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15.000 metros cuadrados de área expositiva constituyen el ex edificio industrial Hangar Biccoca de Milán, uno de los más grandes de Europa. Durante el invierno se presentan aquí dos exposiciones importantes, a las que añadir la instalación permanente de Anselm Kiefer, The Seven Heavenly Palaces, que conduce al espectador a una visión de lo sublime; sea por la monumentalidad de las siete torres site-specific, como por su efectismo al reflexionar sobre la interpretación, la representación y la proyección del tiempo, del espacio y del simbolismo.
Vicente Todolí es el nuevo Art Advisor del Hangar Bicocca, e inaugura su programa eligiendo, a conciencia, a los dos artistas temporales: Ragnar Kjartansson y Dieter Roth. A ambos les unen lazos personales, inspiraciones poéticas, actitudes pluridisciplinares y la ambición de la obra de arte total. A lo largo del 2014 serán Micol Assaël, Cildo Meireles, Pedro Paiva-Joâo Maria Gusmâo, Joan Jonas y Juan Muñoz, quiénes expondrán en el Hangar milanés.
Recién inaugurada Islands de Dieter Roth, en la sala “Shed”, dedicada a los artistas más jóvenes, encontramos The Visitors, del artista, músico y performer islandés Ragnar Kjartansson. Los espectadores somos los “visitantes” de honor, acogidos por una instalación visual, musical y emotiva, desplegada en nueve pantallas de vídeo a escala 1:1. El mismo Ragnar, junto a sus amigos y músicos de la escena independiente islandesa, -algunos componentes de los Mùm y de los Sigur Rós-, interpretan, durante más de una hora, y con un instrumento distinto, la melodía de la poesía Femenine Ways, escrita por la ex mujer del artista durante el divorcio. El título The Visitors se inspira al homónimo y último álbum de los Abba, banda epítome, según Kjartansson, de esa melancolía del pop simplemente cool, en el que ya exorcizaban el aislamiento y la derrota sentimental.
Los solistas ejecutan un concierto polifónico en la mansión bohemia de Rokeby (Nueva York), y con esta premisa, deduzco que toda sala que visitaré será un escenario teatral decandente. Cada performer actuará para mí desde la habitación asignada: el dormitorio, la biblioteca, la cocina, e incluso desde la bañera, -donde Kjartansson toca la guitarra-. Y sólo yo, por mi condición de visitante, podré escuchar contemporáneamente las nueve voces: este es mi privilegio. La presencia de los músicos, retratada en su intimidad y soledad, se convertirá en ausencia, cuando terminada la función, se retiren, y los espacios se nos muestren finalmente vacíos, ante nuestra mirada nostálgica. Aquí la distancia estética se convierte en condivisión ética. Aquí se convoca el dualismo destinado a discernir entre la inevitable soledad individual y una colectividad coral posible. Y se plantea una especie de doble juego, sea en la relación entre el contexto y las emociones, como en la conexión tradicional entre la performance live y su permanencia en la reproducción típica del vídeo.
La performance, grabada en una sola sesión, sin réplica ni interrupción, se controla al mínimo detalle, aún confiriéndole la frescura de la improvisación. El resultado es un tableaux vivant cinematográfico hecho de poesía y de música, y un canto al “lado femenino” en la reflexión sobre los sentimientos. La identificación arte-vida y la figura del genio creativo se explayan en todo ese romanticismo islandés que destila The Visitors, por su mezcla contrastante de melancolía e ironía, que a través de la repetición y la duración, crea un diálogo susurrado entre la música y el espacio.
En Kjartansson, es esa inclusión de todo el espectro de las artes lo que cimienta el ejercicio performativo; con un estilo recitativo propio, combina realidad y ficción, tradiciones islandesas y mitologías de la cultura contemporánea, con un efecto estético hipnótico, casi una oda al aburrimiento, que pende del hilo del misticismo y de la parodia. Desde sus inicios en la banda electronic-rock Trabant, en su obra es la performance musical la que posibilita el pathos colectivo, lo dionisíaco y la paradoja. La música es metáfora de la focalización sobre uno mismo, y a la vez, de concentración sobre los demás. Casi una sociedad perfecta, diría.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)