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Hay muchas formas de empezar el año. Con resaca tirado en el sofá, paseando por la playa, en un after hasta las cejas, durmiendo en cama ajena o limpiándole los mocos a tu hija. Son muchas las maneras de entrar a un año que nos marcará, seguro, como lo hacen todos. Nosotras queremos empezar mirando atrás para seguir hacia adelante.
En los meses que ocuparon el que ya es año pasado…
Donald Trump, un empresario de éxito, con un discurso claramente racista, misógino e intransigente consigue ser presidente de los Estados Unidos.
La mayoría de los ciudadanos de Reino Unido eligen en referéndum dejar la Unión Europea.
Un partido con un alto porcentaje de miembros imputados o acusados de corrupción sigue gobernando tras unos meses de vergüenza ajena generalizada, tanto en ese partido como en los que competían con él para el poder.
Un empresario compra las patentes de fármacos que podrían curar enfermedades como el cáncer o el SIDA y decide comercializarlos al 5000% de su precio original.
Parecen argumentos de diferentes episodios de The Twilight Zone, la serie de los 50 cuyos episodios recreaban relatos de fantasía, terror o ciencia ficción (La dimensión desconocida era su título en español); pero los cuatro apuntes con los que empezábamos el texto no pertenecen a ninguna serie, sino a la actualidad del período 2016-principios del 2017. No sabemos si felicitar el año o darnos la bienvenida a la Dimensión Desconocida.
El terreno de la ficción hace tiempo que recoge este interés por lo inexplicable, lo misterioso y lo extraño. No es un fenómeno nuevo. Entre 1947 y 1957 en Estados Unidos, el período en el que el senador Joseph McCarthy impulsó una campaña de persecución a cualquiera que se mostrara mínimamente simpatizante de los ideales comunistas, se produjeron numerosos films que, para huir de esta persecución, plasmaron la situación en películas de ciencia ficción, como por ejemplo, La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatcher, 1956) de Don Siegel, una cinta de terror que en realidad habla de lo que no se podía hablar en ese momento, y que cuenta la historia de unos habitantes de una ciudad que son sustituidos por sus duplicados exactos, que se comportan de una manera controlada, y cómo no pueden permitir que sobreviva quien se resista a este proceso.
Otro ejemplo de esta simpatía por lo extranatural se encuentra en la vuelta de los zombies en los 90, que continúan hasta la actualidad (para muestra, la séptima temporada de The Walking Dead). Observaba Lars Bang Larsen en un artículo en e-flux que los zombies tenían que ver con no morirse y con lo abyecto, con ser muertos en vida en un post-capitalismo controlador y alienante, que no duerme ni deja dormir.
En los 80 estaba David Lynch con sus inquietantes universos que aparecían cuando se exploraba un poco en profundidad la aparentemente tranquila y complaciente sociedad norteamericana (Blue Velvet, Twin Peaks) y en los 90, The X-File (El expediente X) con los agentes del FBI Mulder y Scully, especializados en casos de fenómenos paranormales, avistamiento de ovnis y criaturas extrañas, investigaciones que a menudo quedaban archivadas o eran fruto de presiones y conspiraciones secretas de las altas esferas.
Estamos en el 2017 y vuelven los 80. Ya tenemos la distancia suficiente para analizarlos críticamente (y así lo evidencia la programación de numerosos museos e instituciones) y también para recuperarlos con nostalgia. En uno de los episodios recientes de Black Mirror, la serie sobre las distopías de la tecnología, el paraíso era… ¡un club de los 80!
Estamos en 2017, en un mundo cada vez más injusto y decadente, en el que el calentamiento global es un gran problema, aunque algunos lo nieguen, en el que las desigualdades crecen sin parar; en el que los políticos son títeres de los intereses de grandes corporaciones y en el que la declaración de los Derechos Humanos de 1948 es un recuerdo de buenas intenciones que dista de ser prioritario. Es en este contexto que surge la bestia devoradora de Stranger Things, el niño que desaparece, la niña con poderes telequinéticos, la América rural y ochentera, las dimensiones paralelas y las conspiraciones gubernamentales, el resurgimiento de Winona Ryder, la estética y la música de los 80.
Desconcierto, miedo, incomodidad, ganas de evasión… quizá un poco de todo. Momento de impasse, definitivamente. ¿Posibilidad de cambio?
Bienvenidos al 2017.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)