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Intenta no atragantarte cuando hables mi lengua. Inténtalo, yalla

Magazine

24 noviembre 2025
Tema del Mes: La desviación (positiva) de la cultura queerEditor/a Residente: Marwan Kaabour

Intenta no atragantarte cuando hables mi lengua. Inténtalo, yalla

Es en un momento extraño para ser árabe. Por un lado, veo cómo se desata una violencia implacable contra mi pueblo y sus tierras. Fuerzas de exterminio empeñadas en romper los lazos sociales y culturales que constituyen el núcleo de nuestra identidad. Veo dolor y sufrimiento en los ojos de hombres, mujeres y niños que bien podrían ser mi propia familia, y oigo un lenguaje deshumanizador que quiere reducirnos a algo a desechar.

Por otro lado, veo nuestra música adornando escenarios internacionales y nuestros platos infiltrándose en todos los menús y cocinas. Veo la «representación árabe» en la pequeña y la gran pantalla, y nuestra jerga en muchas lenguas extranjeras.

Yalla,
habibi.

¿Cómo concilia uno la aparente admiración del mundo por la cultura árabe con la completa inacción de ese mismo mundo para detener nuestra aniquilación? Esta pregunta me hizo pensar en el paisaje lingüístico que se dibuja a nuestro alrededor utilizando nuestro idioma y nuestro léxico. Me hizo pensar en Theda Bara.

Theda Bara fue una actriz estadounidense judía nacida en Cincinnati, de padre polaco y madre suiza. Apareció en 40 películas entre 1915 y 1919, casi siempre en el papel de la «mujer fatal» orientalista. Theda Bara fue su nombre artístico, un anagrama de «Arab (b-a-r-a) Death (t-h-e-d-a), muerte árabe».

La Fox Film Company creó este personaje para promocionar las películas protagonizadas por su nueva estrella y, con ese fin, escribieron una biografía ficticia: Bara era una niña salvaje nacida en el desierto del Sáhara «a la sombra de la esfinge», hija de una actriz francesa y un jeque árabe. Ambos educaron a Theda en las artes desde su pequeña tienda de campaña en Egipto. Bara fue promocionada en una campaña orquestada como «La reina de los vampiros», «El ángel de marfil del purgatorio» y «La sirvienta del diablo».

Con eso se introdujo la imagen de la mujer «árabe» a las masas estadounidenses: una vampiresa hermosa, exótica y malvada, alejada de lo humano, literalmente deshumanizada. Un personaje que nos maravilla y nos entretiene, pero nunca consideramos con el mismo grado de humanidad que otorgamos generosamente a los demás. Fue allí y en ese momento, en los primeros días de Hollywood, cuando los productores de cine estadounidenses crearon la imagen de Bara, y en su centro se encontraba la idea de «muerte árabe».

To Be Arab, in the pic American actress Theda Bara

La actriz americana Theda Bara

En ese momento de la historia, la imagen que se tenía de los árabes en Occidente era la de una sociedad depravada, empeñada en cometer los actos más cuestionables desde el punto de vista moral y erótico. Todo se remonta a las infames Mil y una noches, una colección de cuentos populares de Oriente Medio recopilados en árabe durante la Edad de Oro islámica. La primera versión europea se tradujo al francés a principios del siglo XVIII, pero fue censurada en gran medida debido a su contenido «lascivo». La frágil y conservadora moralidad europea tenía que protegerse de los árabes depravados, una percepción que persistió durante las décadas posteriores.

A lo largo del siglo XIX y a medida que las ambiciones imperiales europeas se volvían cada vez más codiciosas, los ojos europeos se centraron en lo que denominaron «Oriente Medio»: un paso estratégico que los conectaba con grandes extensiones de tierra que colonizaron en «Extremo Oriente». Extender su control sobre Oriente Medio les reportaría grandes beneficios financieros y comerciales. Fue en este momento de la historia cuando nació el «arte» orientalista.

Bailarinas de danza del vientre.
Hammams.
Mujeres exóticas.
Lo oculto.
Sensualidad desenfrenada.
Alfombras mágicas.

Las percepciones y proyecciones europeas de nuestras vidas y culturas pronto se convertirían en armas para satisfacer sus codiciosos deseos expansionistas. Pintores y escritores de piel blanca imaginaron «Arabia» basándose en ideas que ellos mismos construyeron a miles de kilómetros de distancia. Cuando miramos en retrospectiva al arte orientalista, muchos perciben sus defectos como problemas de representación, pero la mayoría pasa por alto la intención política que encierra. Algunas de las primeras pinturas orientalistas del siglo XIX tenían como objetivo la propaganda, para fabricar el consentimiento en la psique europea para apoyar el imperialismo francés. El «Oriente Medio» era retratado como un lugar atrasado, sin ley o bárbaro, que necesitaba ser iluminado y domesticado por el mandato francés o británico.

En aquella época, imperaba la moral conservadora victoriana. Mientras las potencias imperiales europeas se preparaban para enviar sus tropas a Oriente Medio, existía el temor de que sus hombres se corrompiesen por culpa de los «orientales degenerados». Con el fin de salvaguardar la moralidad de los jóvenes, las potencias imperiales que ahora nos gobernaban, nos impusieron leyes que criminalizaron la prostitución, la homosexualidad y otras formas de «depravación moral». El mandato francés en el Líbano incluso introdujo una ley que especificaba la longitud mínima de la falda de las mujeres y prohibía las minifaldas. Justificaron estas leyes invasivas, entre muchas otras, como una forma de civilizar y educar a los árabes atrasados y salvajes, los bárbaros.

La palabra «bárbaro» proviene de la onomatopeya del griego antiguo βαρ-βαρ (bar-bar), que representa cómo sonaban las lenguas extranjeras para los griegos, se percibían como sonidos ininteligibles, bar bar bar. Más tarde, los romanos adoptaron el término para describir a los extranjeros que carecían de las tradiciones griegas y romanas, y por eso se les suponía faltos de civilización y sofisticación.

Así, los árabes se convirtieron en bárbaros; una retorcida estrategia de cambio de imagen y marketing con el fin de promover la guerra. La moral conservadora europea irrumpió para imponer sus ideales a los salvajes árabes.

Han pasado más de cien años y muy poco ha cambiado. La alterización y la deshumanización persisten. Occidente, ahora liderado por los estadounidenses tras el colapso del dominio imperial europeo, mantiene su postura de querer educar y civilizar a los árabes mediante la violencia y la dominación. El letrero no ha cambiado, pero el paisaje en el que está pintada se ha transformado por completo.

El 11-S marcó el comienzo de la era de la «guerra contra el terrorismo», la campaña militar liderada por Estados Unidos que comenzó en Afganistán, se trasladó a Irak y desde entonces se ha extendido por todo Oriente Medio, provocando la muerte de millones y millones de árabes y musulmanes, desestabilizando todo el mundo árabe y dejando un rastro de destrucción a su paso.

De vuelta a la mesa de diseño, esta vez necesitaban fabricar el consentimiento para la llamada guerra contra el terrorismo. Para ello, los estadounidenses y sus aliados europeos necesitaban remodelar la imagen del «árabe». En ese punto de la historia, las ideas y los valores liberales se habían extendido por todo Occidente. Bajo la bandera del liberalismo, era crucial para Occidente posicionar al árabe como su antítesis. Era necesario «renovar» la imagen del árabe como «terrorista», pasar de la imagen de un ser atrasado, salvaje, exótico y moralmente degenerado a un ser fanático religioso, conservador, atrasado y salvaje.

Filtros sepia
La llamada a la oración de la mezquita
Mujeres con velo con prisas por la calle
Caligrafía árabe
Hombre barbudo con mirada amenazante

La letra خ, la primera letra de nombres como Khalil o Khalida (advertencia sanitaria para quienes no hablan árabe: intentad no atragantaos al pronunciarla), fue la estrella de esta época. Al ser una letra y un sonido que no existían en el alfabeto latino, los occidentales parecían sentir fascinación por ella, y solían transcribirla como «kh» o «ch». Fue alrededor de 2007 cuando el cómico natural de Texas, Jeff Dunham, presentó a «Achmed, el terrorista muerto» en los late-shows estadounidenses, era un esqueleto con ojos amenazantes y turbante. Dunham tomó la decisión creativa de no escribir el nombre en su forma clásica (Ahmed/Ahmad), sino que decidió cambió la letra ح (h) por خ (ch). Achmed sonaba mucho más amenazador que Ahmed. El público estadounidense se partía de risa y aplaudía. Otra imagen deshumanizada más de un árabe introducida en la psique occidental, una Theda Bara de nuestros días. Se lo tragaron.

American ventrílocuo americano Jeff Dunham con «Achmed, el terrorista muerto»

Desde Aladino hasta Homeland, Occidente sigue retratando a los árabes basándose únicamente en un imaginario que no se parece en nada a la realidad. Solo se nos permite existir dentro de los límites de la proyección que occidente tiene de nosotros.

Desde la guerra contra el terrorismo, los árabes hemos tenido que luchar para que se nos considere personas dignas de vivir. Pedimos al mundo que vea nuestra humanidad compleja, multifacética y rica, pero una y otra vez se nos reduce a las representaciones que ellos han creado. En lugar de vivir, tenemos que utilizar nuestras vidas en convenceros de que no somos como la imagen que habéis construido de nosotros. Es una pérdida de tiempo, y sincera y honestamente, estoy cansado.

¿Y dónde nos encontramos ahora? Parece que estamos atrapados en un espacio liminal en el que la política de identidad y representación nos ha dado la ilusión de «inclusión». Los premios Óscar y series de Netflix nos hacen sentir bien con nosotros mismos, nos hacen creer que las cosas están cambiando, pero, de alguna manera, nuestro pueblo sigue siendo demonizado y masacrado. Más de dos años de genocidio y no hay ningún cambio sustancial en la violencia desatada por aquellos que cuentan con el apoyo del mundo civilizado libre.

Yalla,
Habibi.

Desconfía de aquellos que les encanta hablar tu lengua materna, pero no tienen ni tiempo ni interés en ver el alcance total de tu humanidad, aquellos que simplemente te perciben como un espectáculo para su entretenimiento. Desconfía de aquellos que quieren extraer todo lo que desean de tu cultura, pero no harán nada para luchar en solidaridad contigo.

Si mi cultura es la de los salvajes, ¿por qué estáis tan obsesionado conmigo?

Devorais torpemente los ingredientes de mi tierra, mientras proclamáis que es miserable. Casi os atragantáis al intentar nombrar estos ingredientes, pero seguís consumiéndolos hasta que mi salvajismo se instala en vuestro estómago.

Es un momento extraño para ser árabe, sin duda. Pero me enorgulleceré de ser un bárbaro, ahora que veo lo que hay al otro lado: hordas de imbéciles glotones, echando espuma por la boca al verme.

Khalas.

(Imagen de portada: Graffiteros pintan ‘Homeland is shit (La patria es una mierda)’ en el set de la serie Homeland)

Marwan Kaabour es diseñador gráfico, artista y escritor. Su práctica interdisciplinaria se mueve entre el diseño de comunicación y publicación, la curaduría, la pedagogía y el activismo político. También trabaja con instituciones sin ánimo de lucro, empresas y particulares en el ámbito de las artes y la cultura. En 2019 fundó Takweer, una plataforma online y un archivo en expansión de narrativas queer en la historia y la cultura popular árabes. Su primer libro, The Queer Arab Glossary, se publicó en junio de 2024.

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