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Propusimos a nuestros cómplices –también a nuevxs y recientes conocidxs afines a las formas y la política del ITS– una pregunta original, poética y política, que apuntaba a la manera como vivimos el tiempo. Una pregunta que buscaba y busca todavía ahora –mientras lees este texto te lo puedes preguntar tú mismx– activar la percepción temporal de manera individual y corporal. Una pregunta directa: ¿con qué órgano percibes tú el tiempo? Debe aquí entenderse “órgano” en sentido científico (de los ojos al corazón, del cerebro al estómago) o como aquella parte de tu cuerpo que percibe metafóricamente el pasar del tiempo, que ritma tu día o tu vida más allá del reloj. [1]Cualquier lector/a que lo desee puede enviarnos su respuesta a la dirección siguiente: institutodeltiemposuspendido@gmail.com. Será un placer poder contar con su contribución en el Catálogo … Continue reading
Invitábamos así a responder con el rigor que más convenía a cada unx, desde la ciencia o la filosofía o la poesía o las artes, desde lo más cotidiano a lo más trascendente, con el objetivo de hacer explotar las vivencias del tiempo y confirmar la hipótesis que origina y fundamenta el pensamiento del Instituto del Tiempo Suspendido: la existencia de infinitos tiempos y la igualdad de todos esos tiempos, es decir, la cronodiversidad que contiene y sostiene nuestras vidas. Tal es nuestra hipótesis cronopolítica que solo se verifica, empero, poniéndola en práctica, performándola.
De hecho, este proyecto partía de la sorpresa que nos ocasionó una cita de la novela de Thomas Mann titulada La montaña mágica (1924):
Hoy estoy muy lúcido. ¿Qué es el tiempo? –preguntó Hans Castorp, y se dobló la punta de la nariz con el dedo tan fuertemente que se le quedó blanca, sin sangre–. ¿Me lo quieres decir? El espacio lo percibimos con nuestros sentidos, por medio de la vista y el tacto. ¡Bien! Pero ¿a través de qué órgano percibimos el tiempo? ¿Me lo puedes decir?[2]Thomas Mann, La montaña mágica, trad. Isabel García Adánez, ed. Edhasa, Madrid, 2005.
Thomas Mann nos inspiró esta reflexión sobre el órgano del tiempo, efectivamente, pero el problema estaba en la perspectiva de su pregunta: no queríamos adentrarnos en la metafísica del tiempo (¿qué es el tiempo?), no buscamos saber objetiva y científicamente cuál es “nuestro” órgano humano que percibe el tiempo (en el original, “Aber welches ist denn unser Zeitorgan?”); no queremos entender cómo “percibimos” el tiempo, nosotrxs lxs humanxs en general, tal y como reza la traducción castellana. La pregunta que formulamos desde el Instituto del Tiempo Suspendido apunta más bien a lo mundano y emancipador, recuperando la idiorritmia que analizaba Roland Barthes en aquel su seminario del Collège de France 1976-77 (“Comment vivre ensemble? [3]Audio disponible en: http://www.roland-barthes.org/comment_vivre_ensemble1.html.) y aplicando esa idiorritmia a todas las puertas de lo corporal. Es decir, mediante esta reflexión sobre el órgano del tiempo queríamos hacer aflorar el ritmo temporal de cada unx, queríamos potenciar la cronodiversidad de cada unx, de cada cuerpo temporizante, frente al régimen temporal del poder que nos homogeneiza en dirección a la tecnovida, la cronometría digital, la productividad ansiosa. Como una cuestión singular para cada unx, una cuestión poética y política, dejamos resonar esa pregunta en todos y cada uno de los cuerpos (¡y de las cuerpas!) para ver cómo incorporamos el tiempo: ¿con qué órgano percibes tú el tiempo?
Por la dificultad de la pregunta, por la sorpresa que suscita y la ambigüedad que atraviesa la palabra “órgano”, las respuestas que hemos recibido en esta primera encuesta han sido sorprendentemente diferentes, ora directas ora delirantes, prácticas o poéticas. Son ciertamente respuestas muy diversas como conviene, en cualquier caso, a nuestra tentativa de activar la crono-diversidad que puede ayudarnos a emanciparnos del régimen temporal del poder actual, es decir, la crononormatividad tecnocapitalista. Ahora bien, querríamos establecer al menos una distinción general y, acto seguido, proponer algunas reflexiones particulares sobre el detalle de dichas respuestas y su contribución para la comprensión y práctica de la cronodiversidad.
Leyendo las respuestas recibidas, encontramos efectivamente una importante distinción general. En sus diferentes partes y con sus posibles síntomas, el cuerpo puede aparecer al menos de dos maneras: o bien como dolorosamente sujetado a la crononormatividad del régimen temporal que nos ha tocado vivir, o bien como sujeto emancipado que confirma la hipótesis de la cronodiversidad.
Como sujetado a la crononormatividad, algunas respuestas describen el cuerpo penetrado dolorosamente por una temporalidad cronométrica que se le impone y no le corresponde. En consecuencia, las formas de imposición de ese dolor cronométrico son hirientes, son patologías de la crononormatividad que atraviesan todo el cuerpo. Así las describen especialmente las respuestas de Clara Laguillo, Víctor Rico o Marina Garcés, entre otras. Son respuestas que lamentan cómo el cuerpo no puede, no puede parar, no podemos parar, y cómo diferentes órganos de nuestro cuerpo (corazón acelerado, estómago cerrado y dolido, cervicales y lumbares, y un largo etcétera) sufren la temporalidad acelerante de las herramientas cronodisciplinarias del tecnocapitalismo. La necesidad de estar en muchas partes y hacer muchas cosas, la impaciencia que nos aturde, la precariedad que nos vuelve zombis: ruedas productivistas que maquinizan nuestro cuerpo y lo agotan hasta el dolor más doloroso, hasta la impotencia más impotente, hasta el burn out o, como decía aquel poeta, “aquí me quemo y en este ahora muero”.
Ahora bien, hemos recibido otras respuestas en esta primera encuesta del Catálogo orgánico del tiempo que ya no describen la crononormatividad dolorante y dolorosa, sino esa cronodiversidad de la que hablábamos al principio como condición cronopolítica común. Se activa así una emancipación corporal respecto al régimen temporal del poder. No es una activación sencilla, evidentemente: se trata de una lucha durísima que debe librarse y que suele perderse. Y las respuestas de Javier Casado, Laura Llevadot o Núria Nia, entre otras, describen esa lucha entre la crononormatividad y su emancipación cronodiversa mediante diversos órganos y estrategias: volverse “fugitivo del tiempo”, batir “las alas” hacia el tiempo del baile, lo erótico, la escritura y el pensar, o bien desplegar con los dedos una “cadencia universal”, como nos dicen sus respectivos textos.
Esta fuerza cronodiversa de los cuerpos se despliega también, en otras respuestas, tan potente como para hacernos cambiar el sentido y las lecturas de la ciencia. Son respuestas informadas, referenciadas, que abordan leyes y datos científicos para activar otros significados: de la rotación de la tierra y su ralentización, como nos cuenta Mabel Tapia, hasta la Termodinámica y las huellas que dejan en la materia, como desarrolla Agustín Fernández Mallo. De ahí parten sus respuestas para desplegar reflexiones sobre los exteroceptores y la dimensión relacional del tiempo: reflexiones cronodiversas que iluminan de otra manera parámetros científicos. Liberación también mediante la mejor ciencia que, así, no es solo culpable de muchas de nuestras peores desgracias temporales.
Y, liberadxs de la crononormatividad corporal y científica, nos han llegado asimismo un gran número de respuestas que dan rienda suelta a una íntima percepción del tiempo a través del cuerpo. Ahí y así, en esos momentos otros, el cuerpo performa la cronodiversidad como condición temporal común, la lleva a cabo incorporándola: sus partes y órganos se activan para percibir el tiempo de otra manera. Son, por ejemplo, el corazón como tiempo variable de los sentimientos diarios o el estómago como sede de los altibajos de la energía que escande el día (dos participantes que prefieren guardar el anonimato); son, asimismo, los ojos que se ritman con el tiempo solar y sus variaciones lumínicas (Toni Amengual) o que, en un cruce de miradas, abarcan una eternidad intergeneracional más allá del presente, pasado y futuro (Emilia García Castro). Pero también ha irrumpido la poética de la piel contra el consenso temporal productivista: los planos de los rostros suspendidos y erotizados de la película de Bergman titulada Un verano con Mónica (como propone Beatriz Escudero), la piel y el mismísimo coño como Zeitorgan que activa otras dimensiones temporales (en el texto de Amparo Lasén) o el micromilímetro dérmico que avanza inexorable cada día, ante el espejo, una alopecia poética y endiablada (Marc Caellas). Por ahí, los poros buscan y activan así otros tiempos.
Así que date tiempo, responde tú mismx ahora: estás ahí, mirándote al espejo, quizá no solo la cara sino observando tu cuerpo entero… y así ves y sientes todas sus posibilidades de emancipación temporal. Estás vivx porque eres cronodiversx y, quizá, eso nos llevaría poéticamente a cierta a-temporalidad… no lo sabemos todavía (lo confesamos) y habrá que investigarlo más (lo asumimos), aunque eso es lo que parece apuntar la última respuesta que nos han enviado Judy Wajcman y Boroka Bo:
… I look in the mirror, time looks back. I am time, time is written on my face and I don’t know her language. We are timeless.
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Este primer informe es la primera manifestación, propiciada por Clara Laguillo y Núria Nia para A*DESK, de un proyecto más amplio. Pronto o tarde, o quizá ya está sucediendo, el Instituto del Tiempo Suspendido transformará este Catálogo orgánico del tiempo en un libro y en una instalación sonora. Puedes enviarnos tu respuesta, la esperamos, hay tantos y tantos y tantos tiempos por incorporar…
[Imagen destacada: Victor Rico. Instituto del Tiempo Suspendido. Dibujo]
↑1 | Cualquier lector/a que lo desee puede enviarnos su respuesta a la dirección siguiente: institutodeltiemposuspendido@gmail.com. Será un placer poder contar con su contribución en el Catálogo orgánico del tiempo, que irá tomando diferentes formas y formatos en nuevas (in)acciones del ITS. |
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↑2 | Thomas Mann, La montaña mágica, trad. Isabel García Adánez, ed. Edhasa, Madrid, 2005. |
↑3 | Audio disponible en: http://www.roland-barthes.org/comment_vivre_ensemble1.html. |
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)