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Durante la jornada de conferencias «Human Interactive», organizada recientemente por Goldsmiths University of London en torno a las relaciones humanas con la tecnología, la presentación de apertura corrió a cargo del director de investigación de una empresa de robótica, que mostró dos de los robots que están desarrollando y produciendo para asistir a las personas en su vida diaria: «Robots Humanoides para Todos».
Nao, de 57 cm de altura, diseñado para ser un futuro producto de consumo masivo, parece ser la delicia de niñas y niños, que gracias a él son capaces de entretenerse por su cuenta, y de las personas mayores con alguna diversidad funcional, a quienes les hace compañía y les lee los mensajes de texto de sus seres queridos cuando están solas en casa. Sobre Romeo, de mayor altura pero aún así más bajito que las personas a las que asiste (ya que esto parece ser conveniente), el director de investigación comentaba en tono jocoso, que las mujeres estarían encantadas porque les liberaría del trabajo doméstico y los hombres porque les traería la lata de cerveza al sofá.
Obviamente cuando el robot Nao fue requerido para hacer una demostración de sus habilidades, se negó rotundamente, por más que el conferenciante pusiera la mano sobre su cabeza robótica para que este siguiera sus indicaciones. El robot prefería bailar, no me extraña, y se marcó un baile con la canción del verano “Nossa Nossa Asi Voce Me Mata” que tenía cargada en sus circuitos. Más adelante en la jornada, que a pesar de todo terminó siendo bastante interesante, pudimos ver a otro mini robot bailando esta vez “Sexy and I know it”. Atención amigas coreógrafas, que los robots bailarines pueden ser tendencia. También los gadgets que acompañan, pautan, capturan y codifican nuestros movimientos, tanto en nuestra “living room” (convirtiéndola por ejemplo en una sala de realidad virtual a través de un producto Play Station) como en el espacio escénico y de representación del arte. Porque no olvidemos que no debe faltar el artilugio que se pueda comercializar.
El caso es que pudimos constatar que la película «Eva» (2011) dirigida por Kike Maíllo, todavía queda bastante lejana a la realidad actual, no sólo en cuanto a los avances de la técnica se refiere sino también en cuanto a la sensibilidad con que se abordan los vínculos relacionales afectivos y de subordinación entre humanos y robots humanoides. Algo a lo que ya apuntaba la propia «Blade Runner» (1982). Y ni que decir tendría, que el enfoque y la comunicación de «un producto de consumo masivo» debería, a estas altura de «la película» (2014), mostrar una sensibilidad al menos «básica» hacia los postulados feministas, y más si es presentado en un foro universitario.
En otro orden de cosas, y siendo esta vez los propios humanos los que juegan a desobedecer, podemos ver la exposición «Objetos desobedientes» en el Victoria & Albert Museum de Londres, hasta el 1 de febrero 2015. Se trata de una exposición en la que están recogidos objetos inventados y utilizados por activistas de distintos movimientos sociales, en protestas, manifestaciones y acciones públicas de carácter reivindicativo, pretendiendo ser una muestra representativa del panorama internacional desde 1970 hasta la actualidad.
Así, encontramos: carteles con forma de portadas de libro utilizados por estudiantes italianos en el 2011 para protestar contra los recortes educativos; trozos de tubería para cubrir los brazos en estrategias de cuerpos encadenados; mascarillas DIY contra gases lacrimógenos utilizadas en las protestas del 2013 en Estambul contra de la reurbanización del parque Gezi; arpilleras hechas por mujeres chilenas que documentan experiencias de violencia y dificultades vividas durante la dictadura de Pinochet; adoquines inflables usados en Berlín y Barcelona durante el MayDay 2012 como símbolo antiautoritario que subvierte las típicas representaciones de protesta mostradas en los medios de comunicación…
Actitudes contestatarias respecto a los poderes y fuerzas de control social que quedan latentes en los propios objetos, por muy sencillos que estos sean, siendo incluso esta factura simple en la mayoría de los casos, una declaración de intenciones en sí misma. La muestra cuenta con información sintética de los conflictos que dan pie a cada objeto, y la cantidad de información está perfectamente empaquetada para poder ser consumida en el tiempo que un ciudadano medio suele dedicar a una exposición.
Algunas citas buscadas para la ocasión acompañan también al dispositivo expositivo. Nada más entrar nos encontramos la frase de Nicholas Klein dirigida a trabajadores del sector textil de América en Baltimore en 1914: “Primero te ignoran. Luego te ridiculizan. Y entonces te atacan y quieren quemarte. Y después te construyen un monumento”. Por si a alguien se le pudiera pasar por la cabeza la pregunta de qué hace todo este material antisistema dentro de un marco tan solemnemente instituido y legitimado como el Victoria & Albert Museum (no hace falta ser muy suspicaz para caer en la cuenta de ello), la propia organización te avisa que es consciente de la disonancia cognitiva que pudiera generarte, neutralizando así en cierta manera la crítica que se le pudiera hacer en este sentido.
Y es que la desobediencia no parece tarea fácil, porque en cuanto te descuidas, lo que parecía un acto radical (un robot poniéndose a bailar cuando es requerido hacer otra cosa) se puede convertir en la monada que hace un niño para dejar orgulloso a sus padres delante de las amistades.
Robots cuasi-humanos que desobedecen de manera no-premeditada. Cuasi-objetos con actitud desobediente diseñados por humanos. Humanos que se resisten de manera consciente y que a veces hacen concesiones. Museos que virtualmente se suman a posiciones radicales. Sistemas educativos obedientes a las directrices del mercado… Una interesante ambientación para esta “living-room” común que nos hemos dado y en la que interactuamos cada cual desde su diversidad funcional.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)