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Domingo, 17 de julio de 2016
Estoy sentada en el aeropuerto de Niza, esperando mi conexión de vuelo a Berlín. Cuando llegué a Francia en la mañana del día 14, el sol brillaba. Hoy, el sol sigue brillando, suena música pop en los altavoces de los cafés. Sin embargo, el camarero apaga el televisor cuando la noticia vuelve a aparecer. No quiere que turistas y locales veamos de nuevo las imágenes de la noche del 14… Después de este -otro- horroroso atentado a la humanidad, dudé en llevar a mi hijo de 11 años al campamento de verano que el chico estaba deseando desde hacía semanas, pero entonces, ambos decidimos que no queríamos que nadie decidiera por nosotros lo que hay que hacer. Nosotros no renunciamos a nuestra libertad de ser parte de esta vida.
Si nos fijamos en las sociedades (ejemplos descritos en el artículo) donde hay censura y no existe el acceso a la libertad de expresión, los valores culturales y humanísticos comunes que compartimos no tienen ninguna validez.
La cultura como garante de un sistema democrático está extremadamente infravalorada. Hoy en día, los estudios humanísticos están perdiendo estudiantes. Las universidades de la Ivy League[[Nota de traducción: La «Liga de la Hiedra» o «la liga de las Antiguas» es una asociación de ocho universidades privadas del nordeste de Estados Unidos de América que cuentan con gran prestigio y son consideradas sinónimo de excelencia y elitismo. La conforman las universidades de Brown, en Providence, Columbia en Nueva York, Cornell en Ithaca, Dartmouth College en Hanover (New Hampshire), Harvard en Cambridge (Massachusetts), Pensilvania en Filadelfia, Princeton en Nueva Jersey, Yale en New Haven, Connecticut).]] están luchando por la caída de los estudiantes, que prefieren pasar directamente a hacer negocios debido a que un título universitario (ya) no es garante para una carrera profesional. Para muchos jóvenes de hoy en día, la carrera académica o la educación superior ya no es un camino deseable.
El arte y las humanidades son los mayores perdedores en este «cambio cultural». Me di cuenta de ello cuando a mi hijo le obligaron a decidir entre «arte» o «música» en su educación básica. Decidir entre ambos no es ni puede ser una opción.
Depende de nosotros el garantizar que tanto nosotros como la próxima generación apreciemos los valores culturales en la educación individual y del estado para asegurar nuestra existencia en paz y democracia.
¡HAZ EL ARTE, NO LA GUERRA!
Selección del texto: El mayor fracaso, la incultura (editorial publicado el 30.11.2015)
Empezaremos por asumir que esto nos va grande, muy grande. No hay otra forma de escribir cualquier texto sobre ello. Asumimos, pues, que no llegamos ni a atisbar el final del hilo que alguien tensa desde un sitio muy lejano, o no tanto. Y desde esta sincera y humilde asunción de pequeñez, no podemos, no debemos ni queremos, dejar pasar ni un día más sin poner en letra lo que necesitamos transmitir. Seguiremos por afirmar que este texto lo firma la dirección de A*DESK, porque lo consideramos indispensable, y porque creemos en una crítica que camina descalza por el suelo de su tiempo.
Estos días, un vídeo del artista sirio Nassough Zaghlouleh que debía mostrarse en la galería L&B de Barcelona no será presentado por temor a represalias del Estado Islámico. El día 17 de noviembre de 2015, el poeta y comisario de arte de origen palestino Ashraf Fayadh es condenado a muerte en Arabia Saudí. Los cargos: apostasía en su libro de poesías de 2008 y relaciones ilícitas con mujeres. Fayadh fue detenido en 2013 por la policía religiosa; puesto en libertad con cargos; detenido otra vez en 2014 y sentenciado a 800 latigazos y cuatro años de prisión. Tras una petición de revisión del caso, la corte que lo retoma rechaza su testigo y lo condena a muerte. Se suma al joven Ali Mohammed al-Nimr, que es condenado a muerte por crucifixión por participar en una manifestación durante la llamada “Primavera árabe” en 2012. Y a todos los que no llegamos a conocer.
El día 13 de noviembre de 2015, 129 personas mueren en Paris víctimas de un atentado terrorista. Se suman a las más de 200.000 personas muertas víctimas de una guerra civil siria que arrasa a su paso, no solo con los vestigios de un pasado más humanista, sino también con un presente enrarecido y un futuro devastado. Se suman a las víctimas de Boko Haram, el grupo terrorista más letal. O a las 32.658 personas que murieron en el mundo por actos de terrorismo en 2014 (datos de www.visionofhumanity.org). Se suman a las víctimas del conflicto entre Palestina e Israel, una de las mayores vergüenzas que el humano actual pueda acarrear, el ejemplo hecho pueblo(s) del rencor y la venganza.
Walter Benjamin escribiría que “no existe ningún documento de cultura que no sea al mismo tiempo de la barbarie”. Quizá el mayor fracaso actual en el que podamos pensar es el colectivo, el de una civilización que no sabe convivir ni tolerarse, que utiliza la religión (o la economía) como armas arrojadizas y como argumento de intrusión, exclusión o dominación. Como en todos sus casos, es preciso analizar el fracaso para discernir entre sus causas, y que la barbarie sea, desde ya, afrentada desde la Cultura más elevada y valiente que entre todas las culturas podamos generar.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)