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Hablar de territorios concretos en este mundo globalizado siempre resulta complejo. Presentar culturas “ajenas”, así como referentes culturales particulares partiendo de elementos geográficos entraña el grave peligro de la generalización y de la nueva mirada colonialista.
Resulta evidente que nos encontramos frente a la internacionalización de lo local, pero la exotización de “lo otro” sigue anclada en nuestra definición binaria del mundo. Una definición simplista que marca el día a día de, por ejemplo, los media, estos agentes que nos presentan un mundo de buenos y malos, de nosotros y los otros.
La ecuación iraquiana, propuesta visible ahora en la Fundació Tàpies, se mueve peligrosamente entre éstos términos. Peligrosamente por lo que supone tratar según que temáticas, por lo que implica una investigación cultural amplísima, por la adecuación de la investigación al mundo del arte, y por lo difícil que sería justificar un proyecto de estas características si no fuera por la firma de alguien del star system artístico.
Pero el peligro se salva con la red que supone ofrecer un producto mas o menos cerrado, un resultado concreto de una investigación en curso y al olvidar la figura de un interlocutor crítico directo. Se salva al entender la exposición como un formato crítico, como parte de un proceso de visibilización de algo más importante que el propio contexto del arte.
El espacio del arte contemporáno puede ser el lugar para una definición más ajustada a la realidad o, casi mejor, el espacio desde donde uír de las definiciones. Es en este contexto donde aparece el modelo de trabajo propuesto por Catherine David a distintas instituciones nacionales e internacionales. De todos modos, la presentación se mueve dentro de lo tradicional, entendiendo la exposición como un sistema de comunicación mas que de posible diálogo.
La ecuación iraquí, un capítulo más del proyecto “Representaciones árabes contemporáneas” presenta, en la Fundació Tàpies, una representación, desde occidente, una mirada bajo códigos occidentales a una realidad compleja. Como en todos los capítulos de este proyecto, la zona presentada se convierte en un ejemplo, en un punto de partida para ofrecer lecturas globales al hecho árabe, y muestra la dificultad que supone investigar lejos de los referentes.
Cada capítulo de estas representaciones árabes contemporáneas ha supuesto una aproximación a un contexto local determinado. El caso de Iraq se convierte en uno de los más difíciles, por la espeluznante situación que está viviendo, convirtiéndose en la imágen descarnada de la frialdad económica y política, de lo deshumanizado que puede llegar a ser un sistema como el que nos rige. La exposición retrocede, mediante archivos fotográficos, a una imágen de la ciudad antes de la debacle. La representación de la ciudad a través de simplemente imágenes puede llevar a equívocos por su supuesta objetividad. Lo que podría ser una mirada casi turística se humaniza mediante la presentación de algunos de sus habitantes, pero seguimos realizando una aproximación tópica. En primer espacio de la exposición los media aparecen de puntillas. Es aquí donde se presentan las televisiones árabes que “representan” iraq. Claro que a lo mejor el tanto por ciento de visitantes de la Fundació Tàpies capaces de entender la diferencia de matices entre distintos canales árabes será mínimo. Ésto nos da una pista de qué tipo de representación encontramos. Se trata de una representación occidentalizada, producida en un lenguaje internacional, con artistas que trabajan desde el exterior y nos facilitan una visión de lo que queremos ver. O de lo que podemos ver.
El espacio del arte contemporáno puede ser el lugar para una definición más ajustada a la realidad o, casi mejor, el espacio desde donde uír de las definiciones. Es en este contexto donde aparece el modelo de trabajopropuesto por Catherine David.
Pero evidentemente es interesante, de estas representaciones árabes contemporáneas, el hecho de entender la exposición como espacio de presentación de problemáticas políticas. Nos encontramos, eso sí, con cierta libertad limitada posíblemente por la autocensura. El el texto de introducción a la exposición transpira la necesidad de hablar de Estados Unidos, pero no se menciona directamente. Avanzando en la exposición, terminamos con distintas actitudes de confrontación al imperio.
Probablemente la parte más interesante de la exposición la encontrarmos en la selección de documentales: personajes que vuelven a Bagdad después de un exilio se encuentran con una policía desarmada y un odio hacia lo americano, niños muertos a balazos en la calle y la asumción de que ésto es algo normal. La introducción expositiva previa parece entonces algo trivial. El archivo fotográfico, los retratos “televisivos” de personas creativas, las obras –en algunos casos parecen casi recursos decorativos o de justificación expositiva- se desenmascaran como elementos de bajo calibre, como ejemplos de representación, construcciones superficiales para públicos a los que se les supone desinformados.
Hablando de una construcción de la realidad, nos encontramos en esta exposición un documento brillante: uno de los videos presentados (P.N.A.C. and the liberal Hawks), recoge las deliberaciones iniciales del tribunal internacional que, en el 2004, analizaba el origen y la justificación de una guerra en Iraq. Lejos de una realidad pragmática, los contertúlios –no parecen demasiado afectados por lo que están tratando- observan la situación desde un punto de vista casi filosófico. Se utilizan desde Habermas hasta Derrida para hablar de la legitimación internacional para el ataque, se ironiza sobre las estrategias judiciales, la tranquilidad y los buenos modos nos indican que se trata de un contexto de alta educación. El documento es interesante por su contenido y la forma en que se ejecuta, pero también es un perfecto ejemplo de la distancia, y a veces la inutilidad, de las altas esferas culturales frente a la inmediatez social y política. Una distancia que, de algún modo se entrevé en estas representaciones occidentales de lo que significa lo árabe.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)