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Una de las imágenes que quedarán grabadas de la Trienal del New Museum de este año que acaba, pertenece a The Island, la unidad ducha-cocina ideada por DIS y Mike Meiré. Acabados de lujo para un artefacto-recipiente destinado a un ser estilizado. Una modelo vestida se relaja bajo unos chorros de agua mientras alguien remueve vegetales en la encimera. El público lo recibió con asombro, fascinado y perturbado por su desfachatez hipnótica.
La correspondencia entre espacio interior y subjetividad, se amplía para abarcar arquitectura y cuerpo, diseño y gesto, espacio doméstico y código social. De la domus latina deriva la casa-jardín, la propiedad entendida como dominación y explotación de los recursos materiales y humanos, por una élite encarnada por el patres (hombre-amo) y la domina (mujer-dominadora). El patrimonio-posesión diferenciado del matrimonio-reproducción. Los lares que con su mirada vigilan el devenir de la casa. La construcción del espacio doméstico bajo coordenadas de clase y poder viene dirigida por una planificación humana que sobrepasa la dimensión del hogar para incluir la urbe. El cardus y el decumanus del campamento militar aplicado a las colonias, la clasificación gremial, las insulae baratas para los arrendatarios que se amontonaban en la Roma Imperial. En El Sexo y El Espanto (2005), Pascal Quingard disecciona la villa romana, como estructura nemotécnica desde donde practicar la memoria y la memorización, cada habitación, un episodio de vida, cada puerta y muro, una pauta para la literatura oral. En la villa alejada radica el ideal de vida autárquica, origen del impulso vacacional, asumir otra vida en otro lugar, el ser diferente en la casa estival.
La domesticación del entorno, la selección y el control de la genética (animal-vegetal-humana), y la eliminación sistemática de cualquier atisbo de alteridad, resistencia, o subversión contra el oligopolio de la moral, la riqueza y el conocimiento, marca la planificación ideológica del desarrollo. Manfredo Tafuri hizo un repaso en Arquitectura y Utopía, Diseño y Desarrollo Capitalista (1973) a la arquitectura de la ilustración, situándola en un equilibrio entre instrumento social y ciencia de las sensaciones, entre un estudio centrado en las tipologías, y la invención ex novo de una nueva realidad pública. De un lado la transmisión de formas, por el otro, la visión utópica de una reformulación total y unitaria. Dos impulsos que se entremezclan en la producción de edificios y el ordenamiento del espacio, y que Le Corbusier ejemplarizó con el Pavillon de l’Esperit Nouveau, un proyecto revisado en una muestra reciente en el Swiss Institute de Nueva York. Los principios de la casa-máquina y de la reciprocidad entre productos y vidas estandarizadas que Le Corbusier propuso en 1925, sirven ahora, 90 años más tarde, para presentar nuevos materiales sintéticos y situar la domesticidad en un desierto de vigilancia y evasión gracias al verde del croma.
Lo doméstico es el dominio de lo salvaje, así como lo salvaje es la ruptura de lo doméstico, entendido como hábit/at/o (morada-conducta). Cuando en 1938 Le Corbusier invade E.1027, la casa de veraneo diseñada por Eileen Gray en Roquebrune – Cap Martin, sus murales se convierten en marcas de macho alfa. Beatriz Colomina en Battle Lines: E.1027, ve en ello un acto de colonización; Jeanneret pasea su desnudez, dibuja mujeres algerianas – con esvástica incluida – apropiándose de la arquitectura, y desbancando a Gray de su espacio íntimo. Una reseñalización que acabó años más tarde – después de la ocupación a tiros por los nazis – con la construcción del Cabannon y de la Unité de Camping. Si la casa de Gray es un ejemplo de permeabilidad orgánica, los módulos corbusianos, cuevas para silvestres.
De la unidad habitacional, al bloque, a la ciudad ajardinada, a la banlieue de París, la línea es conocida. Los mega-suburbios-vertederos de generaciones perdidas, los micro-apartamentos del lumpen-precariat, las habitaciones-búnker de los hikikomori (adolescentes recluidos en un mundo virtual), los campamentos de refugiados de guerras y catástrofes climáticas (la Jungla de Calais), los pisos compartidos por obligados adolescentes eternos, la airbnb-ización del hogar, y los pisos desvalijados de quienes esperan el desahucio inmediato, se contraponen a las urbanizaciones residenciales acordonadas, y a los dúplex céntricos de la neo-burguesía globalizada (432 Park Ave.). Estas son las formas de vivir extendidas – presentes y futuras – por las zonas del Atlántico TTIP y del Pacífico TPP. La estandarización de muebles, edificios, experiencias, accesorios y recuerdos, propicia un discurso de resistencia contra los efectos des-personalizadores. IKEA Desobedients de Andrés Jaque, fue la primera performance adquirida en el 2012 por el departamento de arquitectura y diseño del MoMA. En ella un grupo de ciudadanos seleccionados habitan una estructura construida a partir de productos IKEA hackeados y muestran sus rutinas y alteridades a las normas-conductas codificadas a partir de los mass-muebles suecos.
Si la casa moderna era el espacio de la explotación de la mujer, materializado en la cocina y los electrodomésticos, la casa que viene sofisticará el proceso para incluir a todos los sujetos y géneros. La aparición de las smart houses y del internet de las cosas, alterarán el espacio doméstico situándolo en un espacio vigilado y en el que la producción de datos será absorbida por compañías proveedoras de servicios, seguros, y productos. Desplazando al humano como única entidad pensante, productora de memoria y actor principal por encima de los otros objetos. La domus domesticadora será un proceso continuo de generación y procesamiento de datos que – similar a lo que Luciana Parisi sugiere sobre diseño computacional – permitirá evolucionar sobre su misma razón logarítmica, adaptándose a los flujos y acelerando así su arquitectura autónoma, determinando, anticipando, y solucionando a un ritmo impredecible.
En Heroes, de este mismo año, Franco ‘Bifo’ Berardi diagnostica al sujeto de la “neuro-explotación”. La fragmentación del trabajo en unidades producidas por individuos separados y distribuidas online, la disposición permanente más allá de horarios convencionales, y la desprotección del trabajador, son algunas de las pautas que constituyen a este ser enmarcado en dinámicas mentales de competitividad, estímulo, y atención. “La precariedad es el desierto del mundo devuelto a la jungla”. El estado salvaje toma aquí el sentido de invasión de cualquier aspecto y espacio de la vida social y domesticada, siguiendo a Jonathan Crary en 24/7, la cama y el sueño son (¿aún?) los últimos reductos frente a las hordas del capital. Bifo sitúa al cerebro y la neuro-plasticidad como el campo de batalla entre el matrix bio-financiero y los trabajadores cognitivos en red autónoma. La crisis empezada en 2008 tiene como fin devaluar el trabajo para disminuir a los sujetos, interviniendo en su intimidad e imaginación, su capacidad de vida, que sólo puede existir en el endeudamiento y así plegarse a las condiciones de los mercados. Bifo acaba pidiendo una transformación del ritmo con el que la consciencia procesa la información para así poder ser capaces de hacer un cosmos, un orden mental (¿una arquitectura?) en la que poder vivir lo que para él es la tarea pendiente, la distopía irónica (¿detournement actualizado?), de quien por ejemplo, cocina al lado de una ducha.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)