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La primera exposición individual del año del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía es “Sistema operativo”, de Daniel García Andújar. Una gran selección de obras anteriores que se muestran junto a nuevas creaciones, que siguen indagando en el vínculo entre las nuevas tecnologías y la sociedad y la intervención de lo público y de lo privado. Hablamos con un artista que considera su trabajo como más colectivo que individual.
Tu exposición se podría haber llamado también “Sistema inoperativo”.
En realidad soy mucho de estas analogías, muy de blanco o negro. Hago muchos guiños, como ya pasaba en “Postcapital”, en el que reducía el lenguaje a los colores, algo muy simbólico pero que sigue estando ahí como parte del lenguaje artístico. En la caja de herramientas del artista están todos los lenguajes utilizados durante la historia del arte, sería absurdo no utilizarlos. Yo hago un uso casi reductor en este tipo de analogía, en este caso del rojo, el blanco y el negro. Y hago esas analogías, como con sistema operativo, también para establecer un paralelismo con el sistema político. Siguiendo el lenguaje hacker, hay un intento de buscar los fallos del sistema, a través del bug, para una vez dentro intentar mejorar o reparar el sistema; esa búsqueda de una sociedad más democrática, con un sistema mucho más horizontal.
Por el agujero abierto por el bug entra el exploit, el programa que puede dañar o beneficiar.
Trabajo con esa idea, de hecho siempre cuento la paradoja del cuchillo: Si grabamos una escena con un plano corto, un cierto tipo de iluminación, utilizamos ciertos recursos dramáticos del cine, y aparece un cuchillo, estamos pensando una cosa; pero si luego aparece una mano y Ferran Adrià, pues estaremos hablando de cocina. Dependiendo de cómo las utilicemos, las herramientas tienen un resultado u otro. Yo estoy a favor de una mayor transparencia y emancipación, y que lo que se criminalice sea el mal uso de esa información. Pero que a priori nos estén criminalizando o tutelando, no nos permite funcionar como sociedad emancipada.
Comentabas que existen unos fallos en el sistema. ¿Crees que la forma de remediarlos es a través de la participación de la sociedad?
Seguramente. Cuando comencé a desarrollar estos sistemas operativos y estos software, hablaba de un ciudadano emancipado en este sentido. Si en vez de tener una sociedad como masa informe tenemos individuos que tienen una formación, con un buen caldo de cultivo educacional y pedagógico, tendremos una mejor sociedad. Aquí hago el paralelismo con ese imperio español de Felipe II, durante el cual, gracias a la imprenta, se empieza a difundir, en ese caso, la palabra de Dios, la Biblia. Se amplía el acceso a cierta información y a su interpretación. Ahí se inicia un desarrollo que desemboca en la Revolución Francesa, esa primera gran emancipación de la burguesía. Hago una analogía con esa gran brecha que se está formando en la actualidad, que al final es como una nueva jerarquización social, lo que llamaba en los 90 info-ricos e info-pobres. Cada vez se está haciendo más grande la brecha digital, que se une a una brecha que ya estaba ahí.
Al titular la exposición “Sistema operativo” en lugar de “Inoperativo” veo una tendencia hacia ser más optimista que pesimista, y hacia la idea de que el acceso a la tecnología puede provocar cambios a favor…
A favor y también en contra. Siempre he dicho que ni el sistema educativo ni el de formación, a nivel global, están preparados para enfrentarse a esa brecha y a un sistema que por definición es un sistema de control. Cuando la gente se echó un móvil al bolsillo no entendió que se estaban echando un sistema por el cual iban a estar controlados las 24 horas del día, 365 días del año. Una generación como la mía, muy celosa de la privacidad, no comprende el vivir en esta torre de cristal que es absolutamente transparente, esta sociedad plana como la llaman los liberales como Friedman: vivimos en una tierra que se ha hecho plana; no hay montañas y no hay donde esconderse, eso evidentemente es un cambio radical. Yo digo que estamos en un proceso de digitalización que aún no ha acabado. Lo que hay ahora son cantidad de cuestiones encima de la mesa. Eso para un artista es fascinante.
¿Definirías tu trabajo como individual o tiene algo de colectivo también?
Tiene algo de colectivo. Una de las transformaciones es empezar a ver las instituciones como algo relativo, como algo movible. Hablando del Museo, por ejemplo, creo que hay una diferencia entre los artistas -de los que yo he aprendido mucho- de los 70, que mantenían una confrontación contra la institución, con los de mi generación, que en principio, por ejemplo, con todos los trabajos que se hacen en la red, simplemente pasábamos de la institución porque no la necesitábamos para difundir nuestro trabajo, y empezamos a tener cierto interés en transformar la institución.
A mitad de los 90 se hablaba mucho de interactividad, yo participé en muchos festivales, y acabé hasta el gorro; al final de los 90 me salgo de toda esta festivalitis, del mundo de internet, la maquinitis, todas estas historias. Se hablaba mucho de virtualidad, cuando las redes virtuales son tan reales como las físicas. Y de eso, que me hacía mucha gracia, la interactividad. Cuando apretabas un botón y se movía algo en la pantalla, era interactivo. Y eso es lo menos interactivo del mundo porque tu lo has programado y sabes que todo lo que va a pasar en una máquina ha sido definido, es una estructura que yo he creado. Entiendo la experiencia artística como dentro de una estructura cultural muchísimo más amplia. Entiendo que ya no hablo de público estático. Lo que hago es mostrar la estructura, y a partir de ahí, se crea un nivel de participación mucho más interesante. Y que tiene hasta cierta funcionalidad. Si pensamos en cómo acceder al código interno de ciertas estructuras, cuando vemos un anuncio de un señor en calzoncillos, por ejemplo, no solamente nos están vendiendo los calzoncillos, sino que además están vendiendo un estilo, una tendencia, una ideología. Las tendencias, que se forman y se manipulan, son absorbidas inmediatamente por los chavales; de hecho, si no formas parte de esa tendencia estás fuera. Las tecnologías de la información nos están llevando a un espacio mucho más reducido, y esto no es solo culpa de internet. Viajar de Londres a Barcelona es diez veces más barato que de Barcelona a Cáceres. Se ha encogido el planeta y esto ha dejado a un montón de gente sin capacidad de visibilidad, de participar. Seguimos un mundo cada vez más estandarizado donde el otro, lo otro, no tiene capacidad de desarrollar su proyecto.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)