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Tiempo de ferias, tiempo de peregrinación en masa hacia Madrid. Llegar a la capital desde otros puntos del país y que te dé la sensación de que todo el sector del arte de tu ciudad ha sido abducido y arrojado a Madrid. Nos vemos en ARCO, en los bares y galerías que tocan y cada vez más, nos encontramos también en ferias satélite como JustMad. Por ARCO pasan los príncipes de Asturias y el ministro Wert, por JustMad no. Y mejor, porque tampoco debe hacer mucha ilusión ser galerista y cruzarte con el señor que sube el IVA y baja la moral.
Nosotras fuimos a JustMad. Esta feria de arte emergente se celebra en el parking de un hotel de lujo. Tamaño y formato parking (lo del lujo va a parte): espacio diáfano, de tamaño hecho a escala humana. Permite al visitante un paseo por una feria de arte sin acabar empachado ni con síndrome de Stendhal postmoderno y, a galerías o participantes, estar en un ambiente de encuentro y cercanía cómodo, casi familiar.
Este año el equipo curatorial se ha substituido por un comité asesor formado por galerías. A parte de espacios consolidados y con trayectoria, se ha visto mucha participación de galerías más modestas y jóvenes, logrando proporción y equilibrio entre los precios de las obras con las que se trabaja y el precio del propio stand. Este hecho, junto con la participación de artistas sin representante, permiten el acceso a la feria de propuestas que se configuran en escenarios de diferentes niveles de mercado, otros formatos de empresa y modos de representar y vender obra.
Que convivan estos diferentes niveles en una misma feria, hace más horizontal el valor del arte: lo mismo puede aportar o decir una pieza de 80 euros que una de 15000. Reorganizar estos aspectos y visibilizar otras propuestas que desmienten la idea de que la galería es el único agente posible para vender arte.
También se apreció en la feria la voluntad de reconocer la actividad del intercambio, no sólo a partir de la compra-venda, con la presencia de proyectos centrados también en residencias como Felipa Manuela, Homesession o 2000 vacas. También en la sección JustCampus, con colectivos para-académicos centrados en la formación y profesionalización, o plataformas para la creación de redes entre artistas y agentes culturales, aportaban diversidad y expandían los contenidos de la feria.
Pero lo mejor de la feria no era lo que había, sino lo que ocurría: lo fácil que era relacionarse con galerías, artistas y colectivos, intercambiar ideas y experiencias. En estos tiempos revueltos aún se pueden hacer cosas, generar redes y afinidades, crear diferentes constelaciones y abrir otras rutas. Ante un contexto social y político tan descorazonador como el que tenemos, apostar por otros modelos en la forma de trabajar y relacionarse es una de las maneras de no caer en el derrotismo o la resignación.
Como anécdota, este año hubo polémica. Pasó un always franco con el artista brasileño Vitor Mizael y su obra, que consistía en una manada de perros disecados. Los canes, al parecer, no perecieron en manos del artista, sino que fueron recogidos ya muertos de una perrera y luego llevados a un taxidermista.
Una vez más el arte como dispositivo para pensar nuestro mundo, cuestionar qué valores tenemos, a qué le damos importancia y qué es lo que no somos capaces de ver.
Nosotras fuimos a JustMad, la feria de arte emergente. A pesar de todas las consecuencias de la etiqueta »emergente», nos gusta pensar el mañana como un hacer desde el día de hoy.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)