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Números, relatos, el entramado, las convenciones, los mecanismos de circulación y consumo del discurso e imágenes superpuestas que crean nuevos relatos siguiendo una lógica de intervención y referencial, es el espíritu y la esencia de la exposición que la galerista Elisa Platteau organizó en septiembre de 2012 en su apartamento, paralela al show de su galería de Bruselas que exhibía piezas del artista Pieter Vermeersch. La exposición consistía en un site specific de este último artista (Untitled [Black 0-100%], 2003-2012): una gradación del blanco al negro en sentido contrario a las manecillas del reloj pintada en las paredes de dos espacios conectados, de la misma dimensión, y la invitación hecha a un grupo de curadores a intervenir dicha exposición.
Lo interesante de la idea radica en su condición referencial, donde un curador invitado dialoga con la curaduría de Elisa con la intención de sobre-escribir e intervenir la misma a través de una selección de artistas que no sólo dialogan con la obra de Vermeersch, sino también entre ellos mismos y sus obras. El primer curador invitado fue Moritz Kϋng, mientras que los artistas Ignasi Aballí, Luz Broto y Oriol Vilanova, además de intervenir la pieza del artista belga, originaban una interacción mutua: un cúmulo de señales y transgresiones contextuales conceptuales y generacionales. Según palabras de su curador “Las posiciones eran numéricas, (los recortes de diario hechos por Ignasi Aballí), fenomenológicas (el vídeo de Luz Broto) y meteorológicas (las postales de Oriol Vilanova)”.
Las posiciones revelaban un entramado y estructura abstracta que a su vez generan nuevas formas de significación y conocimiento. Se utilizan así determinados paradigmas comunicativos para activar una reflexión sobre fenómenos o circunstancias en las que rigen las leyes naturales, matemáticas o el azar, y que manifiestan también una subversión de determinadas convenciones en su calidad de canales de comunicación tradicionales o de transmisión de la información.
Un ejemplo es la obra de Luz Broto, que suscita el máximo interés en su calidad transgresora y en su diálogo espacio interior-exterior, como dos mundos solo separados por los cristales de las ventanas que se empañan a medida que tiene lugar una conferencia del artista Ignasi Aballí. Se trata de un vídeo de la artista que graba la voz de Ignasi y el proceso de empañamiento de los cristales del lugar sin que de esto tengan conciencia los participantes (entre los que se encontraba Oriol Vilanova como público). Broto pone de manifiesto la naturaleza subversiva de la pieza y su juego con el discurso legitimado y la conducta pasiva de los asistentes al evento.
Oriol Vilanova por su parte, muestra dos dípticos de la serie “Això és tot” (Esto es todo) colección de postales de puestas de sol del mundo entero. El diálogo con la pieza de Vermeersch se da a partir de su ordenación cromática, su arreglo ideal a una realidad explotada turísticamente. La postal misma es una especie de contenedor místico de lugares y momentos de gran valor, como un amuleto que brinda al turista la posibilidad de contacto con el acontecimiento sublime. Si se mira bien, también aparece en su pieza ese toque fenomenológico que juega con lo establecido, lo ritualizado y lo banal.
La pieza de Ignasi, críptica, parece dejarle todo al azar. En ella, una gradación numérica convierte el proceso de lectura de diarios en un acto matemático. Otro tipo de gradación informalmente dispuesta nos lleva como en loop a la misma pregunta: ¿objetividad o azar?
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