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International Understanding

Magazine

14 septiembre 2015
Tema del Mes: Narrativas, display y textualidadEditor/a Residente: A*DESK
Mijaíl Gorvachov, Pavel Palazchenko y Ronald Reagan en Reykjavik, 1986. Imagen de Fed Govt

International Understanding

“International understanding constitutes an important factor in decision of political questions.”

Esta fue una de las frases que un ordenador tradujo del ruso en la primera demostración pública de una experiencia de traducción automática (TA), en 1954 en Nueva York. Que la traducción fuera del ruso al inglés no parece casual, si consideramos que en aquellos momentos Estados Unidos y su lucha contra el comunismo de la Unión Soviética tenían a gran parte del mundo dividida y enfrentada. En general, la incomprensión del enemigo y el desconocimiento de sus ideas alimentan la especulación y refuerzan el sentimiento de amenaza. Seguramente por esto, según el francés Leon Dostert (traductor e intérprete involucrado en la primera demostración pública de TA), uno de los sueños que impulsaban el desarrollo de mecanismos de TA de alta calidad era el de tener una máquina a la que se le pudiera insertar un libro ruso y ella diera como resultado un libro inglés. Y en este deseo, es evidente, la protagonista era la traducción: ella sería la que, en medio del campo de batalla, mediaría entre un bando y el otro hasta llegar a algún tipo de consenso -si se le puede llamar así-, que pudiera dar la ilusión de que un entendimiento entre naciones es posible.

No hay nada de inocencia en estas muestras de interés hacia la cultura llamada enemiga: entre los textos rusos con los que se hacían las primeras pruebas de TA en América no destacaban los cuentos populares precisamente, sino artículos científicos. Por otra parte, en el vídeo «On Translation: The Interview», de Antoni Muntadas, Pavel Palazchenko, el intérprete de Mijaíl Gorbachov entre 1985 y 1991, explica que en sus años de estudiante en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Moscú, aquellos que querían traducir del ruso al inglés debían estar al día de las negociaciones sobre el control de armas y dominar su vocabulario. Además, Palazchenko mantuvo relación constante con periodistas estadounidenses que la informaban sobre cómo se interpretaban mediáticamente en los EEUU los actos del gobierno soviético.

Mientras todo esto ocurría, buena parte de las reflexiones teóricas que se interesaban por las nociones de diferencia y alteridad empezaron a ver la traducción como una tarea vehiculante de algunas cuestiones relativas al tratamiento de la diferencia. Autores y autoras como Jacques Derrida, Susan Basnett, André Lefevere o Gayatri Spivak, han escrito críticamente sobre la traducción, poniendo en cuarentena conceptos como «originalidad» y «fidelidad», para comunicar esta práctica como algo que va más allá del simple traslado de un mensaje concreto entre dos idiomas equivalentes. Se trata de una tarea que se mueve entre diferentes medios, formas de expresión y discursos y que se engloba en un entramado complejo de relaciones entre agentes diversos que la condicionan y le dan forma. Para muchos no es posible la idea de una traducción definitiva porque el lenguaje, como el contexto, se actualiza constantemente y siempre habrá otra manera de expresar lo previamente expresado. De hecho, Jorge Luís Borges defendió que la traducción de una obra nunca será injustificada, debido a que lleva implícita una nueva temporalidad.

En 1992, un año después del considerado final de la Guerra Fría y en pleno inicio de la Guerra de Yugoslavia, el artista serbio Mladen Stilinovic manifestaba la evidencia de las relaciones entre poder y lenguaje con una bandera con la que haría ondear la frase «An artist who can not speak english is no artist». Este verano se ha podido ver en la exposición «A voz do tradutor» en el MARCO, de Vigo, comisariada por Martin Waldmeier, quien con la selección de obras, hace girar la vista hacia el carácter imperialista de las naciones que han logrado hacer a sus lenguas las hegemónicas, como es en la actualidad el inglés.

Así, junto con la obra de Stilinovic, se podía ver también el video homónimo que Jakup Ferri, artista kosovar, hizo en 2003 y en el que él se dirige a la cámara intentando explicar en inglés -sin tener demasiado dominio idioma- qué es ser artista encontrándose tan lejos de los núcleos occidentales. ¿Qué habría pasado si las negociaciones durante la Guerra Fría hubieran ido de otra manera y hubiera sido el bloque comunista el que hubiera logrado defender su modelo e imponerlo por doquier? ¿Sería el ruso el idioma hegemónico a nivel mundial? ¿La promesa de futuro sería para aquellos que hablan ruso como lo es el inglés para toda persona emigrante? El video «I Hate Karl Marx», de Rainer Ganahl, muestra un futuro hipotético en el que la lengua dominante no es el ruso sino el chino. Realizado en una ciudad alemana, muestra una persona que grita a un busto de Karl Marx y le culpabiliza de que la cultura china se haya superpuesto a todo y el alemán se haya convertido en un simple dialecto. Si, como decía la frase rusa traducida al inglés en aquella primera demostración pública de TA, el entendimiento entre naciones facilita la toma de decisiones políticas, podemos preguntarnos: ¿de qué manera condiciona a estas decisiones el lenguaje en el que se traducen los discursos de cada nación? Habría ido todo como fue si en vez de ser Gorvachov quien tenía un intérprete que traducía del ruso al inglés, hubieran sido George HW Bush o Ronald Reagan aquellos a los que les traducían sus palabras al idioma del enemigo?

Anna Dot nació un domingo de abril. Es de Torelló y trabaja entre dos mundos que no percibe separados de ninguna manera: el de la producción artística y el de la reflexión sobre los contextos artísticos a través de la escritura.

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