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La exposición internacional de la 55. Bienal de Venecia lleva por título “Il Palazzo Enciclopedico” y está comisariada por Massimiliano Gioni. La carrera ‘bienalista’ de Gioni parece sincronizada con las temáticas que elige, y resulta coherente comprobar ahora el modo emergente del “pathos” desde Manifesta 5 en San Sebastián (2004), y aún mejor en aquella “de ratones y hombres” de la Bienal de Berlín (2006).
Esta Bienal de Venecia da cuenta de un submundo oscuro de rituales y visiones místicas auspiciadas bajo la mirada profética de dos figuras; al comienzo del Arsenale se presenta la maqueta del palacio enciclopédico ideado por el artista autodidacta Marino Auriti, quien en 1955 concibió una arquitectura museística que perseguía el sueño imposible de recoger entre sus muros todo el conocimiento universal. En el pabellón central, a modo de declaración de intención curatorial, se presenta El libro rojo de Carl Gustav Jung, un manuscrito ilustrado que presenta distintas fantasías y en el que el fundador de la psicología analítica trabajó durante dieciséis años. Con estos puntos de partida no sorprende que la línea que subyace en toda la exposición sea aquella que ensalza el poder de las cosmologías individuales y colectivas.
Conviene preguntarse por la gran aceptación de los discursos cósmicos y esotéricos en el arte contemporáneo más actual, el cual digiere sin problemas arte no-contemporáneo realizado por outsiders o artistas de otra época, como ocurre en esta exposición. Una mirada a la ansiedad que nuestro capitalismo tardío exhuma podría justificar este retorno de las cosmogonías. No es un caso aislado y tampoco se puede relacionar este revival cosmológico con el pasado. Incluso artistas jóvenes parecen hoy en día atraídos por la psicomagia y la tabla del tarot. En el mejor de los casos, la estética empleada es la del collage vintage en blanco y negro o todo lo que huela a ciencia ficción viejuna.
Es muy difícil sin embargo hablar hoy en día de cosmogonías sin caer en su lado reaccionario, con su lenguaje místico y trascendental. Esta tendencia ya pudo comprobarse en una dOCUMENTA (13) escorada hacia el New Age, y la Bienal de Venecia solo puede confirmar la invasión de lenguas muertas presentadas en cabinas de curiosidades. Muchos son los artistas y muchas las excepciones, pero lo que verdaderamente interesa es establecer el discurso dominante que sobresale. Hay espectadores que se emocionan con tal despliegue de excentricidad y purismo creativo salido directamente de la cabeza y que incluso lo celebran. Pero cabe al menos preguntarse si todo este retorno al interior de la psique no esconde sino un nuevo expresionismo, del cual la década de 1980 únicamente nos dejó su apropiación posmoderna y espectacular. De la psique se llega al cuerpo humano, y Cindy Sherman ha comisariado una parte de la exposición de manera muy afín a su trabajo y a sus influencias post-humanas. Los 80 y los 90 están bien representados. Y con ello el dolor, mucho dolor.
Una anotación inconexa y casual de términos que explican las obras de “Il Palazzo Enciclopedico” dice así: excentricidad fantasmal; rituales, mitos; parapsicología, sistemas de creencias; oscuridad; misterioso e irracional; telepatía; percepción extrasensorial; visiones; espiritualismo; tribalismo; ocultismo; fantasmagoría; naif; visionario; misticismo; Art Brut; nuevo kitsch; crónica burlesca; folklore; psiquiátrico; religiones; psicodrama; quiromancia; éxtasis; mise-en-scenes; sexualidad; tarot… No crean que sumando todas estas palabras se obtenga el retrato-robot de Gioni. ¿Cómo podría? Más bien, todo esto no es sino una opción discursiva diferencial a la hora de construirse una autoría (autoridad) curatorial.
El otro gran eje temático subyacente en la exposición sería no ya la enciclopedia, sino el modo en el que los y las artistas piensan la totalidad. Ésta se hace más nítida cuando se la convierte en un tema a ilustrar más que en un sistema de pensamiento que emana directamente desde el comisariado. La totalidad es siempre abstracta, y por lo tanto irrepresentable, de modo que las obras de arte pueden darnos pistas de esa misma totalidad. Esta exposición parece querer reducir esa totalidad exclusivamente a los mundos interiores de la imaginación, a la vez que olvidamos de nuestras mentes esa otra totalidad llamada capitalismo, el sistema-mundo o la globalización.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)