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Con curaduría de Bettina Knaup y Beatrice Stammer, re.act.feminism repone vínculos entre distintas generaciones y contextos culturales a partir de la implicación entre la orientación política feminista y la matriz discursiva de la performance
El vínculo que los artistas contemporáneos pueden tener con los referentes de los sesenta y setenta no es simple en ningún caso; si se trata de artistas y referentes vinculados con el feminismo, la complejidad de ese vínculo crece exponencialmente con cada una de las iteraciones de un movimiento social, cultural y político centenario, cuyas ramificaciones van del abolicionismo y las luchas obreras del siglo XIX a los debates actuales sobre el rol de la cultura femenina en terrenos como la epistemología, la bioética y el urbanismo ambiental. Activar ese vínculo entre generaciones es el problema que abordaron las curadoras Bettina Knaup y Beatrice Stammer para la muestra re.act.feminism que tuvo lugar hasta el mes pasado en la Akademie der Künste en Berlin.
Poniendo en primer lugar la implicación entre el feminismo como movimiento político y la performance como instrumento de renovación de los lenguajes a partir de los sesenta, la curaduría de Stammer y Knaup trasciende los limites de la exhibición-tesis en pos de un gigantesco trabajo de videoarchivo sobre activismo feminista internacional, con alrededor de 80 documentos audiovisuales de grupos y artistas del mundo: proyectos de figuras de alto perfil como Carolee Schneemann o Valie Export y otros de ambientes más subterráneos, como el Spiderwomen Theater o The Waitresses, típicos de las «guerras culturales» del momento.
Mientras tanto, la gigantesca sala que la Akademie der Künste tiene en su sede de Hanseatenweg asilaba más de 20 proyectos de naturaleza muy diversa, pero con un vínculo determinado con la performance (incluyendo el riquísimo Performing Archive Project de Suzanne Lacy y Leslie Labowitz). El elenco incluye, nuevamente, desde nombres infaltables hasta artistas jóvenes, pero lo destacable es la decisión de incluir un espectro internacional a la hora de fotografiar la actualidad del feminismo. Y no se trata de un falso cosmopolitismo protagonizado por el Atlántico Norte: la muestra prioriza con energía el trabajo de las artistas de Europa del Este y los diálogos que establecen con sus contrapartes occidentales de los sesenta; el rol que tienen Maja Bajevic (Bosnia-Herzegovina, 1967) y Boryana Rossa (Bulgaria, 1972), entre otras, muestra el dinamismo de sus contextos de origen, con contactos artísticos muy fluidos con Berlín, y gana en la comparación con los exponentes históricos.
El empoderamiento que permiten estos vínculos es patente si comparamos las series de Martha Wilson (Estados Unidos, 1947) y Tanja Ostojić (Serbia, 1972). Wilson expuso A Portfolio of Models, una serie de autorretratos fotográficos de 1974 que la muestran en distintos roles sociales: el ama de casa, la mujer fatal, etcétera. Un texto descriptivo acompaña cada foto. «La profesional», por ejemplo, es definida en estos términos: «su sexualidad es motivo de discusión; o bien su trabajo la satisface y la vuelve narcisista, o bien tiene éxito en el trabajo porque es frígida». Con enunciados de este tipo, Wilson y toda su generación (la llamada «segunda ola» feminista) trascendían los límites del movimiento por la igualdad de derechos característico de la primera mitad del siglo XX, llevando al feminismo a cuestionar íntegramente el rol de la mujer en la sociedad moderna.
Ostojić exhibió Curator Series, que redirige directamente los postulados de Wilson a la crítica del sistema artístico contemporáneo y el destino de las mujeres de los países del Este en las metrópolis occidentales. La serie, que forma parte de un proyecto mayor llamado Strategies for Success, consiste en un registro fotográfico de distintas performances que actualizan el sometimiento voluntario de las jóvenes artistas de la periferia en las capitales del mundo del arte: se la ve en la inauguración de la Bienal de Venecia de 2001, pegada durante días enteros al curador Harald Szeemann, sin contar con su consentimiento y obteniendo sólo malhumor a cambio de su inclaudicable compañía. En otras fotos, Ostojić le lava los pies a un curador serbio, o comparte una ducha con un crítico de arte italiano. La artista (que estudió en Belgrado y actualmente vive y trabaja en Berlín) muestra la vigencia que tiene, puertas adentro del mundo del arte, una premisa clásica del feminismo histórico. Además de abrir la discusión sobre una problemática social urticante, su trabajo pone sobre la mesa los fundamentos éticos de la imagen del artista contemporáneo como entrepreneur exitoso y arrogante a la que nos tienen acostumbrados tantas revistas de arte, revelando su subtexto machista y haciéndonos preguntar cuáles son los medios de tanto éxito.
Poniendo en pie de igualdad a artistas jóvenes del Este con sus referentes alemanes y estadounidenses, re.act.feminism contribuye a catalizar la orientación política de una serie de trabajos disociados, como si los rescatara de la dispersión: un efecto de reunión que trasciende la vecindad temporaria de un conjunto de obras en una sala.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)