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Public Works (Obras públicas) era la opción que Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Chile, 1914) había elegido para uno de sus libros inspirado en pósters, letreros y propagandas comerciales con el fin de mostrar que se podía decir algo más que el mensaje publicitario. Como comentó en 1989 durante una entrevista realizada por Ana María Foxley: «Por primera vez me interesé en 1945, por ejemplo cuando vi un letrero que decía “Say it with flowers”, y abajo estaba el teléfono. A mí me pareció una maravilla». Finalmente, el libro fue titulado Proyecto Manhattan, nombre que, como se sabe, fue dado al proyecto de la bomba atómica. Sin embargo, la edición, pensada para llevarse a cabo en Estados Unidos, tampoco consta –al menos en toda la documentación consultada– como una de sus obras publicadas.
De este modo, con estos antecedentes, la exposición que ahora se puede ver en la Biblioteca Nacional de España (BNE) y que lleva por título, ahora sí, «Obras públicas», posee connotaciones que van más allá de mostrar un recorrido panorámico de la obra de Parra. Comisariada por Ignacio Echevarría –y organizada por la BNE, Fundación Aqualogy, la Pontificia Universidad Católica de Chile y Aguas Andinas, S. A. Dividida–, la muestra del Premio Cervantes 2011 está centrada en el visitante no conocedor de la obra de Nicanor Parra y se divide en siete secciones audiovisuales: ‘El largo camino hacia la antipoesía’, ‘La montaña rusa’, ‘El estallido del antipoema’, ‘Poesía y Antipoesía’, ‘Física y Antipoesía’, ‘La máscara del antipoeta’ y, finalmente, ‘Religión y muerte’.
Hombre de ciencia, físico y matemático, Nicanor Parra se sirve de las palabras para reordenar un mundo fragmentario del que fue consciente por primera vez durante sus estancias en Inglaterra y Estados Unidos, lejos de la tradición y los valores de la voz de su madre, Clara Sandoval, a la que la exposición le dedica un lugar destacado. A caballo entre dos mundos –»Yo llegué a Inglaterra, llegué a Oxford y percibí algo en la atmósfera, sentí dos tipos de fuerzas. Percibía por un lado a Shakespeare y por otro a Newton», dijo en una entrevista en 2001 a Manuel Jofré–, Parra aplica el sentido común a sus creaciones, lo que le lleva a «atacar» la poesía para hacer poesía: «LA / POESÍA / MORIRÁ / SI NO / SE LA / OFENDE / hay / que / poseerla / y humillarla en público / después se verá / lo que se hace» (Artefactos, 1973). Surge así la antipoesía, síntesis de la contradicción que muestra las paradojas de la vida cotidiana mediante la interpretación de su lenguaje sacado fuera de contexto. Lenguaje llano, claro, sin artificios, que llega a la cabeza a través del corazón: «Que el poeta no es un alquimista / El poeta es un hombre como todos / Un albañil que construye su muro: / Un constructor de puertas y ventanas. / Nosotros conversamos / En el lenguaje de todos los días / No creemos en signos cabalísticos» (Obra gruesa, 1969). El antipoema no toma partido por nadie ni por nada, es su naturaleza ser subversivo, irónico y sobretodo antihéroe.
Más allá de la antipoesía, la exposición nos habla de los llamados ‘Trabajos prácticos’, grupo de 39 objetos de desecho con leyendas en papel. Obras a menudo equivocadamente confundidas con lo que conocemos por «poesía visual» en la que la forma tiene un papel decisivo frente al texto. Los ‘Trabajos prácticos’ de Parra trabajan con y para la poesía, si bien no puede negarse un hilo común –la exploración de las fronteras interdisciplinares– entre ambas. Pertenecen también a esta búsqueda de la superación del libro obras como las ‘Tablitas de Isla Negra’ (1976), 90 trozos de madera de desecho con dibujos a bolígrafo, y las ‘Bandejitas de La Reina’, 80 bandejas de cartón con dibujos y frases a pluma.
No quiero acabar sin hablar de otra de las obras que se puede ver en esta muestra. Se trata de ‘El quebrantahuesos’, periódico mural del año 1951 y que se describe como un trabajo de poesía visual elaborada con recortes de prensa. Al estar frente a él no pude evitar recordar a William S. Burroughs y los pasajes de su libro ‘La revolución electrónica’ en los que habla de un mundo irreal pero a la vez real porque está sucediendo y es posible gracias al «balbuceo» de la prensa diaria. Frente a esta manipulación fragmentada, Burroughs propone una prensa clandestina que mediante la técnica del cut up (recorte) la contrarreste. Se sabe que los escritores de la generación beat, a la que Burroughs perteneció por tiempo y espacio, admiraban la obra de Parra, y dado que ‘La revolución electrónica’ fue publicada en 1970, las conclusiones que de ello podemos deducir son dispares pero también predecibles. Lo que sí podemos atrevernos a proponer es que su diario mural va más allá de la poesía visual al renombrar y liberar el mundo.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)