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Siguiendo los pasos de William Cassidy, Luisa Villar y otros exploradores y científicos, Guillermo Faivovich (1977) y Nicolás Goldberg (1978) iniciaron en 2006 Una guía a Campo del Cielo, un proyecto centrado en el entonces poco conocido reservorio de meteoritos en una región de unos ochenta kilómetros de largo y 3 de ancho ubicada entre las provincias de Chaco y Santiago del Estero, en Argentina. Producto de un único asteroide de hierro de unas 800 toneladas, fragmentado en pedazos tras su entrada en atmósfera, Campo del Cielo viene generando una historia plagada de robos, extravíos y viajes intercontinentales de piedras de mucho peso, en sucesivos capítulos desplegados en exhibiciones y (hasta ahora) dos libros. La participación de Faivovich y Goldberg en la zona de proyectos especiales de ARCO 2013 se enmarca en el segundo episodio, El Chaco, que animó la dOCUMENTA (13) desde el comienzo, hasta hacerse una pieza reiterada en el discurso curatorial de Carolyn Christov-Bakargiev y cargarle la agenda con algún que otro viaje oficioso a la región de los tesoros celestiales enterrados.
Cada capítulo de la saga gira en torno de un meteorito específico, de los muchos desenterrados, perdidos o todavía por descubrir en el suelo chaqueño. Cada capítulo también desarrolla una forma particular de lidiar con el material meteórico como objeto de estudio y exhibición. El primer volumen (El Taco, publicado en 2010) fue un ensayo sobre la reunión física en una muestra de dos partes de un meteorito cortado por la mitad: una parte de El Taco fue expuesta permanentemente al aire libre en el Planetario de Buenos Aires y la otra conservada con mucho celo en las bodegas del Smithsonian, en Washington. Ambas coincidieron para la muestra en Portikus, en Frankfurt, también en 2010, donde dieron cuenta de sus diferentes destinos y condiciones de conservación. La segunda entrega contó con el protagonismo de El Chaco, el meteorito que sin embargo no pudo abandonar su sede permanente en Campo del Cielo, donde se encuentra expuesto, para asumir una visibilidad contundente en la Friedrichsplatz, en Kassel, el año pasado. Un debate político y mediático se ganó el protagonismo que la enorme masa de hierro debía tener. La tercera entrega, programada para los próximos años, se las ve con el Mesón de Fierro, una pieza fundante de la historia de Campo del Cielo que se encuentra, sin embargo, desaparecida.
Estos tres estados posibles de la materia celeste en las exhibiciones artísticas cierran, eventualmente, un proyecto de años emplazado en la intersección de subgéneros y tradiciones como el land art, el apropiacionismo y aquellas empresas (muchas veces tan absurdas como monográficas) etiquetadas como artistic research. Lo interesante es que Faivovich y Goldberg no redundan en la visualidad de la investigación científica, sino que proponen un ámbito interdisciplinario y nuevo como objeto de estudio artístico. Y no promueven ningún discurso universitario en la forma de proyecto artístico, sino que se mantienen en un estado de espléndido silencio con respecto a las motivaciones, los objetivos y las consecuencias de su investigación.
Hasta el momento en el que se pusieron a trabajar, la bibliografía completa sobre Campo del Cielo contaba con ocho o nueve títulos, incluyendo un artículo aparecido en la revista de la Royal Society de 1788, una “Guía de meteoritos de la Argentina” de la Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales «Bernardino Rivadavia» de 1969 y un libro de Antenor Álvarez editado por Peuser en 1926, en Buenos Aires. Más cerca de la erudición borgeana que de un conocimiento científico organizado, la literatura sobre Campo del Cielo abrevaba tanto en la historia nacional como en la geofísica y la pura curiosidad. Los artistas tomaron este objeto poco investigado y de múltiples dimensiones entre sus garras y comenzaron a bombardearlo de preguntas, hasta hacer revivir información que se encontraba perdida en depósitos y en historias oralmente transmitidas entre empleados de museos. De ahí que la gramática de exhibición elegida por Faivovich y Goldberg tenga en general poco que ver con la tradición del land art y sí mucho con las jergas documentales de la investigación artística, el apropiacionismo y los monumentos de burocracia de las instituciones académicas y culturales. El acopio de datos y la actitud institucional del proyecto, sin embargo, se desprenden de una utilización intensiva de las tecnologías de información, comenzando por las búsquedas online y el uso generalizado del scanner como herramienta apropiacionista multipropósito.
Estas características le dan al proyecto de Faivovich y Goldberg cierto aire computarizado y desvinculado del espacio físico: Campo del Cielo, el lugar, se disuelve en un conjunto de coordenadas históricas y geoespaciales, sobre las cuales los artistas disponen un racimo de información encontrada y rescatada de la extinción.
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