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Tony Oursler, la maison de moda francesa Louis Vuitton, e incluso David Bowie, comparten este año un denominador común: Venecia. La trama empieza con la colaboración, una vez más, entre Oursler y Bowie para el video musical Where are we now, hit del esperadísimo retorno del Duque Blanco. Luego entra en escena Louis Vuitton, que para su último anuncio publicitario ha “venecianizado” a Bowie, maestro de ceremonias de una fábula carnavalesca muy glam. El triángulo se cierra con Tony Oursler, estrenando el Espacio Cultural Louis Vuitton -el sexto en el mundo- al lado de la Plaza de San Marcos. El proyecto expositivo general se basa en la reinterpretación del patrimonio veneciano a través de obras contemporáneas por artistas internacionales invitados. El primero en participar ha sido Tony Oursler con un site specific titulado ‘Strawberry-Ecstasy-Green‘ (2013). En este diálogo obra a obra, su interlocutora es La muerte de Otelo (1879), del pintor de historia Pompeo Molmenti.
El Otelo de Shakespeare es el paradigma del viajero y del guerrero, y un peregrino en su búsqueda de lo ‘Absoluto’. En su crisis personal, traicionado por la conjura del poder, representada por Yago, pierde el control y sacrifica a su Desdémona. Otelo se suicida, por ser verdugo pero también víctima de un destino que le es extraño. Con una instalación audiovisual, Tony Oursler propone el correspondiente contemporáneo de Otelo, ese outsider vulnerable al engaño, que constituye un estorbo cuando ya su papel en la trama es vacuo. Para Oursler, el moro de Venecia revive hoy en el soldado afroamericano, veterano de Irak o de Afganistán, portador de los llamados post-war efects: paranoia, inadaptación, aislamiento e incomunicación, que lo desplazan del núcleo social y cuyo malestar traumático se palia a base de drogas farmacéuticas.
La obra combina imagen digital, sonido, y las características proyecciones escultóricas de Oursler, incrustadas en la pantalla principal y de cristal coloreado de Murano, en las que al artista le gusta colocar siluetas, grotescas o trágicas, que posibilitan el enigma y la empatía con el espectador. Strawberry-Ecstasy-Green funciona a partir de un metalenguaje simbólico e ideológico, que Oursler activa a través de los colores del cristal: del rojo strawberry -amor, sangre, genitales-, al verde -los celos y sus fatídicas consecuencias-. Desde las tres protuberancias vemos y oímos el triple lamento de Desdémona, recitando versos sobre su sentimiento del amor y la harmonía de la paz.
A su vez, una imagen triplicada del Otelo-soldado rapea rimas sobre la violencia de la guerra y sobre los efectos de los antidepresivos, en un “slang” que va degenerando en el murmullo y el barboteo. La escenografía ante la que actúan es un bosque nevado e inhóspito, que nos da la idea del frío invierno en el que demoran psicológicamente los protagonistas a los que Oursler pone también cabeza abajo. No sólo una metáfora del suicidio, sino también el vaticinio de la peor de las suertes, para quiénes han sucumbido a los engranajes del poder, que en cualquiera de sus modalidades, condenan al exilio de uno mismo.
La imposibilidad del retorno a casa y de la comunicación entre Otelo y Desdémona queda simbolizada en las burbujas coloreadas: son contenedores psicológicos aislados que se disputan el dominio y el poder, impidiendo la simultaneidad entre las dos estructuras narrativas, provocando el malentendido de un absurdo bla-bla-bla.
En este “videoteatro”, Oursler deja claro que maneja con soltura los tiempos del drama y de la música, recreando el mensaje shakesperiano a través de códigos simbólicos y planos significativos del caos que calan en el espectador. No llega a mostrarnos la muerte carnal de Otelo, como en el cuadro de Molmenti, pues Oursler sabe bien que hoy, a diferencia del ayer, pasamos más tiempo navegando en lo ficticio que en lo real. El artista prefiere evocar esa muerte identitaria, que enajena y excluye, para reflexionar sobre la reconciliación entre fuerzas dispares: paz/violencia, femenino/masculino. Aunque desde Shakespeare hasta Oursler, la pregunta sigue siendo: “Where should Othello go?”.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)