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Este podcast está dedicado a escritoras pioneras que soportaron grandes dificultades para dar a conocer su obra. Desde grandes obras hoy ampliamente reconocidas, pero denostadas en su día, como Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë. Hasta nuestra Rosalía de Castro, una mujer que no solo fue pionera de la poesía española, sino también de llevar la lengua gallega a la vanguardia literaria.
Aquí podéis encontrar un resumen del contenido del podcast:
Es cierto que las mujeres leemos y escribimos más, pero, según estudios recientes, del total de obras registradas en España en 2021, las escritas por mujeres no llegaron al 30%. Esto persiste por varios motivos: falta de oportunidades editoriales, desigualdad insistente en premios literarios y el lastre de estereotipos de género. Aunque muchas más mujeres nos dedicamos a la escritura, publicamos y editamos menos, y accedemos a menos puestos en el ámbito editorial. Existe una fuerza centrífuga masculina ancestral que sigue aplastando, haciendo ínfimo, proporcionalmente, el número de mujeres que pueden exhibir o difundir su obra.
Si así están las cosas ahora, peor eran siglos atrás. En la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX, en Haworth, Yorkshire, en unos páramos inhóspitos e insalubres crecieron las hermanas Brontë y su hermano Patrick, al que llamaban Branwell en honor al apellido su madre que murió cuando eran muy pequeños (Emily tenía 3 años y Anne, unos meses). Cuatro años después, morirían sus dos hermanas mayores, Maria y Elizabeth (10 y 11 años respectivamente), de tuberculosis. Ese entorno físico y emocional marcó sus cortas vidas con enfermedad, sufrimiento, pérdida y muerte
Lo único reconfortante fue el amor por la literatura que su padre, el reverendo Patrick Brontë, supo inculcarles. En su hogar circulaban publicaciones como Blackwood’s Magazine, que les permitieron admirar a escritores como Lord Byron o Walter Scott. Leer y escribir era su gran vía de escape. Esto era inusual entre las mujeres victorianas, cuya aspiración máxima era casarse y dedicarse a las labores domésticas.
Acaso por ello, las hermanas Brontë eran consideradas ‘mujeres ariscas’. Emily, descrita como ‘hermética’, casi no hablaba con personas ajenas a su familia, lo que ha llevado a especular sobre un posible síndrome de Asperger. También se las consideraba poco agraciadas según los cánones de la época y, como hijas de un pastor modesto, no tenían dote. Su padre solo mandó estudiar a su hijo varón, así que ellas se dedicaron a la enseñanza como profesoras e institutrices, dejando claro que el matrimonio les importaba un comino.
Un día, en una sesión literaria, decidieron publicar sus poemas para ganar algo de dinero. Pero en la Inglaterra de la época, solo los escritores podían aspirar a ello; las mujeres no estaban consideradas capacitadas para la tarea intelectual. Para sortear prejuicios y que la atención recayera en la obra y no en el género del autor, muchas se veían obligadas a usar seudónimos masculinos. No fue el caso de Jane Austen (que murió en 1817, cuando las Brontë nacían), quien publicó sus novelas Sentido y sensibilidad o Orgullo y Prejuicio firmando como ‘By A Lady’ (‘Por Una Mujer’), un seudónimo genérico que no ocultaba su condición femenina, pero sí su nombre. Su autoría no se reveló hasta después de su muerte. Mary Shelley publicó la primera versión de Frankenstein con el nombre de su marido, Percy Shelley, aunque en 1831, con la versión revisada y definitiva, lo haría ya con su nombre. La gran pionera fue la inglesa Margaret Cavendish, quien en pleno siglo XVII publicó sus obras filosóficas, científicas y de ficción con su propio nombre.
Las Brontë firmaron su poemario con los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell. Las críticas no fueron malas, pero las ventas sí. Entonces decidieron escribir cada una una novela. En 1847, Charlotte (30 años) publicó Jane Eyre como Currer Bell; Anne (27) publicó Agnes Grey como Acton Bell, y Emily (29) publicó Cumbres Borrascosas como Ellis Bell.
“Tal vez sea una cosa peculiar mía; pero el caso es que muy pocas veces dejo de sentir una impresión interna de beatitud cuando velo un muerto, salvo si algún afligido allegado suyo me acompaña. Me parece apreciar en la muerte un reposo que ni el infierno ni la tierra son capaces de quebrantar, y me invade la sensación de un futuro eterno y sin sombras. Sí; la eternidad. Allí donde la vida no tiene límites en su duración, ni el amor en sus transportes, ni la felicidad en su plenitud.”
(Fragmento de Cumbres Borrascosas (título original Wuthering Heights), 1847)
La acogida de los ‘hermanos Bell’ despertó interés y morbo. Fueron muy comentadas, sobre todo por el “lenguaje soez, violencia y brutalidad”, su “rudeza e indecencia”, aunque también se les reconoció fuerza y originalidad, especialmente en los personajes femeninos, que no eran pasivos, sino complicados, inteligentes y rebeldes. A Charlotte le fue bastante bien con Jane Eyre, pero Cumbres Borrascosas fue muy criticada por su oscuridad y amoralidad, sugiriendo algunos críticos (hombres) que su autor debía ser un hombre depravado. Pasaron muchos años hasta que la novela de Emily fuera considerada una obra maestra. Ella nunca pudo disfrutarlo: un año después de publicar, murió su hermano Branwell, destruido por el alcohol y el opio; Emily, profundamente tocada, murió de tuberculosis tres meses después, misma enfermedad que se llevó a Anne en mayo del año siguiente.
“¡Oh, no quiero ceñirme a las reglas del arte! Mis pensamientos son vagabundos, mi imaginación errante y mi alma sólo se satisface de impresiones.
Jamás ha dominado en mi alma la esperanza de la gloria, ni he soñado nunca con laureles que oprimiesen mi frente. Sólo cantos de independencia y libertad han balbucido mis labios, aunque alrededor hubiese sentido, desde la cuna ya, el ruido de las cadenas que debían aprisionarme para siempre, porque el patrimonio de la mujer son los grillos de la esclavitud.»
Esas eran las palabras de una escritora del siglo XIX no ampliamente reconocida hasta mediados del XX, pionera de las letras hispanas, en elevar la lengua gallega a la literatura y en defender a los desfavorecidos: Rosalía de Castro.
Hija natural de una joven de la nobleza venida a menos y de un sacerdote, nació en 1837 y fue criada por sus tías paternas hasta la adolescencia. Ser consciente de sus orígenes la marcó con profunda tristeza. A esto se sumó una salud delicada, la pérdida de algunos de sus siete hijos y una situación económica precaria con su marido, el escritor y periodista Manuel Murguía, quien siempre la apoyó y publicó sus poemas. Estos problemas les obligaban a cambiar de residencia a menudo. Por eso su obra está teñida de tristeza, pesimismo y melancolía.
Rosalía se nutrió literariamente de las lecturas que su madre le proporcionaba y, antes, de la rica tradición oral gallega (cantigas y coplas) que escuchó en su infancia. Esto la inspiró a escribir versos en gallego cuando esta lengua solo se vinculaba al mundo rural, no al literario.
Sus obras más relevantes fueron Cantares gallegos (el primer libro impreso de envergadura creativa escrito íntegramente en gallego), Follas novas (donde retrata la realidad de mujeres pobres, excluidas y abandonadas) y En las orillas del Sar (con un alegato ecologista contra la destrucción del entorno natural). Fue una escritora totalmente adelantada a su tiempo.
Fue audaz y sensible para expresar sus sentimientos y muy solidaria. En sus poemas mostró preocupación por las duras condiciones de pescadores y agricultores. La denuncia social contra el clasismo y la exclusión siempre estuvo presente, haciendo especial hincapié en la discriminación que sufrían las mujeres. No fue feminista en el sentido activista, pero su vida y obra son un manifiesto coherente de independencia intelectual y capacidad creativa crítica con la época y el trato represivo hacia las mujeres. En artículos periodísticos denunció actitudes machistas y tradiciones gallegas que menospreciaban a la mujer.
Fue catalogada como existencialista por su estilo original y complejo para hablar de su yo íntimo, del dolor y la soledad. Junto a Bécquer, fue precursora de la poesía moderna en España. Sus versos influyeron en Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado. Fue la gran voz femenina del siglo XIX, cuya profundidad y compromiso la hacen eternamente actual y un referente para autores de hoy.
Sus últimas palabras antes de morir fueron: “Abre la ventana que quiero ver el mar.”
(Imagen de portada: Retrato de Rosalía de Castro, IanDagnall Computing / Alamy vía Aci)
Marisol Galdón es licenciada en Ciencias de la Información por la UAB, tiene una sólida trayectoria como periodista, comunicadora y presentadora en medios audiovisuales y radiofónicos. Publicó entrevistas irreverentes en Rolling Stone y artículos sobre cine en diversas publicaciones colectivas. Como escritora, ha firmado tres novelas de suspense psicológico: ¡Mátame! (2010), Psicoputa (2018) y Cumbres Tenebrosas (2021). Creativa y polifacética, ha trabajado también como discjockey, actriz ocasional y es autora del monólogo #MeRíoPorNoFollar. Imparte cursos de comunicación y ejerce como maestra de ceremonias y presentadora, siempre impulsada por su vínculo directo con el público.
Retrato de Javier Bedrina a partir de una foto de Olivia Peña.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)