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Francesc Ruiz – En algunos de tus fanzines los imaginarios de la ciencia ficción son el vehículo para acercarse a conflictos internacionales contemporáneos de una manera delirada, ampliando en cierta manera, el marco para su interpretación más allá de la lectura narcotizante de los media.
Cuando compartiste conmigo algunas de tus lecturas mencionaste Introducción a la Ciencia Ficción del cubano Óscar Hurtado, lo cual me hizo pensar en el desarrollo del género bajo ideologías concretas. Me gustaría que nos contaras cómo exploras en tu producción los vínculos entre ciencia ficción e ideología.
Irkus M. Zeberio – En su voz de filosofía y no en el propagandístico, la ideología me interesa por su función creadora. Creadora en el sentido artístico, que no crea desde la nada, sino que ordena el caos a su manera. Desde este punto de vista, las filosofías se han empeñado en la definición de lo humano, y en los sucesivos vuelcos históricos que han mutado sujetas a esos cambios. Tras las revoluciones industriales y la introducción a escala universal de la máquina, esa pulsión por definir lo humano se vio tremendamente determinada por la existencia de ésta. Tanto la ciencia ficción soviética como la americana deben sus posiciones predominantes en la cultura de masas a sus propias revoluciones industriales. Hoy, más de cien años después, aún es más intensa esa relación del humano con la máquina, y es por eso por lo que las artes o la filosofía, en mayor o menor medida, desde el mainstream a lo marginal, tienen relación con la ciencia ficción. La ciencia ficción sería algo así como la literatura que gira en torno a la noción de lo humano en relación con la maquinaria. Ésa es la razón por la que yo también ando por ahí.
Óscar Hurtado en su Introducción a la Ciencia Ficción hace una genealogía breve de esta literatura: desde el cristianismo agustiniano que agazapado en la literatura nos llegó con Utopía de Tomás Moro; a la revolución industrial y el tecno-optimismo de ingenios que moldeó la ciencia ficción como género. También hace una magnífica exposición de las bases de la ficción cuya esencia, el phantasmata aristotélico, dio nombre a la revista que quisimos hacer con Ignacio García Sánchez.
Descubrí a Óscar Hurtado a través de ese extraordinario fanzine cubano de nombre KORAD y gracias a los blogs que le hacen eco. Lo mejor es que os lo descarguéis y lo leáis. Hay mucha chicha en KORAD y me ha dado muchas horas de entretenimiento. Es de calidad desigual —como las mejores cosas de la vida, las reales—, ya que se trata de un fanzine colectivo y da cabida a gente que empieza o que tiene un trabajo que le impide dedicarse plenamente a la escritura. Pero la razón por la que me atrae tanto —y me parece importante que se entienda esta adoración mía, si se quiere, bizarra— es por el lugar que ocupa en el mundo. Esto me ha dado una visión más certera de lo que somos y tanto nos cuesta reconocer, empapados como estamos de millones de modelos de conducta de clase media impotente. Con los KORAD, hice un viraje en la mirada hacia el «tercer mundo» que creo que deberían hacer todas las izquierdas.
La manera delirada con la que en mis fanzines me acerco a la actualidad a la que haces referencia, se trata más bien de un posicionamiento, aún en construcción, un punto de vista; no un estilo ni un manierismo. Y al contrario de lo que suele decirse, frente al resto de tradiciones artísticas, es un espejo recto que refleja los espejos deformes. Inevitablemente, la estética que salga de ahí será percibida como delirante y monstruosa. Estamos en un momento de cambios y, como leí por Twitter, no hay que tener miedo a dar cringe.
FR – Presentas por primera vez en A-desk una pequeña constelación de gifs, en los que haces referencias por una lado al poema sinfónico Una noche en el Monte Pelado de Musorgsky, inspirado en el cuento de Gogol que relata un akelarre cerca de Kiev; y por otro lado, a la adaptación de Disney del poema de Goethe El Aprendiz de Brujo, encarnado por Mickey Mouse. Creo ver en tu intervención como resuena también el actual conflicto ruso-ucraniano . Cuéntanos un poco de este nuevo trabajo.
IMZ – Bueno, este trabajo del que os enseño aproximaciones, bruscamente si se quiere, se me ocurrió a partir de una especie de dislocamiento psicosocial, precisamente como consecuencia de la guerra y el comecocos diario. La propaganda de hoy se ve tan multiplicada y reverberada directamente a nuestra mente y a profundidades tan íntimas —casi de relación fisiológica, tele-carnal, como el porno online— que nos anula completamente. Amenazas nucleares, escasez, hambre, muerte… Estamos obligados a generar ideas que superen el estado actual de las cosas, la historia no para.
Un día mientras miraba con mis sobrinos Fantasía, la película de animación de Disney, empecé a relacionar los elementos semánticos de la película con la actualidad. Más tarde, con un análisis en profundidad, pude vislumbrar mediante magia inversa el significado de esas imágenes antiquísimas que tanto se repiten a lo largo de la historia del arte. La metáfora del sombrero como mente. Las estrellas como metáfora de las ideas. El mago como creador.
En mi proyecto, Mickey es el humano infantilizado que viste su cabeza con un sombrero de estrellas cargado de referencias que tanto representan al mundo de las ideas, como a la bandera de la Unión Europea o a la iconografía católica del halo estrellado que rodea la cabeza de vírgenes y santos.
En la película, Mickey se pone a bailar y le vemos lanzando estrellas fugaces. ¿O se trata más bien de fósforo blanco, que en su delirio no ve? Me pareció una buena analogía para esta nueva época de trincheras y propaganda-guerra en el Dombás.
FR – Máquina Total, el taller de impresión que diriges con Pablo Taladro y Naida Mazzenga junto con la librería especializada en cómic y fanzine Fatbottom en la trastienda de la cual os encontráis, es en su conjunto uno de los principales nodos de la autoedición del país. Después de llevar varios años funcionando, ¿Qué balance haces de la propuesta? ¿Cómo ha afectado en tu práctica personal y desde un plano casi político, desde la militancia en la autoedición? ¿Qué reflexiones han surgido después de todo este tiempo?
IMZ – Aquí no dirigimos nadie, en nuestro taller reina la anarquía de la producción. En relación con nuestra producción gráfica la imprenta nos ofrece la oportunidad de reproducirla a precio de coste, cosa nada desdeñable, y encima tenemos a Fatbottom que nos distribuye y nos ayuda.
Ha sido una propuesta vital para ganarnos por los hechos el derecho a la vida. Esta estrategia de construir un taller se me confirmaba desde joven por la influencia de Oteiza, Walter Benjamin, Gabriel Celaya, Armando Buscarini, William Blake, Pakito Bolino, Abraham Díaz… Todos ellos eran maestros de taller o se autoeditaban. Como bien dices, es una estrategia «política» en el sentido de poder. Con Máquina Total cabe la posibilidad de mantener la capacidad de seguir dibujando. Sin pretensiones de ultratumba, muy humildemente. Es un buen sitio, con un ambiente de risa y jarana. Tenemos al alcance lo más novedoso en el ámbito del arte gráfico radical y/o sofisticado y estamos aguantando el chaparrón desde un lugar privilegiado. Me considero satisfecho por eso.
Sin embargo, haciendo otro tipo de balance, el taller aún no ha logrado sus objetivos primigenios. Me quita mucho tiempo y acaba por fagocitar a veces a mi propia producción. Máquina Total es mi gólem. Todo el mundo ha creado el suyo propio de alguna manera. Otra de las intenciones iniciales que aún no hemos conseguido desarrollar como queríamos ha sido la faceta editorial, la edición es un mundo muy difícil. Por suerte, y eso me gusta, todavía llegan encargos para imprimir de gente que viene cargada con alegría fanzinera. También siento que el mundo está cambiando, y percibo que tan funcional son al capitalismo las ideas que revolotean por la autoedición, como las que se encuentran en las instituciones artísticas a nivel de alta cultura o en las de una agencia o productora de publicidad. Bueno, en la historia hay altibajos, pero hay que estar en la lucha y ahí estamos.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)