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Pues tendría unos trece años. Me dieron esa primera invitación y… ¡pom! Fue el hermano de un amigo que había estado en Metro, y en Central. Aquello a nosotros se nos quedaba super lejos y se nos ponían los ojos como platos. Las cuatro primeras invitaciones las tenía en el mueble del escritorio de mi habitación, puestas con papel celo por detrás. Yo estudiando y esas cuatro invitaciones y cientos de cintas de cassette que grababa de la radio, decorando ese rincón de la habitación. Al no poder salir de fiesta, me quedaba escuchando el Bikini Club, un programa de radio muy famoso en los 90… Tú estabas en tu cuarto, que te subías por las paredes, escuchando toda aquella salsa y sin poder salir[1]Vista Oral; Hernández Rubén (2022) La ruta del bakalao. Museo del remember (1985-2012). Colpa Press..
De esta forma se inicia la colección de Ruben Hernández sobre la Ruta del Bakalao. Una inclinación a la acumulación, una pulsión basada en un puro imaginario que continúa más de treinta años después, y que ha ido dando forma al Museo del Remember situado en el garaje de su casa, en Jacarilla, Alicante. Un espacio cubierto de merchandising, pósters, invitaciones, vinilos, cassettes y compact discs, colocados en diferentes displays, construidos con materiales reutilizados, abundantes ganas e imaginación, y cuya premisa era la convivencia con el uso funcional de un garaje.
La gran mayoría de coleccionistas no dejan nunca de coleccionar. Siempre aparecen objetos que ellos no poseen y que pasan a ser piezas claves para sus colecciones, o que son el motivo para empezar una nueva. Coleccionar es una forma de conocimiento capaz de movilizar y de favorecer asociaciones repentinas. Ninguna colección, aunque individual, puede completarse en absoluta soledad. El intercambio, y no las transacciones económicas basadas en el valor mercantil, es lo que permite el proceso contínuo de coleccionar. El valor de los objetos, que es siempre un acuerdo entre comunidades, sufre una peculiaridad en el caso de la colección, ya que existe una comprensión mútua de lo que puede ser valorable para los otros, y el intercambio se da a partir de sistemas de comunicación que responden a una lógica interna de funcionamiento. Las colecciones, al igual que las comunidades, son siempre utópicas e imperfectas, y pasan por explorar el equilibrio existente entre la combinación del tiempo personal y la vivencia colectiva, sustentado en la base de un sentimiento de pertenencia.
Nos encontramos unidos en nuestro movimiento excesivo, en nuestro alejamiento de nosotros mismos; y fue en este alejamiento, en el exceso de nuestras experiencias individuales que nuestra comunidad estuvo, al menos por un corto tiempo, ubicada[2]Colquhoun, Matt. Egreso (2021). Caja Negra Editora..
Los objetos de la colección de Rubén, la música de aquella época, el modo de vestir de sus acólitos, las escenografías que inundaban las pistas de baile, los edificios que las acogían y daban forma (y que ahora son en su mayor parte ruinas), ayudan a construir el imaginario de la Ruta. Se trata de un movimiento cultural del que apenas existen aproximaciones teóricas, ni sobre el que se ha tejido ninguna base intelectual, lleno de omisiones, de historias paralelas e incluso contradictorias, colectivo y disidente, alejado de cualquier narrativa oficialista. Sin embargo, la Ruta, fue algo más que el acto irrelevante y banal mostrado por los medios de comunicación de la época, una imagen de la que tímidamente se intenta huir en la actualidad. El bakalao o bacalao, supuso una pertenencia a una vivencia colectiva, un acto de escapismo que permitió a sus protagonistas evadirse de barreras sociales, y en cuyos antecedentes se encuentra nuestra historia más reciente y la necesaria revisión de la actitud celebratoria de la Transición. Esa suerte de espejismo social en el que parecía que todas las articulaciones construidas durante el franquismo desparecían con la redacción de la Constitución, a pesar de que, muchos de los constructos biopolítcos de la Dictadura seguían presentes en los años ochenta (y continúan coleando en la actualidad), tal y como era el caso de la regulación del ámbito doméstico. Estas normativas sociales se desafían a través de un modo de ocio nocturno extremo, que supone un claro ejemplo de finalidad sin fin, de uso del espacio compartido como un lugar de excepción, de ruptura con las convenciones, incluyendo sus bajones y malos viajes.
Más que un momento de libertad, vivíamos un momento de anomia: anomia es la ausencia de leyes. Se habían transferido competencias, las comunidades todavía no habían legislado, no había leyes de espectáculos, no había horarios. Nada, no había nada. Creo que esta es la parte más interesante del relato[3]Vicente Pizcueta en Bacalao. Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995. Costa, L. (2016). Contra..
Las raves ilegales en naves industriales y descampados, auspiciadas por un espíritu utópico pirata y tan populares a finales de los ochenta y principios de los noventa en otros países europeos, no fueron necesarias en Valencia, donde el movimiento aprovechó las fisuras legales para desarrollar sus estrategias de evasión proletaria con sus aspectos rituales propios. La falta de regulación de los tiempos de apertura de las discotecas y la visión de los empresarios de la noche favorecieron la gestación de un sofisticado sistema de horarios de garitos que se turnaban para hacer bailar a miles de jóvenes que se movían coreográficamente en peregrinación de unos a otros utilizando el coche durante fines de semana infinitos. El coche era el único medio posible de transporte entre estas “islas en red”[4]Concepto de “islas en red” propio de las “zonas temporalmente autónomas” del teórico anarquista Hakim Bey que Simon Reynolds aplica a la cultura rave en su libro Energy Flash. Un viaje a … Continue reading, los parkings llenos de vehículos a la puerta de las discotecas se convirtieron en extensiones de las mismas. La gente invertía en descomunales equipos de música con los que dotar a los pequeños coches que conducen (Ford Fiesta, Renault 5, Golf GTI…), cargaba bebidas en sus maleteros, e incluso algunos mecánicos de la zona se especializaron en este particular tuneo. El espacio habitualmente inerte del aparcamiento se convirtió en una fiesta, en la que el baile y la música ejercían de vórtex.
La música en esta escena es el desencandenante de un espíritu dionisiaco que hace que se comulgue con ella de una manera carnal y total. El autor se diluye en la figura del productor o del ingeniero; el tema o track se sitúa por encima del álbum y los mixtapes se popularizan. El bacalao no estaba hecho para ser escuchado en los walkmans, no era música para audiencias individuales ni espacios privados. Incluso los cassettes con sesiones que circulan de mano en mano se escuchan a todo volumen en coches con ventanillas bajadas y maleteros abiertos. En este contexto, la música pasa de ser una narración unidireccional a una construcción colectiva que se completa en una pista de baile y que se escucha a través de un sound-system. Se cuestionan así las diferentes formas y manifestaciones de encuentros en torno a la música, y con ellas las distancias entre quienes producen y quienes reciben. La pista de baile se convierte en un espacio de inmersión sensorial colectiva y de comunión, pero también en un espacio político de resistencia, con una democratización del ocio sin precedentes. No parece casual que la peculiar asimilación y posterior eclosión del techno de Detroit, que se produjo en Berlín tuviera lugar tras la caída del muro que separaba las dos Alemanias. Tampoco que la aparición de la Ruta tuviera lugar en la España de la Transición tras la muerte del dictador y el fin del régimen franquista. La necesidad colectiva de libertad de una sociedad sometida a décadas de represión se manifestó en ambos casos con una frescura y virulencia inusitados; una mezcla entre el escapismo y la huida hacia un espacio exterior desconocido.
Las drogas favorecieron la deshinibición y el trance místico marcados por unos bajos característicos tanto del postpunk como del bakalao. Rifs que oscilaban a ritmo de mescalina primero, y de éxtasis[5]“Estar en éxtasis es literalmente, salir de sí, dislocar, llevar hacia fuera, modificar alguna cosa o estado de cosas. También tiene el sentido de retirarse, apartarse, abandonar, dejar, ceder, … Continue reading después, y que favorecían en sí mismos el “subidón”. Se puede vislumbrar potencia disidente, probablemente inconsciente, en estos jóvenes que bailaban hasta que el cuerpo aguantase en su espacio de excepción, de camaradería, hedonismo y exceso; en su particular viaje cósmico de escapada de la Tierra[6]“maldición, ya es domingo y esto cierra, todo el mundo a la nave, nos volvemos a la Tierra”. Extracto letra canción Viva la fiesta, Paco Pil, 1993., unidos por la euforia colectiva y desafiando, sin teorías de por medio, sino a través del hacer, al sistema establecido.
Para algunos (…) la idea de cultura rave es una contradicción en sus términos. La cultura se puede definir como algo que te dice de dónde vienes y a dónde vas, algo que alimenta el espíritu, transmite sabiduría de la vida y, en general, hace que la vida sea habitable. La rave suscita una pregunta: ¿una cultura puede basarse en sensaciones en lugar de verdades, en una fascinación en lugar de un sentido?[7]Reynolds, Simon. Energy Flash. Un viaje a través de la música rave y la cultura de baile (2014). Contra.
(*) Tomates Eléctricos (1981, reeditado en 2009), La orgía de los Selenitas incluído en el álbum Teléfono Rojo. Synth pop
(Foto de portada: Parking Arsenal 1989. Archivo Susana Oliva)
↑1 | Vista Oral; Hernández Rubén (2022) La ruta del bakalao. Museo del remember (1985-2012). Colpa Press. |
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↑2 | Colquhoun, Matt. Egreso (2021). Caja Negra Editora. |
↑3 | Vicente Pizcueta en Bacalao. Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995. Costa, L. (2016). Contra. |
↑4 | Concepto de “islas en red” propio de las “zonas temporalmente autónomas” del teórico anarquista Hakim Bey que Simon Reynolds aplica a la cultura rave en su libro Energy Flash. Un viaje a través de la música rave y la cultura de baile (2014) Contra. |
↑5 | “Estar en éxtasis es literalmente, salir de sí, dislocar, llevar hacia fuera, modificar alguna cosa o estado de cosas. También tiene el sentido de retirarse, apartarse, abandonar, dejar, ceder, renunciar, separar. La palabra éxtasis indica desplazamiento, cambio, desviación, alienación, turbación, delirio, estupor, excitación”. Perlongher, Néstor (2004) Antropología del éxtasis. Urania |
↑6 | “maldición, ya es domingo y esto cierra, todo el mundo a la nave, nos volvemos a la Tierra”. Extracto letra canción Viva la fiesta, Paco Pil, 1993. |
↑7 | Reynolds, Simon. Energy Flash. Un viaje a través de la música rave y la cultura de baile (2014). Contra. |
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