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FelipaManuela es una plataforma independiente con sede en Madrid dedicada a promover la investigación en arte y cultura contemporánea a través de residencias para curadores, artistes, escritores y educadores extranjeres, actividades y publicaciones. Su objetivo es operar como un núcleo de intercambio profesional que promueva la internacionalización del ecosistema del arte local y teja redes de colaboración entre profesionales extranjeres y residentes en Madrid.
Mela Dávila Freire – ¿Qué te impulsó a tomar la decisión de poner en marcha FelipaManuela, y cuáles fueron –si los hubo– los modelos en los que te inspiraste, o las carencias que aspirabas a subsanar con tu idea? ¿Se trata de un proyecto unipersonal, o hay un grupo de personas tras él?
Andrea Pacheco González – El proyecto empezó a cocinarse a finales de 2010. Yo volvía a Madrid tras una estancia de estudios en Barcelona, donde había colaborado con el desaparecido espacio Can Xalant (Mataró). Allí había hecho mi primera exposición, Casa Tomada: una experiencia literal: la presentación pública de los artistas en residencia. Entonces Madrid era un páramo, o al menos así lo sentía yo. La crisis del 2008 había arrasado espacios, proyectos experimentales e iniciativas independientes, y las residencias artísticas no formaban parte del tejido cultural de la ciudad; solo estaba el programa de la Casa de Velázquez, y El Ranchito recién empezaba a tomar forma en Matadero. Las instituciones culturales grandes, faraónicas, imbatibles, seguían en pie, pero para una persona migrante como yo, sumida en la crianza de una niña pequeña, sin contactos en este contexto y sin las credenciales que normalmente se exigen para incursionar en el comisariado en Europa (Goldsmiths, De Apple, Bard College…), Madrid era impenetrable.
Sin embargo, en mitad de esta crisis se produjo algo así como una fisura, una grieta por la que pudimos entrar. Yo sentía la necesidad personal de abrir un diálogo transatlántico que tuviese lugar fuera de estas estructuras rígidas y jerárquicas. Deseaba impulsar un espacio no hegemónico, no eurocentrado, que operarse desde y con la «periferia», con un compromiso feminista y decolonial, que incorporase los cuidados, la calidez… Que trazase otro tipo de relaciones.
Muy al comienzo, me invitaron a presentar el proyecto en la Facultad de Bellas Artes de la UCM, y recuerdo la perplejidad de una académica ante a la idea de poner en marcha una residencia artística en una casa particular, ¡una residencia en un piso! «Las residencias son instituciones, como la Rijksakademie», decía. Así que para montar FelipaManuela no tuve ningún modelo. Con el tiempo descubrí otras iniciativas inspiradoras, pero en su origen esta fue una iniciativa muy autárquica, muy propia.
Aunque somos una asociación cultural sin fines de lucro y tenemos un pequeño equipo de trabajo, FelipaManuela ha tenido un carácter curatorial muy fuerte. No ha sido premeditado: yo buscaba abrir un espacio para pensar con otres, compartido, contaminado, apropiado por otros saberes y sentires, pero ha acabado estando inevitablemente vinculado a mis inquietudes como comisaria.
MDF- ¿Cómo imaginabas la supervivencia económica del proyecto en sus primeros tiempos, y cómo se han ido alterando o confirmando tus planes a medida que FelipaManuela se ha consolidado?
APG- La sostenibilidad del espacio ha sido y es un desafío en constante revisión, donde reside nuestra mayor fragilidad. Antes existían ayudas públicas que subvencionaban proyectos, pero no pagaban los honorarios del equipo que los desarrollaba, así que teníamos que buscar otras fórmulas. Durante algunos años, alquilando habitaciones pudimos pagar el alquiler y los suministros, además de unos mínimos — realmente mínimos— honorarios de coordinación y dirección. Pero los pisos turísticos, la proliferación de otros proyectos de residencia e incluso las habitaciones particulares en oferta para estancias cortas menguaron estas opciones. Muy pronto, ofrecer alojamiento dejó de ser una solución para nuestra economía.
He estudiado fórmulas de otros espacios: vender obras, recibir apoyos privados o el mecenazgo para proyectos específicos… pero aquí no se han dado las condiciones. Todo es frágil, inestable y precarizante, también si se incorporan agentes privados. Las colaboraciones con instituciones culturales vienen y van, no mantienen ningún compromiso real y sostenido con los espacios artísticos independientes. Hace poco me enteré de que Flora [arteflora.org] ya no estaba activa en Bogotá; es, me temo, una tendencia que afectará —más aún con la pandemia— a quienes han basado su programación y economía en la movilidad…
Hoy solo podemos subsistir mediante ayudas públicas, en concreto una línea que el Ayuntamiento de Madrid dedica desde 2017 a espacios de creación contemporánea. FelipaManuela ha conseguido mantener su espacio, su programación y un pequeño equipo gracias a estas ayudas, por las que espero que el Ayuntamiento siga apostando.
MDF- FelipaManuela subraya la vivienda en el barrio de Delicias donde se alojan los residentes como su «base física», pero también como un elemento intelectual o espiritualmente importante. Has mencionado en otras ocasiones que la red de apoyo que tejió la anterior inquilina de esta vivienda para sobrevivir como madre viuda en la posguerra española es una fuente de inspiración para el programa. Pero además del alojamiento —la «residencia»— el programa gestiona otros procesos, como la selección de candidatos o la organización de sus actividades en Madrid, que requieren su método. ¿Cómo definirías la metodología de trabajo de FelipaManuela?
APG- Hace unos años leí una entrevista a la curadora mexicana Sofía Hernández Chong Cuy en la que, al hablar de su trabajo, utilizaba un concepto con el que me sentí y me sigo sintiendo identificada: «intuición informada». Mi método incluye la investigación rigurosa y la atención constante a la escena, a sus necesidades, a sus desafíos, a sus carencias. Implica no solo pensar un contexto en términos geográficos, sino comprender el momento histórico que vivimos y su conexión con el pasado que llevamos por delante. Implica pensar «con las entrañas», como dice la Cusicanqui: ahí opera la intuición. Mi práctica como directora de FelipaManuela es curatorial. No diferencio entre colaborar con artistas, organizar una exposición o desarrollar un proyecto en FelipaManuela. Aquí trabajo más y cobro menos, pero es mi proyecto y me ha dado enormes satisfacciones. Mi método se basa en un apetito insaciable y una inquietud intelectual inagotable respecto al tiempo y el lugar en el que me ha tocado vivir, y a las formas en que las prácticas artísticas son capaces de ofrecernos un relato del momento presente.
MDF- Desde tu proyecto independiente, ¿cómo ves tu posición respecto a la institucionalidad? ¿Cuál es la relación de FelipaManuela con las instituciones de arte? ¿Se da alguna forma estable de cooperación con alguna institución?
APG- No. Como te decía antes, creo que, en muchos lugares del mundo, los ecosistemas culturales denotan una carencia feroz en lo relativo a generar y sostener un compromiso real de las instituciones con las iniciativas independientes. Padecemos un desamor constante, falta de cuidados hacia nuestra fragilidad y de aprecio genuino por nuestra labor. Hemos colaborado en proyectos específicos con instituciones aquí en Madrid, pero ello siempre ha dependido del interés particular de una persona en una institución, no de la institución misma. En mi experiencia no se ha practicado una política institucional dirigida a estrechar estas redes, ni a sostener proyectos en el tiempo.
No consigo entenderlo, pues los espacios son agentes artísticos que responden a un contexto, de la misma manera que lo hace un artista. Además hay, incluso, museos que están desarrollando proyectos expositivos que revisan el trabajo de espacios independientes de la ciudad…. Otro ejemplo: hace unos años, ARCO organizó unas conferencias sobre redes de colaboración entre Latinoamérica y Europa, e invitó a algunas directoras de espacios independientes —Patricia Belli, de Espira Espora (Nicaragua) y Raquel Schwartz, de Kiosko (Bolivia)—, pero para la conversación sobre redes de trabajo con los espacios independientes más relevantes del contexto latinoamericano no se convocó a ningún espacio independiente local: ni de esta ciudad, ni del país. A ninguno. La otra parte del diálogo —la, digamos, «contraparte local» de estos espacios— se dejó en manos de una institución.
MDF- A causa de la actual crisis sanitaria, muchos sectores han entrado en un parón sin precedentes; entre ellos, la cultura. Aún es difícil sacar conclusiones, pero las señales apuntan hacia un debilitamiento grave del tejido cultural, sobre todo de la parte no institucional. ¿Cómo está afectando la situación a FelipaManuela? ¿Crees que este debilitamiento se recuperará pronto, o que una nueva precariedad aún mayor ha venido para quedarse?
APG- Esta crisis no nos va a tumbar, pero nos va a transformar. Hemos aprendido a movernos en contextos hostiles, tenemos estrategias de sobrevivencia y cierto músculo. Somos ágiles, nuestra carga es liviana y no tenemos miedo al cambio. Somos mujeres migrantes, sabremos buscarnos la vida.
Pero sí creo que esta coyuntura va a provocar cambios en los dispositivos que estábamos usando en FelipaManuela. En términos conceptuales, nuestro compromiso con las comunidades más vulnerables es aún más intenso, y nuestro foco sigue estando en las prácticas artísticas que abordan las urgencias del presente; pero iremos —o estamos yendo ya— hacia otro modelo de trabajo.
Tal vez parte de nuestra actividad no fuese sostenible, pues dependía de una movilidad internacional que hace parte de la crisis planetaria. El mundo del arte —y también nosotras, las iniciativas independientes— participamos de un modelo que era insostenible. Ha sido maravilloso convocar a personas de América Latina y El Caribe y compartir aquí una experiencia de residencia, pero al calor de esta crisis esto debe revisarse. Y la imaginación será una herramienta fundamental para acompañarnos en este tránsito.
(Imagen destacada: Diane Lima, María Elena Ortiz, Teresa Solar y Asunción Molinos Gordo. Programa de residencias de investigación curatorial, noviembre 2018. Felipamanuela – Centro de Residencias Artísticas Matadero Madrid).
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