Buscar
Para buscar una concordancia exacta, escribe la palabra o la frase que quieras entre comillas.
En A*DESK llevamos desde 2002 ofreciendo contenidos en crítica y arte contemporáneo. A*DESK se ha consolidado gracias a todos los que habéis creído en el proyecto; todos los que nos habéis seguido, leído, discutido, participado y colaborado. En A*DESK colaboran y han colaborado muchas personas, con su esfuerzo y conocimiento, creyendo en el proyecto para hacerlo crecer internacionalmente. También desde A*DESK hemos generado trabajo para casi un centenar de profesionales de la cultura, desde pequeñas colaboraciones en críticas o clases hasta colaboraciones más prolongadas e intensas.
En A*DESK creemos en la necesidad de un acceso libre y universal a la cultura y al conocimiento. Y queremos seguir siendo independientes y abrirnos a más ideas y opiniones. Si crees también en A*DESK seguimos necesitándote para poder seguir adelante. Ahora puedes participar del proyecto y apoyarlo.
Irina Mutt es una de nuestras colaboradoras más amigas, no lo vamos a negar, y también alguien capaz de llevar al extremo lo de vivir en carne propia, capaz como pocos de transmitirlo también.
Nos interesa destacar este párrafo del texto de Manel Clot que dirige este mes de archivo:
«El texto de la crítica y desde la crítica, cualquier esbozo de teoría con vocación e intención plurales, cualquier ensayo de laboratorio, cualquier probatura curatorial, deben partir del carácter eminentemente contextual de la producción artística, deben considerar la imposible universalidad y esencia de sus cualidades, deben reafirmar su irrenunciable no-exterioridad, y han de convertirse en su dispositivo conversacional primero y fundamental: no esperar complicidad sino aportar interlocución, no connivencia sino convivencia, no resignación sino intercambio, no colisión sino colusión, no interpretar sino completar, no descifrar sino intensificar, no dirigir sino asumir, no efectividad sino afectividad, no dirección sino implicación, no expresión sino crítica, no descripción sino inscripción, no yuxtaposición sino interacción, no cohabitación sino integración, no multiculturalismo sino transculturalismo, no política sino acción, no acontecimiento sino reconocimiento, no integración sino disolución, no tolerancia sino diferencia, no biografía sino experiencia.»
Y emergiendo de otro contexto en el que nos preguntábamos sobre la crítica, recuperar el texto de Irina Mutt que parió tras el simposio del ACCA del año 2015. Pura experiencia, puro cuerpo (y gracias también a Aimar por ser disparador de tanto).
Texto publicado el 15 de noviembre de 2015
Un año más, asistiendo a las jornadas del ACCA. Un año más, pasando las horas de un soleado fin de semana encerrados en una sala oscura consumiendo horas de debate, escuchando ponencias y asistiendo a talleres sobre crítica, preguntando como siempre qué función tiene la propia critica. Puede parecer el peor plan para un fin de semana, pero lo acabas pasando bien.
Para quien no sea de asistir a simposios de critica, decir que el ambiente es como un festival (pongamos el Sonar) pero sin música ni drogas, ni gente bailando, ni ambiente festivo…Vale, digamos que sería la antítesis de un festival de música, pero tiene una función similar: la de generar sensación de comunidad. Pero en vez de ligar y ver quien lleva la ropa más guay, discutes y ves quien cita los autores más complicados.
Escribir crítica consiste en visitar exposiciones para luego encerrarte en casa a pensar como ajustar las obras que has visto a un relato sobre contemporaneidad. Puro ejercicio de ficción; escribir; editar contenidos; poner palabras a las cosas.
De forma similar a cómo han cambiado las posiciones, formatos y tiempos de la crítica, el cuerpo del crítico también lo ha hecho. El critico ya no es un señor burgués paseando por los salones, ni un tipo con coleta haciendo rallas de cocaína en los baños de una galería (este ultimo personaje pertenece a mi imaginería de crítico de los 80). El critico hoy en día es un poco el personaje outsider del mundo del arte con el que nadie quiere jugar.
En los encuentros de crítica últimamente hay cierto placer en reivindicar la propia inutilidad y precariedad de la critica. En el mundo del arte, ya se sabe, hay como cierto gusto por el fracaso, entendiendo este como oportunidad. Somos así de románticos.
Mientras escribo me doy cuenta de que para referirme a quien escribe crítica, tengo que referirme al crítico. Porque si pongo género femenino a quien la ejerce quedaría raro y se confundiría la crítica (la mujer que escribe) con la práctica: la Crítica. En fin.
A lo que quería llegar, es que también hay un cuerpo escribiendo. Un cuerpo atravesado interseccionalmente por el contexto y por una serie de privilegios o desventajas; esto último repartido en función de raza, nacionalidad, género, identidad sexual, liquidez económica, estudios, etc. etc. Lo curioso es que este cuerpo y sus afectos raramente están presentes en un texto crítico.
Es como si el cuerpo que escribe critica no padeciera, no deseara. Al crítico se le supone un cuerpo funcional pero vacío, como un elemento conductor sin carne ni órganos. Yo no sé los demás, pero yo no escribo igual si he tenido una mala temporada, o estoy enferma, me he peleado con la pareja o se me ha muerto el gato.
Este texto tampoco lo puedo escribir igual mientras esta noche el Siglo XXI patea de nuevo la puerta y entra con toda la mierda acumulada tras años de violencia, guerras y fronteras financiadas y alentadas por tipos que mientras el mundo se va al carajo, se están tomando unos daikirs en una playa privada.
Aimar Perez Galí presentó su discurso dentro del simposio a partir de su cuerpo. Sudando el discurso hace hablar el cuerpo del bailarín, el subalterno, la fábrica post-fordista encarnada en el trabajador precario de la danza.
Dar voz al cuerpo, visibilizar su presencia, irrumpe en el sistema y lo teleológico, alternando la jerarquía en la que la teoría y el discurso intelectual de corte académico desplazan a lo personal, material y emocional.
Hacer hablar el cuerpo, rompe con la autoridad simbólica, y esto es importante. Pero ¿cómo pueden romper los cuerpos con la jerarquía económica? Tal vez sea necesario hacer un gesto más, entendiendo gesto como signo que comunica a través del cuerpo. Un gesto que nos emancipe, un poco, sólo un poco más de ese amo sin cabeza, porqué a fin de cuentas, quien no tiene cuerpo definido es el poder.
Y nosotras, tal vez lo que realmente deseamos, estilo Diógenes, es tan solo un poco de cálido sol sobre nuestros cuerpos y tiempo para disfrutar las cosas. Sin planes de llegar a ningún lado, ostentar poder o forrarse con algo que consiste en escribir desde un estado permanente de crisis.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)