesionales) hasta el Mar Rojo está marcado por los controles del ejército y la policía egipcia, del orden de uno cada cien quilómetros.
El mismo día que dejaba el Cairo se iniciaban los bombardeos contra Gaza que retransmitían todos los televisores en cualquier chiringuito callejero. La situación de Oriente Medio es omnipresente. Imposible que un occidental no pregunte por ello, siempre con la mirada occidental y siempre obteniendo respuestas marcadas por el sarcasmo y cinismo que provoca demasiados años de desastre: Israel por un lado, Los Hermanos Musulmanes por otro y para rematar la jugada el estado policial de Hosni Mubarak. Un americano pregunta cómo se ha tomado la victoria de Obama en EEUU, respuesta: “con brutal indiferencia”. Un iraní en Egipto comenta que la situación del país le recuerda la de Irán antes de la revolución. Un sociólogo francés explica en una entrevista que frente a otras ciudades de África, en el Cairo tiene la sensación de vivir el mismo clima que se debía vivir en Berlín durante el período entre-guerras. Entremedio sólo unos pocos gritan “Peace in the Middle East”.
Evidentemente, mi incapacidad para sustraerme a la cuestión de Gaza y los bombardeos no es ni única ni especial. Si Kanouté, el jugador del Sevilla, exhibe una camiseta con un lema de apoyo a Palestina, estos días las cuentas de emails se llenan de correos de denuncia contra el ataque desmesurado de Israel. Emails que llaman al compromiso, emails que llaman a la conciencia, emails que piden firmas para que el Parlamento Europeo haga un comunicado firme. La cultura se compromete. Desde todos los bandos.
Hace unos años con motivo de la celebración de los 25 años de relaciones diplomáticas entre el estado de Israel y el estado español, la embajada israelí en España invitó a una serie de comisarios y críticos, entre los que me encontraba, a conocer la situación artística del país. También aquel es un estado policial y militarizado, consciente del globo de riqueza en el que vive a costa de los primos palestinos (el uso del término “primo” no es irónico, durante siglos árabes y judíos se han apelado a si mismos, afectuosamente, el primo árabe y el primo judío, demasiados años de historia y geografía compartida). Tras esa invitación, evidentemente, quedé incluido en el mailing de la oficina cultural de la embajada de Israel. Semanalmente me llegan las actividades culturales patrocinadas por Israel en España. Pero antes que ningún email de colegas pidiendo una reacción contra Israel y sus ataques a Gaza, el día 30 de diciembre, sólo dos días después del inicio de los ataques, recibí uno de esos emails de la embajada y su oficina cultural. Este no anunciaba ningún acto cultural. Llamaba la atención sobre lo legítimo de los ataques de Israel sobre Hamas. Rechazada el uso “cínico” de las imágenes de víctimas fruto de sus bombardeos. Y aleccionaba para no dejarse confundir por esas imágenes propagandísticas y demagógicas. Esta sí es pura propaganda y doctrina política.
Si se exige un compromiso a la cultura sólo se me ocurre una respuesta, una exigencia, un grito, no demagógico ni propagandístico: PEACE IN THE MIDDLE EAST!
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)