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La semana pasada, en el artículo titulado “¿Cómo escuchar desde el discurso?” Sonia Fernández Pan se preguntaba acerca de la dinámica arte contemporáneo-sonido, cuestionando las posibilidades de entender la experiencia sonora a partir de un discurso teórico -y enmarcado en un espacio-. Pero ¿y si el sonido fuera el propio discurso?
Hace ya más de un siglo se creó un medio de comunicación, que, a diferencia de otras tecnologías (y pese a ellas), continúa extrañamente vigente: la radio. Esta permanencia se debe, entre otras razones, a que se ha convertido a lo largo de los años en un medio de comunicación multifacético, incluyendo entre sus posibilidades la función informativa, la herramienta política y el instrumento artístico.
La utilización de la radio como una herramienta de composición y difusión de piezas artísticas-sonoras ha sido desde sus inicios (a finales de los años veinte) una importante práctica artística, que de algún modo ha permitido también la sobrevivencia de la radio a la revolución tecnológica de los noventa y a su continuo desarrollo actual. Hoy siguen en pie aquellos proyectos artísticos-sonoros basados en las cualidades democráticas de la difusión de la radio, para establecerse como un espacio de exposición para el sonido o como una obra radiofónica en sí misma, tal como lo propondrían los futuristas a principio del siglo XX, y como lo implementarían más tarde otros artistas como Jean Tinguely, Vito Acconsi o John Cage, entre muchos otros.
Desde una perspectiva política, es a partir de la década de los setenta, y después de una larga y conflictiva historia en torno a la privatización de las radios, que nacen las llamadas “radios libres” en Europa, las cuales defendían las emisiones gratuitas, independientes y sin fines de lucro. Estas radios, como la pionera Radio Alice en Boloña, significaron un nuevo tipo de libertad, transformándose en espacios interdisciplinares de comunicación, de contracultura, de activismo y de resistencia a discursos hegemónicos tanto artísticos como políticos. Además se convirtieron en la base ideológica de los proyectos de radio-arte de la actualidad.
El nombre de Radio Art se refiere a aquellas obras sonoras que utilizan la radio como medio de creación o difusión. Es una práctica artística que está llena de metáforas, entre ellas, la radio como instrumento y el sonido como lenguaje. Una obra radiofónica puede ser cualquier tipo de sonido emitido por una radio con fines artísticos, ya sean composiciones abstractas (llamadas también soundscape o paisaje sonoro), poesía sonora, música noise, ensayos sonoros, performances de voz, entre muchos otros estilos.
En el año 2006 el músico suizo Jonathan Frigeri fundó Zonoff en Ginebra, dos años después trasladó el proyecto a Berlín, para terminar posicionándose firmemente en medio de una escena sonora no institucional en la capital alemana. Zonoff es una plataforma independiente que crea y promueve la música experimental y el arte sonoro desde diferentes formatos, como festivales, grabaciones y, especialmente, proyectos de radio. Desde su origen, Zonoff ha organizado múltiples programas radiales, algunos de ellos itinerantes, con artistas internacionales, performances en vivo y radioemisiones simultáneas. Estos proyectos han sido construidos en torno a la idea implícita de crear comunidad, propósito que se encuentra profundamente enraizado en los orígenes de la radio. Brecht, escribe en “Radio as an Apparatus For Communication” (1932) sobre una audiencia activa, destacando la importancia de la posibilidad de comunicación de la radio por encima de la de distribución.
Radio Picnic es quizás el proyecto más grande de radio organizado por Zonoff, y refleja los principios artísticos y curatoriales en los cuales éste se basa. Se trata de una residencia, comisariada por Selene Mauvis y Jonathan Frigeri, para músicos, artistas e investigadores que trabajan con el formato de la radio para explorar sus posibilidades sociales y musicales-sonoras. Durante la semana de residencia, los artistas conviven con los organizadores, generando así una instancia íntima de intercambios creativos, para finalmente hacer un programa radiofónico transmitido en vivo en Laptopradio, y luego re-emitido en Freiesradio Berlín y Potsdam, además en la Radio Arte Mobile en Roma. En las emisiones finales se han mezclado diferentes estrategias sonoras, como voz, ruidos encontrados, música, soundscape, errores, ensayos sonoros, poesía, soundcollage, entre otros.
Los proyectos hasta ahora realizados en Radio Picnic son variados, aunque comparten la importancia del proceso creativo y de la experiencia misma por encima del resultado final. Se basa en un proceso comunitario no jerárquico que, por una parte, cuestiona la presencia de una institución en los proyectos sonoros y el rol del curador en su dinámica con los artistas, y por otra, defiende la función de la radio como un medio artístico de comunicación libre y público. Este último es un punto clave, en tanto que el formato radiofónico se manifiesta aquí como una forma de colectividad, tanto en el proceso colaborativo-creativo como en el de emisión y recepción. Es decir, con el mismo principio de comunidad del pensamiento brechtiano, aquel que unió a las primeras radioemisiones libres de los años setenta en Italia y Francia, pero esta vez con un discurso sonoro más cercano a la obra de Cage y al manifiesto de Russolo de 1913, que llamaba a “conquistar la variedad infinita de los sonidos-ruidos”[[Luigi Russolo. L’Arte dei Rumori, 1913]].
Son obras que empiezan y terminan por el sonido, las cuales deben ser entendidas desde la escucha, y ahí justamente radica su propio discurso. Es un tipo de performance, donde el sonido transita por la radio, capaz de alcanzar todos los espacios, o como lo plantea Frigeri “visitar a los auditores en su propia cocina”.
En momentos en que podemos hacer prácticamente todo por internet, se podría cuestionar la especificidad de la radio como medio para traspasar fronteras lingüísticas y geográficas. Y aun así, es justamente por el exceso de información visual promovido especialmente por y mediante internet que las creaciones sonoras significan otra modalidad performativa, que posibilita a su vez dinámicas de recepción únicas.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)