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Pero el secreto es que hay miles de palomas en este espacio performativo. Volando en libertad sobre Barcelona. Desde esta privilegiada atalaya saben releer la trama urbana y la cultura de la genealogía queer, inundando de rosa flúor la troposfera. Una historia de subversión refinada y culta, un dandismo de suave lluvia hacia arriba.
Rafa Marcos y Mario Páez (R. Marcos Mota-Mariokissme) son artistas. Construyen su propia imagen, juegan con la identidad y son fans de lo fan. Activan sabotajes historiográficos leyendo al dorso de los documentos del artista Ismael Smith en el MNAC, presentan experimentos musicales rastreando las genealogías de lo pop, trabajan el formato on-line y también en la distancia corta celebran la figura de Ana Mendieta o de Sara Montiel. Sobrevuelan los imaginarios del pabellón español de Venecia en la edición de este año y mantienen su trabajo individual sin renunciar a la comunidad creativa. Son las mejores anfitrionas en el pequeño ático de El Palomar. Un espacio para la producción y la imaginación curatorial.
En El Palomar han anidado una familia sin etiquetas. Nos conocimos en las aulas de la facultat de bellas artes de Barcelona y nos reencontramos en las propuestas de A*Desk. Ahora sigo el rastro en el facebook y leo sus intensas declaraciones políticas. Son palomas en vuelo libre, fieles a la guerrilla contra toda forma de marginación. Capaces de una vida dedicada a construir palomares donde incubar futuros para todxs.
¿El Palomar es un nido queer, un espacio para sobrevolar los miedos o la atalaya para imaginar un futuro?
Es todo eso y más. Aunque hablemos mejor de no-futuro. Los futuros (en plural) permanecen siempre abiertos. Es importante sobrevolar los miedos para abrir futuros, verlos desde arriba. Desde un principio nombramos El Palomar no como un espacio underground, si no overground. Es una atalaya entre tantas. Asumimos el valor y el peso del fracaso que supone contar una historia que de por sí ya es fracasada. Hablar de un futuro, unívoco, oficial, es hablar en términos históricos a modo patriarcal. El único futuro que las instituciones nos deparan no representa este fracaso, ni contempla los miedos que vemos desde aquí en la complejidad que merecen. Preferimos sobrevolar eso, es preferible tener una visión global del asunto para saber donde ubicarse. Si en algo hemos estado trabajando en estos últimos tres años es precisamente en esto. En trabajar la composición de dónde y cómo ubicarnos. Un nido es un espacio de protección y cuidados, un taller donde poner aceite al engranaje que nos mantiene en movimiento.
¿Vuestra deriva personal y artística es de alta intensidad política. Una demolición de toda dualidad de sexo y género. Donde os emplazáis en el contexto de la crítica queer?
Gracias por entender nuestra práctica personal-estético-política en su alta intensidad, diríamos que es el resultado de tender puentes de conexión espiritual y afectiva que confluyen en el proyecto de El Palomar y que desbordan cualquier experiencia estética individual. Nos esforzamos siempre en la visibilización de otras trayectorias que también confluyen en esta ideología crítica -y precaria. Nuestra trayectoria y visión es transgeneracional. Muchxs deberían ceder el espacio a experiencias disidentes que son arte y parte, para su auto-representación, antes de llenarse la boca hablando de teoría queer y querer ilustrar un discurso que termina siendo académico. En esto vamos más allá de la ruptura de la dualidad sexual o genérica: sobretodo proponemos otros modos de hacer. Defendemos la inquietud queer como algo aplicable a cualquier experiencia o parámetro. Las sociedades, los grupos, las ciencias, la moda, la cultura, las disciplinas sociales e incluso las relaciones amorosas se hacen queer.
¿Qué importancia tiene en vuestro manifiesto personal la amistad y la familia?
Nos construimos desde una base afectiva y es algo que defendemos públicamente desde el principio. Defendemos el derecho a constituirnos como familia desde nuestras vinculaciones personales y no creemos que tengamos que justificarlas ante nadie.
¿Barcelona es una ciudad donde «vuelan palomas» en libertad?
La Marca Barcelona se nutre de políticas blandas que se nos venden como alternativas y de diseño pero que son siempre por y para las mayorías. Hablemos más bien de Ciutat Morta, de Barcelona mata, del Espai de l’inmigrant, de lo que fue el PEI, de El Palomar… Movilizaciones organizadas como estas son las que -precariamente- otorgan vida real a esta ciudad, y que batallan en su supervivencia. En contraposición a algo tan líquido como todas estas uniones afectivas y críticas, el ayuntamiento invierte en símbolos estáticos y en cierto modo funerarios que se plantean como escultura pública. Apenas hay monumentos que nos refieren: la glorieta dedicada a Sonia Rescalvo Zafra, un espacio demasiado neutro y desafectado, o la placa en homenaje a las víctimas LGT represaliadas, que supone otra descontextualización histórica, demasiado genérica por erigirse como pura propaganda política, apenas visible y escondida. Mientras, las palomas siempre son contempladas por el ayuntamiento como una amenaza corrosiva contra el patrimonio cultural y arquitectónico.
Cuando EEUU aprobó la ley del matrimonio homosexual una mujer trans alzó la voz entre el público denunciando la situación de los inmigrantes LGTBQ en dicho país. Lo más inaudito no fue el rechazo de Obama a sus demandas sino el abucheo general por parte de los colectivos homosexuales presentes. Pues lo mismo aquí; todo se construye desde un hedonismo por el hedonismo, sin tolerancia ni contemplación por lo corrosivo que supone un hedonismo crítico. Se está confundiendo la idea de lo queer, y se está comercializando un significado totalmente erróneo y ubicado en un privilegio típico y europeizado que responde a un homosexual con poder adquisitivo, blanco, de clase media, que nunca renuncia al estatus de poder concedido por las miserias que las instituciones políticas han ordenado en pro de una integración sistemática y que se ha construido como falsa bandera. Falta mucho para que Barcelona se asuma a sí misma en toda la multiculturalidad que pretende. ¿Cómo quieren que asumamos el concepto legal de ciudadanía que las leyes aún manejan frente a las experiencias de riesgo y vulnerabilidad que sufrimos y sufren muchas de nuestrxs amigxs? Sabemos que bajo el supuesto triunfo de la libertad (ahora más que nunca amenazada) subyacen las formas más refinadas, pero no por ello menos acres y atroces, de homofobia, transfobia, sexismo y racismo.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)