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En la última exposición de Eugenio Dittborn, en Departamento d21 en Chile, me imaginé la siguiente escena (inducido por noticias recientes): el avión que lleva los grandes sobres que envía Dittborn a diversos puntos del mundo sufre un accidente y cae al mar. Una de estas cartas llega hasta una diminuta isla poblada por un náufrago. La abre. Dentro está la pintura aeropostal n 165. ¿Humor absurdo?
Dittborn afirma que “en los pliegues radica la aeropostalidad” (“Desierta”, Museo de Artes Visuales, Chile, 2010). Hay tanto de arte en el gesto de la muñeca del artista al trabajar, como en la estela que dejan el avión, el camión y el cartero tras de sí. Las pinturas aeropostales, creadas en 1983 en el contexto de la dictadura chilena, han viajado y siguen viajando por cientos de galerías y museos. ¿Arte turista? si nos creemos que el último istmo, según Fernando Castro Flórez, es el turismo, sí. O una reinvención de la pintura. O una de las únicas maneras de que el arte chileno sea visto fuera de sus fronteras.
El paradigma de las pinturas aeropostales ha cambiado desde su origen, porque la forma de comunicarnos se ha modificado. Dittborn me contestó a esto: “¿qué si está fuera de época? ¿pero qué es la época? La época está hecha de diez millones de épocas”. Sus pinturas son mensajes embotellados destinados a supervivientes de naufragios.
“Hay en el desenvolver y desplegar de las pinturas aeropostales una dimensión fúnebre, como la de exhumar un cadáver”. (Adriana Valdés, en “Mundana”, Pública Editores, 1997, Chile). Son como banderas que se repliegan en cuadrados, en triángulos, al fallecer un soldado, como velas de un barco esperando a ser izadas. En las pinturas aeropostales salen muchas cosas muertas; muchas islas y muchos náufragos.
En la novela de Raymond Roussel “Impresiones de África” un barco francés naufraga y sus tripulantes son capturados por los habitantes de una tribu africana. Entre ambas culturas se establecen juegos verbales, parodias, asociaciones libres. Y esa es la propuesta que encontramos en el contenido de las pinturas. Y también encuentros: entre los receptores y las cartas, entre los elementos en las propias obras: lo frívolo y lo grave, lo adulto y lo infantil.
Está lo líquido, lo aéreo y lo temporal: fragmentos de periódicos, iconos eternos, símbolos educativos que perduran durante siglos. La cualidad de Dittborn es la yuxtaposición de elementos, en principio disímiles, en un mismo plano. En su obra y en su mente.
También hace video-arte. Coincide con Jean Luc Godard en su manera de editar sus vídeos, realizando cortes justo antes de que ocurra una acción importante: “a uno lo destetan siempre antes de tiempo”, decía el director de cine francés. Y así como en su obra plástica, la obra la terminamos nosotros.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)