Cambio y fuera: dembow, desobediencia y tecnologías afrodescendientes del porvenir

Kiko El Crazy tiene un nuevo dembow sonando, Cambio y fuera^[1]Kiko El Crazy Ft. El Cheque RD – CAMBIO Y FUERA. https://www.youtube.com/watch?v=8BZY6FaVC1E. Un título de canción que se me antoja consigna; una que se grita desde el barrio, desde la bocina caliente,  para provocar un giro radical. En estos días donde la política se presenta como un callejón sin salida, el dembow entra como posibilidad no institucional de imaginar el cambio. No como utopía lejana, sino como micropolítica del ahora: lo que se baila, lo que se reescribe en el cuerpo.

En los márgenes, en las bocinas rotas, en los cultos barriales, en las formas de decir y de hacer que no caben en la gramática del Estado, hay un archivo de tecnologías cimarronas que se me hace necesario entrelazar en lo amorfo de estas ideas.

Como práctica artística, el dembow no necesita la validación del museo ni la sanción del discurso académico para producir sentido. Atraviesa cuerpxs, códigos, coreografías colectivas. Organiza deseos. Produce una cierta ética de la terquedad. Y, sobre todo, gestiona comunidad. Donde hay una bocina, hay cuerpo, territorio, energía, memoria y también disidencia.

El dembow ha generado un archivo vibratorio de lo posible, y lo ha hecho desde márgenes históricos racializados, feminizados, criminalizados. Las comunidades que lo habitan —en sus formas musicales, visuales y espirituales— han desarrollado formas de conocimiento que desobedecen la linealidad de lo académico. Y ahí está la potencia: hay saberes que surgen del gozo, del gesto, del grito, del flow.

Saber qué hacer con el beat no es cosa menor, es una forma de leer y escribir el tiempo. Como en la espiritualidad, como en la santería, como en la danza ritual, el ritmo no es entretenimiento: es invocación. En esto hay una lógica afrosincrética —híbrida, desbordante, elástica— que atraviesa tanto al dembow como a las prácticas espirituales populares dominicanas; desde los cultos evangélicos pentecostales de nuestros barrios^[2]Aunque no reconocida y asumida por ellos, la forma en que se manifiesta el culto evangélico pentecostal obedece a herencia afrodescendiente de espiritualidad. Nace en la calle Azusa de Los Ángeles, … Continue reading hasta los altares sincréticos donde conviven sin problemas Erzulie con Jesucristo, ritos de trance y expulsión. Ahí hay tecnologías de la esperanza que no se construyen desde la razón ilustrada, sino desde el grito, el tambor, la lengua rota. Desde la comunión.

Bajemosle un poco a sus ganas de leerme romantizando: el dembow, como toda forma viva, está lleno de contradicciones. También reproduce violencias, cuerpos-mercancía, pulsiones patriarcales. Pero incluso ahí, en su crudeza, en su ruido, hay una verdad que otros lenguajes no alcanzan. Solo en los entramados afectivos que genera, pudo aparecer en la escena dominicana una exponente como La Delfy, haciéndonos bailar con el desenfado más cuír y marica que hayamos visto^[3]La Delfy fue una exponente de dembow abiertamente homosexual y cuír que estuvo activa en los escenarios dominicanos por varios años. Murió al iniciar la pandemia de la COVID-19, en el 2020, con … Continue reading. Hay en esto una potencia de invención y un saber encarnado que incomoda al orden. Y eso, en sí mismo, es una forma de desobediencia.

Desde la mirada de mucha gente, esta estética suele ser consumida como espectáculo tropical. Pero el dembow no es color local. No es folclor para la pista blanca. Mientras se filtra en festivales y playlists globales, pierde a veces su urgencia. Porque el beat viene de otro sitio: del colmadón, del callejón, de la bocina que suena aunque la policía la multe. Es una forma de decir: seguimos aquí, aunque no nos quieran.

Y entonces el dembow desobedece. No sólo al sistema musical global, sino también a la lógica de la quietud, de la contención, de la obediencia al lenguaje limpio. El dembow tuerce. Rompe con lo legible. Invita a hablar otra lengua. Una lengua del cuerpo, de la carne negra, de la insistencia.

¿Y si allí, justo allí, en ese ruido incomprensible para el poder, está el germen de otra política? ¿Qué pasa si en lugar de traducir el dembow al lenguaje del museo, dejamos que el museo escuche el dembow como altar? ¿Y sí, más que analizarlo, lo bailamos como una metodología?

¨Cambio y fuera¨, el dembow de Kiko El Crazy, tiene mucho de tiradera. Pero todas las situaciones que narra ameritan gritar un ¡ya basta! al mismo tiempo que anuncia con fuerza un ¡ahora es que empieza la cosa!

En estos tiempos de futuros clausurados, las posibilidades de un mejor mundo tal vez no vengan en forma de teoría, ni de programa público; puede que estén ya dadas en formas de conocimiento que aún no sabemos cómo procesar. En lugares que no aprendimos a tomar en serio. En un dembow, en una iglesia evangélica de barrio, en una invocación sincrética que convoca fuerzas desde abajo. Lo que nos puede salvar, tal vez, no tiene traducción; pero tiene ritmo.

Cambio y fuera.

(Foto de portada: Fotograma del videoclip oficial Cambio y fuera de Kiko El Crazy Ft. El Cheque RD)