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Existe la creencia de que el arte siempre se riñe con su tiempo, tal vez sea por eso que cuando visité la gran retrospectiva de Mira Schendel (Zurich 1919 – Sao Paulo 1988) en el Museo Serralves tuve la sensación de estar frente a obras de arte que ya habían dejado de luchar por su supervivencia, como lo hicieron en su momento, y que ahora gozan del beneficio del tiempo en remplazo del de la duda.
Lo que más cautiva de esta exposición es todo lo que tenemos que descubrir. En la obra de Mira Schendel hay una dualidad que lo abarca todo, una profunda tensión entre el mundo de lo material y lo inmaterial, entre lo visible y lo invisible. El diálogo que crean sus matéricas pinturas, tanto las naturalezas muertas como las pinturas geométricas, poseedoras de un peso gravitatorio, en relación a las instalaciones de finos papeles de arroz o hilos de nylon colgados del techo, etéreas y transparentes, se convierte en una experiencia enigmática y reveladora.
Puede que las más de doscientas obras que componen la exposición, como testimonio de los grandes temas que rondaron las preocupaciones de Mira Schendel a lo largo de su vida, tengan la fuerza que las caracteriza por la sencilla razón de que esta artista creía en el mundo de lo oculto. Sus obras están empapadas de sus creencias: en primer lugar de su relación con dios y la idea de lo divino, que la llevaron a establecer intensas correspondencias con sacerdotes y monjes en busca de una respuesta a la ausencia de Dios en el mundo. Su búsqueda existencial como campo de exploración en torno a la presencia del cuerpo en el espacio. Y finalmente, y de manera evidente, el reflejo de una interesante concepción de lo universal producto de sus tempranas experiencias con el lenguaje de diferentes culturas. Bajo estos conceptos Schendel consiguió alinear el modernismo clásico con aspectos esotéricos, posiblemente en un intento por unir ciencia y mística. Como ella misma señala su obra Droguinhas (1965-1966), volúmenes escultóricos de papel de arroz retorcido y anudado, son “un objeto transitorio, efímero, expuesto al mundo, a los elementos, al polvo, como nuestras propias vidas.”
La mayor parte de la obra de Mira Schendel fue creada en Brasil entre 1950 y su muerte en 1988, en un contexto en el cual el arte daba prioridad a los aspectos conceptuales y formales. Pero Schendel, si bien fue -y sigue- fácilmente encajada en el neoconcretismo, trabajó en busca de verdades muy diferentes a las de sus contemporáneos. Lo mismo ocurrió al juntarla con León Ferrari en la muestra del Museo Reina Sofía, donde el tema del Alfabeto Enfurecido los acercaba hasta el punto de oponerlos. En ambos casos su obra correspondía a cuestiones más bien filosóficas que políticas, y posiblemente a otro tipo de conciencia del mundo. Nunca podremos ver el mundo como ella lo vio, siempre habrá algo oculto que descubrir entre la transparencia de sus materiales y la consistencia de sus formas, entre la complejidad de su pensamiento, escondido entre las letras de su Objetos Gráficos y sus infinitas Ondas de Probabilidades.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)