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Grupos de trabajo, prácticas colaborativas, colectivos, proyectos participativos… El contexto del arte contemporáneo observa como la superación de las individualidades vuelve a estar en boga.
No se trata simplemente de artistas agrupándose para firmar obras conjuntamente, sino que muchas de las dinámicas se dirigen hacia lo colaborativo, lo líquido, lo permeable. Los artistas trabajan como organizadores invitando al público a definir el espacio artístico, los comisarios convierten el diálogo en la base de su trabajo, la red modifica la capacidad de actuación de los usuarios, y las instituciones necesitan ser más permeables si quieren representar o actuar en un contexto específico.
La situación político-económica global conlleva una situación de trabajo flexible e inestable, y el hecho de agruparse puede llegar a ser casi un acto reflejo de defensa. Al mismo tiempo, es inegable que trabajar colaborativamente puede ser divertido: Adiós a la soledad, bienvenidas las discusiones sobre lo que nos gusta, incluyamos otros puntos de vista distintos al nuestro.
No está de más apuntar otro elemento que tiene importancia al hablar del trabajo colaborativo: el papel que juega el propio contexto y las instituciones. Un colectivo tendrá más voces para defenderse o situarse en la jungla del arte contemporáneo, pero además el colectivo puede ser bien visto desde un marco de instituciones que observa como su economía está en peligro. Por el mismo dinero, una institución puede tener trabajando a una persona o a un colectivo, o sea, un equipo de trabajo. Dos, tres, cuatro o los que sean por el precio de uno. Una buena oferta.
Evidentemente, el trabajo en colaboración en arte contemporáneo no es algo nuevo. Podríamos hacer un repaso desde Dadá hasta la Internacional Situacionista pasando por Fluxus, podríamos hablar de la acción vienesa o de los happenings americanos, de Warhol con Basquiat y Clemente o también de la videodanza, pero sí que parece claro que algo ha cambiado. Posiblemente lo que ha cambiado es el entorno. Como apunta Marion von Osten, el trabajador cultural pasa por lo mismo que cualquier trabajador flexible de la rama que sea, o como comenta Alex Foti, los “Brainworkers” no están tan lejos de los “Chainworkers”. Ambos, von Osten y Foti, están presentes en “Taking the Matter into Common Hands”, publicación que nace del simposio con el mismo nombre organizado por Johanna Billing, Maria Lind y Lars Nilsson en Iaspis el otoño del 2005.
Editado por Black Dog Publishing, no pretende ser un compendio exhaustivo de lo que significa el trabajo colectivo, en colaboración o común, pero sí que aparecen la mayoría de temas de debate que genera este modo operativo desde un posicionamiento de actualidad.
En un repaso entre teórico y práctico, Maria Lind comenta lo que supone el networking neo-liberal después del mayo del 68, apuntando también el peligro de llegar al “consenso hacia el centro” (vía Chantal Mouffe) cuando a lo mejor son más interesantes las diferencias que los acuerdos.
Brian Holmes habla del paso desde las “microfísicas del poder” de Foucault hacia las “micropolíticas del deseo” de Guattari, apostando por una implicación política desde el arte que también podemos observar en la entrevista con Alex Foti y su necesidad de crear nuevas respuestas para un contexto nuevo.
El libro incorpora múltiples ejemplos de trabajo colaborativo, tanto entre artistas como comisarios, así como el de otros agentes creativos. Equipos de diseño (Åbäke), grupos interesados en arquitectura (School of missing studies) también expresan sus opiniones en esta publicación.
Se echa de menos una mirada crítica hacia la institución o un posicionamiento desde ésta, obviándose que será la institución quien marcará muchas de las relaciones laborales que definirán a los grupos de trabajo colaborativo, así como también su grado de profesionalización.
Y frente las dudas, los deseos, la relación con el contexto y las dificultades que implica trabajar colaborativamente destacar el punto de vista casi irónico de Tirdad Zolghadr hablando de Shahrzad, colectivo que no pretende ser unitario y que simplemente es un grupo de amigos que, de un modo inteligente juegan con el Status Quo y con ellos mismos mediante la publicación independiente con la que trabajan juntos.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)